10.- Notas, jefes, llamada.

414 33 7
                                    

Me acerqué y tomé el papel, pensé cualquier cosa. 

Lo desdoblé y lo que conseguí me sorprendió a sobremanera. 

John Lincoln

 (213) 622-3489 

lincolnjohn85@gmail.com 

¡¿Para qué quiere Sandra el número de John?! 

Es claro; saber de mi pasado. 

Por eso sus nervios ¡Por Dios! ¿Por qué? ¿Por qué no entiende lo difícil que es para mí? Que no le he contado no porque no quiera... 

Tomé mi teléfono y marqué su número.

Al tercer tono contestó.

¿Por qué lo hiciste? —pregunté.

¿Qué, Ju?

¿Por qué buscaste el número de mi hermano?

No, Ju... No es lo que piensas.

¡¿No es lo que pienso?! —casi grito.

Sentí ira recorrer mi cuerpo, sentía que me había fallado.

Créeme, no es lo que piensas.

¿Sabes lo que pienso? Que no creíste en mí.

Colgué y tomé mis cosas, salí de mi apartamento y bajé por las escaleras. No entiendo porqué me siento traicionada y no sé porqué lo hizo. Duele, realmente duele.

Elijo caminar hasta el restaurante porque necesito ordenar mis pensamientos y calmarme.

Busco los audífonos y los conecto en mi antiguo iPod. Activo la reproducción y suena Don't stop me now, de Queen. Me sumerjo en la canción e intento olvidar estos últimos tres días, que sin duda han sido una montaña rusa.

Pero las dudas son tantas que no consigo olvidarme en ningún momento de todo lo que ha sucedido. Creo que he vivido y he sentido todo lo que no había experimentado durante el tiempo que viví encerrada en mi burbuja. Y me asusta.

Todo ha pasado tan rápido, de golpe y sin aviso.

Empezó a sonar You could be mine de Guns'n' roses y mis pensamientos seguían en el mismo camino.

Minutos después entré al restaurante. Se trataba de un pequeño local italiano un poco después del centro de Madrid, creo que tiene el mejor pesto del Universo, me recibió como todos los días el dueño, el señor Rodrigo.

—Buenos días. —saludé.

—Buenos días, Julianne. ¿Cómo estás?

El señor Rodrigo es un abuelito italiano que dice ser más español que italiano, vive en Madrid desde que era pequeño y lo considera su país.

—Bien, gracias. ¿Y usted?

—No pareciera. Muy bien, gracias.

Tiene un poder tan increíblemente extraordinario para leer miradas que me impacta.

Desvié la mirada y fue peor porque capté su entera atención.

—¿Has hablado con tus hermanos? —preguntó.

—Sólo con John. De Christopher y Dylan no se nada desde hace ocho meses o más, creo. ¿Por qué?

—Porque recuerdo cuando hace un par de años John me hablaba de vosotros y eráis felices. Hoy no te veo así. —dijo tranquilamente pero en sus ojos veía preocupación.

Polos Opuestos [Pablo Alborán]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora