Capítulo 53

424 58 75
                                    

John no podía dejar de caminar con nerviosismo mientras esperaba noticias del pelinegro y su bebé, ni siquiera la más tensa de sus reuniones lo había puesto de aquella manera. Miró de nueva cuenta el Rolex en su muñeca y suspiró con impaciencia: hacía casi media hora que se habían llevado a Paul en una camilla hacia una zona donde a él no le permitieron entrar, se sentía desesperado. Odiaba los hospitales, en especial por el olor característico que tenían.

Para cuando cumplió una hora sin tener noticia alguna sobre Paul y su hijo, el castaño se dejó caer sobre uno de los sofás de cuero que había en la sala de espera. Lennon no era la persona más paciente del mundo, pero el hecho de que se estuvieran demorando tanto le estaba permitiendo a su mente imaginar los peores escenarios, los cuales comenzaban a dejarlo abatido. Si algo le pasaba a su familia, no se quedaría de brazos cruzados.

— ¿Señor Lennon? —el mencionado se levantó deprisa para acercarse a la mujer de bata blanca—. Mi nombre es Nancy Shevell, soy la doctora que atendió a su pareja.

— ¿Cómo está Paul? —preguntó John, muy nervioso—. Estaba sangrando y comenzó a decir que le dolía el vientre.

—Logramos controlar el sangrado y ya le administramos un medicamento para el dolor —respondió la mujer con una sonrisa tímida—, el bebé también se encuentra bien. Tuvieron mucha suerte de que no fuera algo demasiado severo, pero me gustaría hablar sobre lo que pasó. —La doctora soltó un suspiro—. El señor McCartney tiene varios hematomas en la espalda y presenta fractura en una de las costillas.

El castaño ni siquiera fue consciente de que sus manos adoptaron la forma de puño mientras la mujer de bata blanca hablaba. Si antes estaba disgustado con el padre de Paul, ahora podría darle la paliza de su vida, quizá hasta enviarlo al hospital. Sin embargo, conocía tan bien a su pareja que estaba seguro de que no se lo permitiría.

—Como verá, no podemos arriesgarnos a que el paciente sufra otro incidente violento —le dijo la doctora Shevell de manera cautelosa, pero firme—. En este tipo de situaciones, cuando no sólo peligra la vida del embarazado, sino del bebé también, el hospital se ve obligado a informar a las autoridades correspondientes.

— ¿Puedo ver a Paul?

—Podrá hacerlo —Nancy asintió—, pero debo aclararle que alguien del personal del hospital estará presente, por seguridad del paciente.

No fueron tanto las palabras, sino la extraña mirada que Shevell le dirigió a John lo que lo hizo intuir que estaba intentando decir algo más que eso:

— ¿Insinúa que yo lo golpeé? —el empresario frunció el ceño, claramente ofendido con la acusación—. Nunca le pondría una mano encima a mi pareja...

—Eso no fue lo que dije —le aclaró la doctora, alternando su mirada entre los ojos de John y sus puños—. Estamos preocupados por el paciente, y no se puede omitir el protocolo, son las reglas del hospital. Cuando salga del hospital se le dará seguimiento al caso, serán sólo visitas ocasionales por parte de asistentes sociales, nada demasiado intrusivo. Señor Lennon, le pido que se calme, el señor McCartney no necesita que se le altere más.

—Está bien... —cedió el magnate—. Comprendo sus protocolos. Si consideran que es lo mejor para mi Paulie, no tengo por qué negarme. Nosotros no vivimos aquí en Liverpool, pero les proporcionaré todos los datos que necesiten después de que lo vea.

—Gracias, señor Lennon —Shevell volvió a sonreír—. Lo llevaré con el señor McCartney, así podré explicarles a ambos lo que ocurrió y también hablarles de las recomendaciones.

La doctora Nancy se encargó de conducir al empresario a través de una serie de pasillos hasta llegar a la habitación donde Paul se encontraba. El castaño sintió su corazón encogerse al ver al pelinegro recostado en una camilla con una expresión extraña en su rostro, era como si el chico estuviera ausente, pero al mismo tiempo dejara entrever la gran tristeza que estaba sufriendo.

Sehnsucht [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora