Capítulo 12

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Nino dio vuelta a la llave con una sola mano, en la otra sostenía la de Vivien como si temiera que echara a correr si la soltaba. O quizás fuera para que él no escapara. Estaba tan nervioso que cualquiera pensaría que era la primera vez que tendría sexo.

Pero es que quería hacerlo bien para ella, no meter la pata y producir un momento incómodo entre ambos.

—¿Estás bien? —preguntó Vivien al posarle la mano libre sobre el brazo una vez que ingresaron al apartamento.

Sonrió como respuesta y el corazón se le caldeó al ser justo ella la que se preocupara por él. La soltó y le pasó las yemas por el rostro hasta acunárselo.

—Te amo, ¿lo sabes? —Ella asintió—. Debes decirme si algo no va bien.

Vivien se pasó la lengua por los labios en un signo de nerviosismo que ya le había visto en algunas ocasiones, solo cuando esa seguridad suya se tambaleaba.

—Voy al baño a desvestirme...

—No, no así, Bocconcino di cioccolato. Estamos muy tensos y no tenemos que prepararnos para tener sexo. —Le pasó la mano por el hombro y le acomodó el cabello rizado por detrás de este. Anhelaba que ella no tratara el momento con la frialdad a la que estaba acostumbrada en su antigua profesión. Él sentía que debía ayudarla a desprogramarse de un hábito demasiado aprendido—. Ambos tenemos que pasarla bien, disfrutarlo.

Vivien desvió la mirada.

—Está bien —concedió, pero no lo dejó conforme con esa respuesta. Temía que ella hiciera algo solo para satisfacerlo a él, olvidándose de sí misma.

—Tienes que guiarme aquí. No sé hasta dónde llegaremos, qué está bien y qué no, ¿comprendes?

Ella tomó aire.

—Sí, he sido penetrada, podemos hacerlo.

Nino suspiró. Se frotó las cejas con frustración. No estaban en la misma sintonía. Presentía que ella lo dejaría hacer lo que quisiera sin tomarse en consideración. Sí Vivien no se ponía por delante, lo haría por ella.

Se cruzó de brazos.

—Tienes que hablarme.

El silencio se prolongó por unos cuantos segundos. No iba a dar un paso si no lo daba ella antes.

—Prefiero quitarme la ropa en el baño por esta vez —mencionó en voz baja, y a Nino le sonó a súplica.

Lo desarmó. Se sabía maleable en las manos de esa joven, sin posibilidad de mantener la firmeza.

—Bien. —Un avance pequeño, pero uno al fin. Necesitaba que Vivien verbalizara lo que sentía—. Ve. —La tomó de la muñeca—. ¿Me desnudo o te espero?

Ella hizo un paneo por él desde arriba hacia abajo y de nuevo para arriba, se caldeó al instante y percibió la erección que se le formaba entre las piernas.

—Yo te desnudaré.

Esbozó una sonrisa amplia, pícara y anhelante. No importaba cuán lejos llegaran, lo fundamental era que disfrutaría cada trecho del camino con ella.

A los pocos minutos, que le fueron eternos, mientras la esperaba recostado sobre la cama, Vivien apareció envuelta en su bata azul y notó que traía una toalla a la cintura por debajo. Alzó la vista hacia los ojos oscuros.

Se sentó en el lecho con los pies en el suelo. Ella se aproximó y se detuvo entre sus piernas. Anhelaba estirar los brazos y deslizarle las palmas por el cuerpo, acariciar cada centímetro de piel oscura, pero la incertidumbre lo detuvo.

Una mujer llamada VivienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora