2.- "Avanzar"

492 31 11
                                    

Siempre he escuchado que el final de una historia es el comienzo de una nueva, en este momento no lo veo así. Llevo tres días en Madrid, me siento exactamente igual, es como si aún yéndome de Estados Unidos nada hubiese cambiado. Es cierto que me he distraído, sería imposible no hacerlo, entre mi nuevo trabajo que empecé justo al llegar, me consume totalmente. Durante las últimas horas he pensado en que debe ser que me desacostumbré a hacer algo más que llorar y ahogarme en mi propio dolor. 

El dolor cuando es real escuece a cada momento, es algo tan irreal que cuesta creer que una persona puede sentir ese peso diariamente, y así me pasa. No hay día en que no lo recuerde y no habrá día en que lo deje de recordar. En este momento de mi vida, pasados diez meses lo siento así: una carga en mi hombro que el tiempo ni nadie va a eliminar. Que nada podrá superar este dolor y que moriré con él. 

No he tenido tiempo —ni ánimos— de conocer a gente nueva. Sólo al señor Rodrigo, mi nuevo jefe, se ha mostrado tan amable que me sorprende que lo sea. En California lo más aceptable era un saludo, y era de mala gana. 

Caminaba por la calle para llegar a mi piso, era tan sencillo como acogedor, nunca pensé que apesar de llorar cada mañana y noche, me hicese sentir mejor estar allí. 

Sin ganas de pensar y torturar mi mente a base de recuerdos que sé que debería borrar pero me cuesta seguí caminando hasta llegar a un Starbucks. Estaba lleno cuando terminé de pedir y logré conseguir una mesa disponible.

Sentada allí busqué en mi bolso mi teléfono, de alguna manera tenía que agradecerle a John por obligarme a venir. Le empecé a escribir un correo.

Hola, John. 

Llevo 3 días aquí y tengo que reconocer que me he sentido un poco mejor, aunque te confieso, vivir con esta culpa por dentro es duro, muy duro. Cuando estoy trabajando trato de no pensar en ello, lo juro. Pero absolutamente todo me hace recordar... Las dos noches que he pasado aquí he llorado sin límite. No puedo superarlo, y lo intento. Realmente lo hago. 

Es salir del restaurante, mirar al cielo, al piso, a los edificios, tiendas y simplemente: recordar. No hay nada que lo evite. Llego al apartamento y me derrumbo, he llorado como no tenía ídea de que podía llorar. 

He llegado a pensar, aunque es muy poco tiempo aquí, que ni yéndome a China podré olvidar, o dejar de recordar a cada instante lo que pasó. Me duele tanto aún que no le veo solución alguna. 

Pero no todo es malo, te quería agradecer. Al menos aquí no tengo el miedo de que alguien sepa quien soy y me culpe de todo. Eso me hace sentir un poco alividada y es gracias a ti. 

El señor Rodrigo ha sido muy amable y considerado conmigo. En ese aspecto, me he sentido bien. 

Espero que puedas responder pronto y gracias, de nuevo. 

Julianne. 

Reprimí las lágrimas que amenazaban en salir: debo aprender a ocultar mis sentimientos. 

En ese momento tocaron mi hombro.

—¿Sí? —pregunté a una chica rubia y altísima.

—¿Puedo sentarme aquí? Está muy lleno. 

—Sí, claro. 

—¡Gracias, gracias, gracias! —dijo animada. 

Volví mi vista a mi teléfono y envié el correo, tragué fuerte y volví a reprimir mis lágrimas. 

—¿Estás bien? —preguntó la chica que tenía frente. 

—Sí, sí. —respondí. 

—Umm, no lo parece. Pero bien, No eres de aquí, ¿no? Tu acento te delata. —sonrió.

Su sonrisa era contagiosa. 

—Eh... No. Soy de Estados Unidos. Me llamo Julianne ¿y tú? 

—¡Estados Unidos! Me encantaría ir. Me llamo Sandra. 

A ella le encantaría ir y a mí no me gustaría volver. 

Fingí una sonrisa y creo que resultó. 

—¿De qué parte eres? —preguntó. 

—Los Ángeles, California.

—¡Oh, qué emoción! 

Seguro...

—Eh bueno... Yo me tengo que ir ya. —dijo— pero intercambiemos números ¿vale? Nos veo siendo amigas.  

¿Amigas? ¿Desde cuándo alguien quería ser mi amiga? 

Y al escucharla sentí una chispa de esperanza, todo podría mejorar. 

—Claro. —dije.

Tras intercambiar nuestros números se marchó, y de nuevo la soledad se presentó. Es tan frustrante, como si me acompañase... Duele, sentirte y saber que estás sola, no poder contar con nadie... Sentir que te lo mereces... Juro que duele. 

¿Por qué la vida no puede ser justos con todos? yo sé que todo lo que hice estuvo mal, lo sé más que nadie pero, ¿Por qué? ¿Por qué precisamente yo? A  veces pienso en que es injusto... Yo lo di todo y juro que me arrepiento de lo malo, cada día lo hago pero el sentimiento de culpa es tan fuerte que elimina cada posibilidad de... avanzar. 

Y sé que es lo que necesito. 

No sé cómo lo lograré, pero de algún modo voy a conseguirlo. Necesito acabar este dolor, realmente lo necesito. Es tan sencillo como: acabo con él o él acaba conmigo. 

Y casi me creo capaz de hacerlo, de avanzar.

En fin, huí de Estados Unidos para volver a empezar ¿no? Debo... Debo intentarlo, al menos.

--- 

Holaa! Como ven es corto y la continuación del anterior, pronto se viene lo realmente bueno jiji. Y ojalá les guste tantísimo como a mí. 

Nos leemos el lunes o martes. 

PD1: Voy a subir 2 capítulos por semana pero no sé qué días, todo depende del bendito tiempo. Ya estoy de vacaciones pero... La Universidad es fuerte jajaja. (Disfruten el colegio/instituto) 

PD2: ¿No quisieron llorar de lo qwertyuiop que se veía Pablo ayer en los premios? 

PD3: Gracias infinitas por sus comentarios en el primer capítulo :')  

Y como el comentario de _laurabueno_ me subió mucho el ego va dedicado este a ti. 

130 leídas, eeeh! 

Espero que les gusten, voten y esas cosas lindas!

Polos Opuestos [Pablo Alborán]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora