Nino le cerró la puerta de la camioneta y la rodeó para ingresar por el lado contario.
—¿Lista?
Vivien se encogió de hombros. No sentía ansias por ver a la doctora Giovanna Moratti. Comprendía que debía controlar la evolución de las lesiones, pero no quería involucrarse con Nino en mayor profundidad, y el que su hermana fuera su médico complicaba el embrollo aun más.
Ya él, por más que ella protestara, se encargaba de alimentarla cada día. No había uno en que faltase en tocar a la puerta con una bolsa repleta de víveres o recipientes plásticos con platillos del restaurante de sus padres. Él hablaba tanto de Savina y Ugo Moratti y con un orgullo que era como si los conociera.
Lo peor era que Vivien sospechaba que le caerían bien por más que no quisiera.
Desvió la mirada hacia el hombre que arrancó el motor y condujo calle arriba. No había vuelto a besarla. Lo había intentado, en realidad, trataba de hacerlo cada vez que se veían, pero ella lo detenía. Y Nino siempre acataba, aunque le divisaba en los ojos cuánto se contenía y la necesidad de argumentar en contra de aquel freno, pero jamás decía nada. Vivien creía que lo hacía por ella, para avanzar a su ritmo, solo que él suponía que llegarían a alguna meta cuando ella sabía que no sería así. Vivien no podía darse el lujo de tener puntos de llegada como en un juego de mesa.
El móvil sonó, sacándola del ensimismamiento.
Era un mensaje de Lily.
—Uff...
—¿Qué ocurre? —preguntó Nino.
—Lily, mi compañera, quiere que le pase la dirección de mi apartamento para entregarme unas copias de lo que vieron en estos días.
—¿No quieres dársela?
—¿Tú qué crees? No es lugar para invitar a nadie fuera de mi mundo.
—No deberías temer tanto, pero entiendo que quieras resguardar tu privacidad. Puedes quedar en alguna cafetería, yo te llevo en cuanto salgamos de ver a Anna.
—¿Seguro?
—Claro, luego te pasaré a buscar.
—¿No bajarás conmigo?
—¿Quieres que lo haga? —Ella se mantuvo estoica, con la vista fija en él sin saber qué contestar, porque no tenía claro qué deseaba. Nino le sonrió con cierta picardía—. Eso pensé. Será su momento de chicas, no hace falta que yo esté en medio.
Aparcaron en el estacionamiento del hospital y fueron directo al consultorio en el que atendía Anna dentro de la sala de emergencias.
La doctora Moratti la abrazó nada más verla, y Vivien se mantuvo rígida, no acostumbrada a esas demostraciones de cariño.
—Recuéstate en la camilla y te revisaré.
Le palpó el torso y le examinó el pie, la halló sin dolor y restablecida mientras Nino aguardaba en la sala de espera. No obstante, debía continuar con el yeso en el brazo por unas semanas más. La ayudó a incorporarse y sentarse.
—¿Problemas para movilizarte y pisar? —Vivien sacudió la cabeza—. ¿Para dormir? —Negó de nuevo—. ¿Para hablar?
Ladeó la cabeza hacia un lado y contempló a la mujer de cabellos castaños y ojos pardos como su hermano, enfundada en un guardapolvo blanco, la síntesis del profesionalismo.
Se aclaró la garganta antes de contestar.
—Tampoco.
Anna se sentó en la silla giratoria tras el escritorio.
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Una mujer llamada Vivien
RomanceVivien es una mujer trans con un duro pasado que lucha por ser quién es y no confía en nadie más que en sí misma. Un accidente hace que se encuentre con un hombre que le tiende una mano. ¿Aceptará tomarla? Nino Moratti no es alguien que evada las...