Fin

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Realmente, Feng Xin no estaba enojado. En el calor del momento dijo cosas de las que evidentemente se arrepentía, pero ya no estaba enojado. La única razón por la que se retiró, fue para evitar que Mu Qing se enfadara aún más y creyera que "desafiaba su autoridad".

Tener una pelea era algo que no se podía evitar, seguían teniendo personalidades un tanto complicadas que les impedían comunicarse correctamente.
Pero seguramente, una vez hablaran de todas las cosas que les habían herido en el pasado, esto ya no se repetiría con tanta frecuencia y menos por malentendidos como estos.

Tan solo era cuestión de tiempo para regresar. Conociéndolo, tal vez tardaría un día o dos permitirle verlo. Aunque sinceramente, Feng Xin no tenía la más mínima intención de esperar a que él se lo permitiese.
Podía tan solo colarse en el palacio, abrazarlo hasta que amaneciera e irse antes de que despertara.

Confesaba que estaba mal aprovecharse de la condición de Mu Qing, que estando tan débil, necesitaba dormir y no podría detectarlo mientras lo hacía... Pero es que ahora no necesitaban seguir perdiendo tiempo. No es que lo tuvieran limitado ¿Pero de que servía la inmortalidad si no podías disfrutarla?

Se había ocupado de sus pendientes como siempre, cuando al final de la tarde, recibió una visita inesperada. Xie Lian y Hua Cheng, que parecía asesinarlo con la mirada.
Después de un par de burlas y comentarios de odio muy bien disfrazado con inocencia, Hua Cheng le había rebelado como reestablecer los poderes de Mu Qing.

Feng Xin pensó en eso lo que restó de la tarde. Cuando se lo dijera, Mu Qing se avergonzaría y creería que es una mala broma. Feng Xin se rió al imaginarlo.
Probablemente tartamudee y se sonroje. Sus dulces labios temblarian y su mirada avergonzada huiría de la suya. Pero lo aceptaría en su lecho, justo como ayer.

El pensamiento casi lo vuelve loco, y se repetía que tan solo con verlo estaría bien, pero entre más lo pensaba, la ansiedad incrementaba. Deseó que la noche llegara pronto y deseó desmesuradamente poder verlo de una vez.  La paciencia no era una de sus virtudes.

Así, entre algunas botellas de vino y pergaminos mal leídos, Feng Xin había esperado que el sol se ocultara.
Cuando estuvo seguro que Mu Qing ya no podía seguir despierto, se escabulló hasta el palacio del Suroeste, entró a su habitación en completo silencio y lo contempló por un buen rato.
Su hermoso rostro relajado y su delicado cuerpo cubierto por algunas sabanas. Se acostó a su lado, y aunque no lo necesitaba, cerró sus ojos y durmió.

La mayor parte de la noche transcurrió sin perturbación alguna y solo despertó cuando sintió el casi imperceptible movimiento de Mu Qing a su lado. Luego de unos segundos en el sepulcral silencio del cuarto, su voz salió entristecida.

Sintiéndose bastante feliz al descubrir lo mucho que Mu Qing pensaba en él, e ignorando el hecho de que apenas había despertado y podría encontrarse ligeramente confundido, lo estrechó más y soltó aquella inesperada respuesta.

Hubo un momento en el que pensó que Mu Qing se había dormido nuevamente, hasta que en un movimiento que Feng Xin no tuvo la certeza de haber visto, Mu Qing se había dado la vuelta y de pronto él...

¿Contuvo la respiración?

No, no. El realmente se quedó sin aire.

¿Que había... Pasado?

Aquella oración, había sido apenas un susurro, tan bajo que al principio, Mu Qing, demasiado adormilado, lo confundió con sus pensamientos. Cerró los ojos pero luego de tres segundos, se sobresaltó y en un movimiento vertiginoso dio vuelta en la cama y asestó un golpe contundente en el estómago de la persona a su lado, dejándolo sin aire. Usó toda su fuerza en ese ataque para asegurar que el intruso no pudiera recuperarse pronto, sin embargo el tampoco se movió. Sus nudillos se quedaron en el abdomen de el hombre.

Odiarte Nunca Ha Sido FácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora