•Capítulo 13

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Está última semana había sido alborotada como siempre, si es que no un poco más de lo usual. Uraraka había aceptado emocionada ayudarle a que se confesara, aún si no era como ella decía que debía ser una verdadera confesión; bastante ostentosa a su parecer. Midoriya se conformó con idear algo simple, puesto que su objetivo no era incomodar a Todoroki y mucho menos acabar poniéndose más nervioso en ese escenario. Aunque secretamente Midoriya sabía que había desistido a una presentación llamativa, porque cabía la gran posibilidad de que fuera suavemente mandado a la zona de amigos y luego necesitaría un pequeño tiempo apartado para sí mismo con la primera ruta de escape a la vista que lo dirigiera su pieza.

Sin lugar a duda ese había sido un pensamiento recurrente hasta que Uraraka lo descubrió murmurando sobre eso en su cuarto y se rió negando con la cabeza diciendo que nadie rechazaría a un rollito de canela como él. Fue vergonzoso y probablemente acabó sonrojándose hasta las orejas, pero no detectó ninguna burla en su voz, hasta que reconoció impactado que podía estar hablando en serio.

Rápidamente había dirigido su conversación para que le ayudara a decidir que decirle, lo cual definitivamente era su mayor problema. Midoriya en esos hipotéticos casos podía tomar dos rumbos, o decía muy poco y era muy directo y seco, como lo definió Uraraka, o terminaba hablando de más, disolviéndose en un lío de murmullos dando vueltas sobre algún punto y desviándose en una pendiente inclinada de palabras sin sentido. Y si, quizás había terminado practicando una o dos veces en voz alta —solo por seguridad— pero juró que eso solo lo sabría su amiga y su almohada.

La fecha que había decidido fue para el fin de semana antes de las pruebas y es que si esperaba a que se terminarán estas, lo más probable es que no se volvieran a ver por la llegada de sus vacaciones, donde cada uno volvería a su hogar. Así que prefirió irse a lo seguro y hacerlo un domingo. Un día que el bicolor no ocupaba visitando a su madre.

Hasta ahora se ha sentido bastante bien a diferencia de cómo pensó que se encontraría en un inicio. Ya no se sentía abrumado o temeroso con cada interacción, solo quizás un poco más nervioso que de costumbre, pero nunca sintió la necesidad de evitar o alejarse del otro, sino al contrario, quería permanecer más cerca.

Todoroki le había mostrado emocionado, en uno de sus descansos, como se veían sus llaves ahora. Su expresión realmente no cambio mucho, pero sus ojos como siempre traicionaron su gesto y Midoriya sonrió complacido. Ese mismo día le había devuelto la bufanda a Todoroki con una inclinación y un agradecimiento cortés que rápidamente habían sido descartadas por el más alto, recalcando que no tenía porque agradecerle por eso y en un susurro suave agregó que no era necesario que hubiera lavado la prenda antes de devolverla. Tal vez si se había sobrepasado con lo último, pero nadie podía culparlo. Midoriya se había debatido consigo mismo que era lo socialmente correcto en esos casos y terminó, preso del pánico, llevándola a la lavandería en el fin de semana. Mejor prevenir que lamentar, fue con lo que se consoló. No quería quedar como un rarito y más después del vergonzoso tiempo que le tomó quitarse la prenda que tenía impregnado el reconfortante aroma del chico heterocromático.

Midoriya creyó estar manejando bien sus interacciones y rutinas diarias hasta que Todoroki le preguntó preocupado una noche si estaba bien.

A veces se encontraban en la noche y se hacían compañía mutua. No siempre pasaba, de hecho, no era algo tan habitual, más bien fue una coincidencia que después repitieron en un acuerdo tácito. Todoroki tenía que acostarse temprano debido al agotamiento tras las prácticas para las licencias provisionales a la que tenía que asistir, pero a veces cuando tenía un mal sueño prefería bajar al ala común antes que estar en su habitación que le era demasiado familiar a casa. Y el mismo Midoriya era otro caso a parte. 

Descifrando tu Mirada | TododekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora