12.-Muy diferente.

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—¿Qué pasó, Juli? —me dijo haciéndome entrar de nuevo.

—No... No me llames así. 

¿Por qué me duele tanto hasta escuchar el diminutivo de mi nombre que tanto le gustaba? ¿Por qué? 

Intenté soltarme de su agarre pero fue casi imposible, no tanto porque impusiera presión, era porque me sentía débil a un nivel que tenía tiempo sin asumir. 

Desde que había llegado a Madrid había tenido días difíciles, días en los que mis sentimientos me nublaban y en los que los recuerdos no me dejaban dar un paso, pero he tenido días que disfruto realmente, como si lo mereciera, como... Si fuese parte del mundo de alguien momentáneamente. 

Pero este momento, cuando el dolor llena por completo todas mis entrañas y no hay nada más en mi mente que mi mamá, que... Todo lo que paso me abruma de nuevo, supera todo lo que había sentido desde mi llegada, me siento como en el preciso instante en el que mi papá entró a la habitación y me vio llorando... Como en el preciso instante en el que me dijo que desapareciera. 

Todo por un maldito recuerdo. 

—¿Quieres irte de aquí? —preguntó casi en un susurro, devolviéndome a la realidad. 

Asentí a falta de capacidad de habla. 

Sólo salí y sentí a Pablo detrás de mi, comencé a caminar rápido e intentando reprimir las lágrimas que sabía que eran imposibles de evitar. ¿Por qué sólo contándole una pequeña e insignifcante parte de mi vida me afecta tanto? Por Dios, no es lógico. Ni razonable. 

Madrid estaba despejada, o eso creo. Caminaba rápido e igual le sentía detrás. ¿Por qué? 

Desée voltearme y encontrar algo en sus brillantes ojos que me hiciera cambiar de rumbo pero no quería, no debía dejar que me viese a punto de estallar en lágrimas.

Caminé sintiendo su presencia detrás durante diez minutos más, cuando llegué al edificio me detuve y lo sentí tan cerca —aunque se detuvo a unos centímetros alejados de mí— que tuve que respirar profundo antes de continuar.

—Eh... ¿Quieres subir? —pregunté. 

La pregunta más estúpida del planeta, si me había acompañado era por algo, ¿No?

—¿Tú lo quieres? —preguntó de respuesta. 

—Eh, claro. —Supongo...

Busqué torpemente mis llaves en mi bolso mientras Pablo se situaba a mi lado. Cuando las encontré pasamos y esperamos la llegada del elevador. Mi mente era un completo caos con el recuerdo y ahora teniéndolo cerca, por Dios... Me pone nerviosa. 

Segundos después sonó la alarma del elevador anunciando su llegada intenté respirar. Pero hasta el aire  era escaso.

Me dejó pasar primero y sonreí  mientras él entraba y se cerraban las puertas del elevador. 

Mientras subíamos el silencio fue espeso, casi incómodo. Y me hacía sentir extraña. 

Cuando las puertas se abrienron en el piso cuatro solté el aire que no sabía que estaba  manteniendo.

Recorrimos el pasillo hasta llegar a la puerta de mi apartamento en un total y absoluto silencio. Cuando introduje la llave y entramos sentí el espacio de mi salón muy pequeño. 

—Bienvenido. —dije pero sonó más como una pregunta. 

—Gracias. —noté que sonrió pero desvié automáticamente la mirada. 

Polos Opuestos [Pablo Alborán]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora