Capítulo 57

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John saludó a Astrid y a Stuart una vez que su tía lo había hecho, intentando no dejar en evidencia lo incómodo que se sentía. De todas las personas que la mujer mayor podría haber invitado, había elegido a dos del grupo que Lennon prefería evitar; y no era porque tuviera algo en contra de ellos, pero era una sorpresa para el magnate. No comprendía qué era lo que pasaba por la cabeza de Smith, a veces tenía la impresión de que sólo quería provocarlo.

—Qué maravilla que hayan podido venir —Mary sonreía como si estuviera siendo sincera con sus palabras—. John vino solo y estoy segura de que le encantará disfrutar de su compañía, pedí que asignaran juntos sus lugares en la mesa, espero que no les moleste.

—Será un placer, señora Smith —respondió el diseñador, devolviéndole la sonrisa a la mujer—. Mi esposa y yo estamos muy contentos por su invitación.

—Siempre tan educado, joven Stuart...

Lennon entrecerró los ojos de manera disimulada. Ella odiaba a Stuart, incluso más de lo que Stuart la odiaba a ella. Hipócritas. Astrid era la única que parecía ignorar lo que yacía detrás del amistoso y casi cariñoso saludo.

—Tengo hambre —el empresario interrumpió el momento, ganándose las miradas de los presentes, no estaba dispuesto a tolerar más interacciones extrañas entre ese par. Miró su reloj de muñeca—. ¿A qué hora servirán la cena? Tengo que regresar temprano a casa.

—Hasta que el resto de los invitados lleguen, John —contestó Smith, todavía con la sonrisa en el rostro—. Podemos aprovechar el tiempo para conversar con tu gran amigo Stuart, ¿no crees? —Dirigió la mirada hacia Astrid—. ¿Stuart te ha contado que él y mi sobrino tenían una banda cuando eran adolescentes? No eran muy buenos, claro...

—Hacíamos lo que podíamos... —rió Stuart.

El castaño se sentó en uno de los sillones del salón y tuvo que soportar todo lo que se le ocurrió a su tía para lucir delante de Astrid y Stuart como la mujer más encantadora del mundo, un comportamiento opuesto al que había mostrado cuando Paul la conoció. Había algo raro en Smith.

Por fortuna, no duró demasiado. Los invitados, en su mayoría adultos de edades cercanas a las de Mary Smith, llegaron puntuales, vistiendo sus mejores galas y haciendo elogios ante el más simple detalle de la casa de la mujer. John, como buen sobrino, se vio obligado a saludarlos con efusividad, pero respetando los protocolos a los que la gente de esa clase estaba acostumbrada.

Los empleados de la casa eran los encargados de conducir a los invitados hacia el comedor, así como de indicarles el lugar que se les había asignado. A John no le agradó demasiado descubrir que su lugar estaba en medio del de Stuart y del de su tía, quien ocuparía la cabecera de la mesa, pero sonrió un poco cuando encontró una cara familiar frente a él.

—Qué alegría verte, muchacho —le dijo uno de los amigos de su tía que, a diferencia de los demás invitados, se había vuelto millonario por su trabajo y no por herencia. Era agradable, aunque no del todo para Smith—. ¿Qué tal va la empresa? Tu tía siempre nos presume lo exitoso que eres.

—No me quejo, señor Jackson —admitió Lennon—, tengo suficiente trabajo como para mantenerme ocupado y no pasar carencias. Los últimos meses han sido muy prósperos, ojalá continúe así por un buen rato.

—Si lo que dice tu tía sobre tus habilidades de negociación es cierto, estoy seguro de que así será, muchacho —la sonrisa de Norman Jackson hizo que su bigote resaltara más en su rechoncha cara.

—John es fantástico para las negociaciones —intervino Stuart, quien al parecer había estado escuchando la conversación—. Siempre hay trabajo en la empresa y no ha parado de contratar a más personas, los empleados lo adoramos, creo que no existe un mejor jefe en todo Londres.

Sehnsucht [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora