Ella continuaba en su cuarto pensando en lo ocurrido mientras intentaba hacer los deberes, de pronto se escuchan como golpes al otro lado de la puerta de su habitación.
-Adelante, pasa. –dice mientras se daba media vuelta hacie la puerta.
Se abre la puerta y se asoma una cabeza, se queda sorprendida y sun saber qué hacer “¿qué hace aquí? Me dijo que hablaríamos mañana.” Pensó, pero la verdad es que le gustó volver a verle por segunda vez en ese día, ya que lo veía casi todos sus días desde que su hermano y él empezaron a ir al colegio, pero ese día era diferente para ella.
-¿Christian? ¿Qué haces aquí?
-Hola peque, es que tu hermano me ha dicho que tú tienes aquí el fifa, se le olvidó el otro día que estuvo jugando en tu cuarto, ¿me lo das para qué juguemos?- le contestó a Abie con esas sonrisa que tanto le gustaba a ella.
-¿Qué estuvo jugando aquí? Parece que tenga que venir siempre aquí a jugar.- dijo entre soplidos.- ¡Tiene su cuarto! – se levantó de la silla y comenzó a buscar el juego por sus estanterías y por algún rincón donde lo haya podido dejar su hermano.
Christian pasó y se sentó en la cama, estuvo observando el cuarto de Abie, sonreía por ver que aquella niña que conoce desde los 5 años ha crecido pero se niega a dejar atrás sus mejores momentos y sus mejores recuerdos de cuando no tenía ningún problema. Después de observar la habitación continúo observando, pero ahora cambió la mirada, había algo que le impresionaba y le encantaba mucho más que la decoración o la funda nórdica de su cama de mafalda, y era ella, reía al verla de puntillas intentando ser más alta para poder buscar por arriba el juego. Se le escapó una risa más alta, Abie la escuchó y se giró de inmediato diciéndole:
-¿Qué pasa, tengo algo?
-¿Qué pasa de qué?- contesta con voz de sorprendido, no sabía que le había escuchado reír, ahora tendría que invertarse algo para no decirle que le hacía gracia y le encantaba verla así.- Nada, no pasa nada, solo me ha hecho gracia verte así de puntillas…- sonrió.
-¿Te estabas riendo de mí?- Abie parecía que le había molestado y usó un tono más borde y con un poco de enfado.
-¡No!- exclamó él- no me estaba riendo de ti, enana.- le decía mientras se levantaba y se ponía delante de ella.
-Bueno… más te vale, aunque si te soy sincera no te creo demasiado. – le dijo mirándole a los ojos fijamente, esos ojos marrones y enormes donde podía perderse millones de veces que nunca se cansaría de buscar salida, esos ojos café que serían los culpables de su insomnio esa misma noche.
-¿No me crees? Para que me creas te ayudaré a buscar el juego, que a este paso no jugamos tu hermano y yo ni mañana. –le respondió siguiéndole la mirada y sonriendo como si nada.
Se pusieron a buscar el juego y a gastarse bromas, a picarse, aunque más bien el que gastaba bromas era Christian y la que se picaba era Abie, pero ella lo hacía por una razón, le encantaban los abrazos de él y cada vez que le gastaba una broma y ella se picaba, él lo arreglaba con un abrazo y vaya que si lo arreglaba, era la solución a todos los problemas de Abie, un abrazo, pero solo de él y era extraño para ella porque con tan poco para ella era tanto.