Capítulo 20

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Al igual que algunas de las actividades que Paul había realizado en los días anteriores, viajar en avión también resultó ser algo nuevo para él. El guardaespaldas de Lennon se había asegurado no sólo de llevarlo hasta el aeropuerto, sino que lo había acompañado hasta la terminal de la que saldría.

McCartney había entregado su boleto y le habían pedido que aguardara en la terminal hasta que le indicaron que podía abordar. Como su maleta no era demasiado grande, pudo llevarla con él en el avión. Starkey se había ido cuando el pelinegro tuvo que avanzar hacia el área de abordaje, una zona exclusiva para los pasajeros.

McCartney sólo se dio cuenta de que se trataba de un vuelo privado hasta que ingresó a un avión más pequeño que los convencionales y que no parecía pertenecer a una aerolínea conocida. No pudo evitar sentirse extraño al ser tratado como la mismísima reina de Reino Unido por la reducida tripulación. Aunque el vuelo iba a ser corto, no habían desaprovechado la oportunidad de ofrecerle toda clase de bebidas y comidas costosas. Únicamente había pedido una infusión de menta, igual que la que John le había preparado en la mañana.

. . .

El sol nunca le había parecido tan molesto a Paul como aquel día mientras esperaba que alguien abriera la puerta. Todavía tenía un ligero dolor de cabeza, pero no era algo que no pudiera ser soportado. Sonrió con timidez cuando su amigo de prominentes cejas estuvo frente a él.

— ¿Paul? —George estaba genuinamente sorprendido por ver a su amigo en la puerta de su casa—. ¿Qué haces aquí? Creí que estabas en Londres.

—Sí, bueno, hace unas horas seguía en Londres —se había convencido a sí mismo que algunas mentiras a medias no le harían daño a nadie—. ¿Puedo pasar? Estoy cansado por el viaje hasta acá.

—Sí, por supuesto —el menor se hizo a un lado para que McCartney entrara. Cerró la puerta y lo abrazó apenas si bajó su maleta—. Me alegra mucho verte de nuevo, Paul, creí que tardarías meses en volver.

—También estoy contento de estar en casa, George —el pelinegro correspondió el abrazo—. ¿Cómo has estado?

—No tan mal, he intentado conseguir un trabajo para no sentirme inútil durante las vacaciones, pero hasta ahora nada ha picado. Y... bueno, me he aburrido mucho porque descubrí que no tengo amigos.

—Eso es una gran mentira, ¿qué soy yo? —Paul se cruzó de brazos.

—Un amigo que ahora vive en Londres —respondió Harrison con una sonrisa en el rostro. McCartney rió—. Debiste avisarme que vendrías, podría haberte ido a recoger a la estación de trenes.

—Es que todo fue muy rápido, sigo sin poder entender del todo lo que ocurrió —el mayor negó con la cabeza—. Los primeros días fueron buenos, casi podría decir que muy interesantes. Lennon tiene una casa enorme y yo podía hacer lo que quisiera, ¿sabes? Viajé en avión, conduje un auto de esos que tienen en los campos de golf y comí deliciosos platillos difíciles de nombrar, como ese... ¿schnitzel?

McCartney comenzó a contarle a su amigo sobre cómo había sido su estancia en la casa del magnate, enfocándose en todo lo bueno y lo que más le había gustado de una vida que él podía describir como "sin preocupaciones". Harrison prestó atención a la historia sin hacer comentarios.

—Pero las últimas veinticuatro horas fueron un verdadero desastre, créeme. Él me preparó una cena, ya sabes, como una especie de cita que terminó con los dos en su cama —Paul soltó un suspiró—. Desperté hoy en la mañana con una resaca horrenda y dolor en el... bueno, el punto es que después de eso no fue... como esperaba. John me dio mucho dinero y un boleto para venir a Liverpool.

Sehnsucht [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora