ESE VACÍO EN TUS OJOS

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El aire sacudió las copas de los árboles tirando hojas y arrastrando las que se encontraban ya secas y tendidas en el suelo, elevó sus cabellos y rozo sus rostros, refrescando el ambiente, pero el ceño de Mu Qing se frunció más y sus manos continuaron cerradas sobre su arma.

La mirada que le ofrecía Feng Xin era insistente y desconocida.
Reflejaba un enorme vacío que parecía insostenible, y aún teniendo la sensación de caer dentro del precipicio que se abría dentro de los ojos que destellaban perturbadoramente, no fue capaz de apartar la mirada, sin embargo después de un momento, inconscientemente, sus puños se aflojaron y cayeron inertes a sus costados al mismo tiempo que su ceño se relajó.

Su mirada se perdió en algún punto que se hizo cada vez más oscuro haciendo que se sintiera perdido.
Por un momento no pudo recordar exactamente dónde estaba y que hacía, hasta que la áspera voz de Feng Xin cruzó sus oídos y ante su vista emergerion nuevamente las exquisitas paredes del palacio del sureste.

- Te pregunté que hacías aquí

Enfoco el rostro del moreno que parecía expectante e irritado
Olía a madera y a humedad y el ambiente era como la mayoría de las veces que se encontraban, asfixiante. Mu Qing pudo entonces, recordar.

Él estaba esperando a que Feng Xin despertara.

Cruzó sus brazos y rodó los ojos con molestia, luego lo observó directamente.

- ¿Que cree que podría hacer aquí, General Nan Yang?
El silencio se instaló en cuanto en eco de su voz desapareció. La falta de respuesta hizo que riera de forma seca.

- Verá, general. Usted llevo problemas a mi territorio.
Entonces ya puede adivinar qué hago aquí. ¿Cierto?

Feng Xin se incorporó en el sillón en el que se encontraba recostado.

- ¿Para eso estuviste esperando aquí hasta que despertara?

El peliplateado quedó mudo de vergüenza. Eso era justo lo que había hecho, pero no tenía que aceptarlo abiertamente.
La enorme figura de Feng Xin se levantó del sillón y Mu Qing pudo oír lejanamente el crepitar de las hojas al ser pisadas.
Su cabeza dolió y la confusión brotó provocándole temblores en las manos.
Se sintió pesado y su respiración se volvió pesada dando pasos inestables en dirección a la salida hasta que una fuerza lo obligó a detenerse.

Al volver la vista se encontró con las poderosas manos de Feng Xin alrededor de su muñeca.
La sensación de debilidad se adueñó de su cuerpo y flaqueó sus piernas.

Con poca fuerza aún apretó la mandíbula y bramó entre dientes.
- ¡Suéltame...! ¡Suéltame, imbécil!
Pero el agarre se reafirmó en respuesta y los ojos vacíos de Feng Xin lo miraron más directamente haciendo que el horror en su rostro incrementara.

- Mu Qing... ¿De verdad quieres que te suelte? ¿Por qué tú corazón dice otra cosa?

El calor subió en el rostro del peliblanco que desvío la mirada y tiro de su mano renovando su fuerza.

- ¡¿Eres idiota?! ¡Dije que me soltaras!

La mano de Feng Xin tomo su rostro y lo hizo mirar sus ojos nuevamente, provocándole escalofríos.
Estaban vacíos, completamente vacios, en nada tenían que ver con los intensos ojos del general del sureste.

La debilidad mermaba su juicio que aún se aferraba al unico pensamiento lógico que cruzaba su mente:

¡Esto no es real!

Tan débil como estaba, la posición en la que se encontraban resultaba verdaderamente incomoda y comprometedora, con el moreno encajado en el espacio entre sus piernas mientras se miraban directamente y el sonrojo en el rostro de Mu Qing era tan vivo como el fuego. 
La cercanía se hacía cada vez más evidente cuando Feng Xin se cernió sobre él.
¡Esto era todo, era demasiado para él!
Mu Qing ya no podía pensar con claridad y extendió su mano temblorosa hasta posarla en el rostro del contrario.

Odiarte Nunca Ha Sido FácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora