La casa se apreciaba feliz, estaba con barios universitarios que hacían que pareciera que se encontraba viva, con esa alegría con la que antes se hallaba. Música, risas, gritos y juventud con ganas de vivir; nada era igual que antes, no todos los días había ese ambiente allí.
Abie, ya arreglada observaba desde as escaleras de arriba cómo reían y disfrutaban aquellos chicos con os que se había criado, comenzó a recordar esos momentos de felicidad, cuando era ella aún pequeña y todos los viernes, sábados y domingos (éste último solo por la mañana) se llenaba de amigos de Dereck del fútbol y jugaban sin cansarse, haciendo los padres a barbacoa y mientras, ella jugaba con Brook en el jardín, en ese trocito de tierra que aquellos chicos les dejaban para jugar a sus muñecas, aunque muchas veces ellas se apuntaban a jugar también al fútbol. Ya dejó de pasar eso, desde la muerte de su madre su padre no dejaba que ningún fin de semana hubiera esos momentos, eran extraños sin ella; todo cambió, su padre ya no desprendía esa felicidad que tenía cuando Mery vivía, no sonría y lo peor aún, desde aquel día se volcó exclusivamente al trabajo, dejando de lado a Dereck y a Abie.
No tenían a nadie más, aparte de a ellos dos mismos y a su querísima tía a la que tanto querían, Dereck se volvió más protector con Abie y ea tuvo que entender con tan solo 9 años que su madre ya no volvería y no le iba a eer más cuentos, ya no volvería para arroparla por la noche en su camita y tampoco para llevarla cuando se durmiera en el sofá; tuvo que entender que se haría mujer sin tener una referencia y eso aunque dolía, no iba a parar para ser siempre una niña y aunque su hermano no era una mujer, siempre a ha sabido tratar bien, cuidarle y darle consejos para todo.
.Sintió que su sonrisa desvanecía y era sustituída por ago que caía de sus ojos, era húmedo y al llegar a sus labios lo hizo desaparecer, sabía a sal, otra vez lo mismo, una lágrima caía de sus ojos y de repende unos brazos la atrapaban por detrás.
-Pulga, ¿qué pasa? ¿Por qué no bajas?
Christian apareció de la nada, ni lo vio venir “¿tan empanada estaba?” pensó mientras se encontraba en los brazos de él.
-¡Abie!- la puso en frente de él y la agarró de los brazos mirándola a los ojos.- ¿Qué te pasa?
-Lo siento, estaba pensando y… no sé- reaccionó al primer zambaleo que le dio él y seco sus lágrimas- vamos bajo ¿vale?- le sonrió de una forma falsa.
Christian decidió no hacer más preguntas y bajar al lugar donde todos se encontraban y al día siguiente hablar con ella más tranquilos.
