Capítulo 44

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A pesar de todo lo que se había propuesto intentar para recuperar la confianza y el amor del hombre del que estaba enamorado, John apenas si había conseguido intercambiar un par de palabras, principalmente durante la cena, en las casi dos semanas que habían transcurrido desde que Paul había regresado; pero sabía que no era su culpa.

McCartney se había propuesto tener el menor contacto posible con el magnate y, hasta el momento, lo estaba logrando. Se levantaba para ir a desayunar en cuanto sus oídos captaban el sonido del helicóptero de Lennon despegando, luego tomaba un paseo por los enormes jardines de Tittenhurst Park y realizaba su rutina de ejercicio con William en la piscina. Una hora antes de que terminara la jornada laboral del empresario, Paul tomaba un baño e iba al comedor con la excusa de que tenía mucha hambre, o incluso diciendo que quizá John llegaría tarde a comer. Prudence siempre le creía. Cuando el castaño llegaba, hambriento, el pelinegro se encontraba terminando su comida; así que no tenía que soportar verlo por mucho tiempo. Mientras John comía, Paul tocaba el piano y, una vez que veía que Lennon atravesaba la puerta del salón, fingía sentirse con sueño y se disculpaba para después retirarse a su habitación.

A veces sí que tomaba una siesta, cuando el ejercicio de ese día lo había dejado agotado; pero la mayor parte del tiempo se limitaba a recostarse en la cama y mantener sus ojos abiertos. El blanquecino techo de la habitación le parecía algo más digno de observar que John, y agradecía que el empresario no lo molestara.

Por otro lado, aunque lo atribuía por completo a las hormonas, Paul no podía negar que extrañaba el contacto físico con el magnate. Desde que se encontraba en Liverpool había experimentado un peculiar aumento de su líbido, pero al menos allá había podido controlarlo porque nunca se encontró cerca de alguien que le pareciera siquiera un poco atractivo; ahora era diferente. A su cuerpo le bastaba con que viera, escuchara o incluso oliera a John, para reaccionar de una manera nada cómoda. Frotarse contra las sábanas ya no estaba dando buenos resultados, así que pasaba las noches otoñales muy acalorado.

—Me haces sentir un ser que sólo piensa en... bueno, en eso, ¿sabes? —le reclamó el pelinegro al bebé en su abultado vientre mientras observaba su cuerpo frente al espejo. Todas las mañanas se despertaba semi erecto, no estaba seguro de que fuera normal. Sintió una especie de gas moverse en su interior, pero no quiso darle gran importancia, y acarició su piel estirada—. Sí, te hablo a ti, estás volviéndome loco y adicto a... eso. —Paul soltó una risita—. Igual te amo muchísimo, ya quiero que pasen los meses para poder conocerte y tenerte en mis brazos. Me voy a encargar de hacerte el niño o la niña más feliz del mundo, lo prometo.

El castaño, que estaba detrás de la puerta escuchando, sonrió. Lo que Paul le decía al bebé siempre lo hacía sentirse más tranquilo, porque nunca mencionaba dejarlo y eso sólo podía significar que aún tenía esperanzas para convencerlo de quedarse, tenía la sensación de que McCartney únicamente estaba jugando a hacerse el difícil.

Lennon suspiró para tomar valor y abrió la puerta de su habitación, que era donde el embarazado llevaba dos semanas durmiendo. Fue muy cuidadoso de no tirar nada de la bandeja que traía en las manos.

—Buenos días, te traje el desayuno —Paul dio un respingo al escucharlo y se cubrió de inmediato la entrepierna—. Lo siento, creí que me habías escuchado...

John colocó la bandeja sobre la mesa que había en su recámara y se dio media vuelta para encontrarse con un pelinegro cuyo rostro no demostraba otra cosa que no fuera enojo o molestia.

— ¿Acaso no te enseñaron a tocar antes de entrar a la habitación de alguien más? —le preguntó McCartney.

—Ya dije que lo sentía, pero no es como si no te hubiera visto desnudo antes... —el magnate se encogió de hombros y frunció el ceño, luego su expresión se relajó y una sonrisa iluminó su rostro—. El bebé está creciendo mucho, tu pancita está cada día más enorme, me gusta así; te hace ver redondito y muy lindo, Paulie.

Sehnsucht [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora