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Era un día calido de verano en la madriguera, un lugar emblemático para las familias reunidas. Los adultos se congregaban en el interior, mientras que los jóvenes disfrutaban del sol y la libertad en el exterior.
De repente, un alboroto estalló entre los niños. Hugo Granger, primo de James Potter, corría detrás de él.
—¡James Potter, dame mi Giratiempo! —gritó Hugo, su rostro enrojecido por la emoción.
James, riendo, se negaba a entregar el objeto.
—¡Ven a buscarlo, Hugo! —lo desafiaba, mientras sus primos y amigos se reunían para presenciar el escándalo.
El grupo se apiñaba, animando a ambos. Entre ellos se encontraban Cassiopeia Malfoy que miraba a James con desaprobación.
—¡Dámelo, es peligroso! —insistía Hugo, su voz llena de preocupación.
James se detuvo, mirando el Giratiempo. Era un dispositivo mágico que manipulaba el tiempo.
—No te preocupes, Hugo. Lo tengo bajo control —dijo James, sonriendo.
—¡Vamos, James, dámelo! —gritó Hugo.
La escena se descontroló: caídas, nube blanca y comentarios confusos.
—¡Quítate de encima! —exclamó James.
—Potter, no me toques —replicó Hugo.
Rose intervino, furiosa:
—¡James, esto es tu culpa!
Al levantarse, se encontraron con Albus Dumbledore y Minerva McGonagall.
—¡Chicos! —llamó Dumbledore, captando su atención.
—Hola, chicos. Por lo que veo, rompieron un Giratiempo —dijo con calma.
Teddy se apresuró a explicar:
—S-sí, profesor. Es que este de aquí —señaló a James— lo tiró.
Dumbledore sonrió:
—No importa. Lo importante es que están bien. Pero debemos hablar sobre el Giratiempo.
—Ahora, ustedes, la tercera generación, se presentarán con sus padres jóvenes. Ellos ya están informados —anunció Dumbledore, su mirada seria—. Los Malfoy, Weasley, Zabini, Nott, Lupin y otros ya entienden la situación.
De repente, las capuchas negras aparecieron, cubriendo las cabezas de los jóvenes. Las capuchas se ajustaban perfectamente a sus tallas, ocultando sus rostros.
—Estas capuchas los protegerán —explicó McGonagall—. Sus identidades deben permanecer ocultas por ahora.
—¿Eso no es peligroso, profesor? —preguntó Cassiopeia Malfoy, su voz llena de inquietud.
Al entrar en el gran comedor, las puertas se abrieron de par en par. Los alumnos emocionados se apiñaban, ansiosos por conocer a sus futuros compañeros de vida.
Una mesa especial llamó la atención. Dumbledore indicó:
—Bueno, chicos, el primero en presentarse es...
La tercera generación dejó de discutir, expectante. Un encapuchado se levantó, revelando su identidad.
