Capítulo 60

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Durante los pocos días que Stuart llevaba en Tittenhurst Park no se había separado de Paul prácticamente para nada, lo cual el embarazado consideraba insoportable. Claro que esa palabra no describiría a la perfección la situación, pues el diseñador siempre era considerado y le daba espacio suficiente para que actuara con total libertad. Sin mencionar que estaba al pendiente de cualquier cosa que McCartney necesitara mientras John se encontraba en el trabajo.

Veinticinco semanas de embarazo se decían fáciles, pero comenzaba a tener malestares desagradables: como el insomnio por la noche y reflujos gástricos, acompañados de una necesidad por beber agua que ni siquiera en sus peores episodios de resaca había sufrido; y, por supuesto, también estaba la imperiosa urgencia de acudir al baño con frecuencia porque el bebé pateaba su vejiga. Aún así, se había descubierto a sí mismo sonriendo cada percibía los movimientos de su bebé.

— ¿Estás seguro de que ese suéter es suficiente? —le preguntó Sutcliffe apenas si salió de su habitación después de tomar un relajante baño y vestirse—. Está haciendo mucho frío, podrías enfermarte.

—Estoy bien —respondió el chico de ojos color avellana, encogiéndose de hombros—. Te aseguro que me asaría vivo si me pusiera algo más encima, no voy a enfermarme.

—Si tú lo dices... —Stuart suspiró antes de señalar la caja que Paul traía en brazos—. No sé si eso sea pesado, pero puedo ayudarte si quieres.

—Algo de ayuda me vendría bien...

McCartney asintió y le entregó la caja. Ambos caminaron por el pasillo del segundo piso de la residencia principal, Stuart pisándole los talones a Paul. El embarazado se detuvo afuera de la habitación de visitas: la cama estaba hecha y las pantuflas de Lennon yacían junto a la cama. Ese había sido otro gran cambio en la casa: el pelinegro había echado al castaño de la habitación que habían compartido por meses.

—John salió, ¿verdad?

—Sí, pero dijo que volvería justo a tiempo para la cena, no está tan loco como para pasar una noche tan importante lejos de casa —respondió Sutcliffe, ladeando un poco la cabeza mientras veía a Paul—. Dijo que quería recibir el Año Nuevo contigo, tiene esperanzas de que te portes un poco más amable con él.

McCartney rodó los ojos y continuó caminando hacia las escaleras sin decir palabra alguna. El hecho de que Stuart no se comportara como un idiota no significaba que se sentía cómodo hablando de John, al menos no con él. Sería bastante patético.

Atravesar la primera planta de la casa y recorrer la corta distancia que la separaba del edificio donde William vivía no les tomó más que un par de minutos a Paul y a Stuart. El rubio abrió la puerta casi de inmediato, su amigo le había avisado que iría a visitarlo antes de que se marchara.

—Gracias —le quitó la caja a Stuart y sonrió de manera forzada—. Vete, quiero estar a solas con mi amigo.

—Claro.

Sutcliffe le devolvió una sonrisa falsa antes de salir, estaba seguro de que por dentro lo estaba maldiciendo, pero con todo lo que había en su cabeza esa era la menor de sus preocupaciones. Campbell soltó una risita cuando el diseñador hubo cerrado la puerta de su departamento.

—Veo que sigues sin llevarte bien con él.

—Es un fastidio —Paul rodó los ojos y, luego de colocar el regalo sobre la mesa, se sentó en uno de los sofás—, no me deja ni siquiera respirar en paz. No entiendo qué fue lo que le hizo pensar a John que necesitaba a su exnovio como maldita niñera. Ambos deberían irse a la mier... —se detuvo al sentir la mirada molesta de William, quien tenía a Isaac en brazos— irse lejos y dejarme en paz.

Sehnsucht [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora