1.- ¿Por qué ahora?

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—Escúchame, por favor. Es importante. —susurré nerviosa. 

—Después de nueve meses ¡¿Quieres que te escuche?! Eres la causante de todo lo que pasó. —gritó con su tono melodramático habitual. 

—Por... por favor... —susurré. 

Me hacía sentir de nuevo una niña pequeña. 

—Tienes diez minutos. Tenerte aquí no es más que recordar. 

—Por... Por eso quiero hablarte. —tartamudée.

Me encogí de hombros, sé que soy la culpable y  el sentimiento de culpa me mata segundo a segundo... Por eso he tomado la decisión más  importante y con la que sé que dejaré de ser una roca en el camino para todos: irme de California. 

—Dime, ya. —dijo enfurecido. Sé que mi presencia ya es una molestia. 

—Quiero... irme... lejos.

—¿Y qué esperas? —dijo sin sentimiento alguno, aunque tal vez con un deje de rencor. 

Me volví a sentir tan insegura como hace dos minutos. 

—Quería pedirte... dinero. —al ver su expresión continué, dudosa— prometo devolvértelo, y más nunca me verán. 

—¿Piensas que te creeré? ¿Qué no dejarás de ser la carga? ¡¿Qué yéndote borrarás todo lo que nos has hecho?! —gritó. 

Sus palabras fueron un balde de agua fría y no pude más que mirar mis dedos entrelazados. 

—Pa... Papá. Necesito irme, borrar todo lo que me ha pasado. —los sollozos se presentaron, una vez más. 

—¡Y como siempre! ¡Sólo pensando en ti! ¿Quién borra nuestro dolor, Julianne?  —gritó de nuevo. 

—Yo... Yo no tengo toda la culpa... Es... Injusto. 

—¡¿Ah, sí?! —gritó más fuerte aún— Eres la culpable de todo. Por ti ya... no. 

Por primera vez vi algo más en sus ojos que rencor, tristeza. 

Y todo se resumía en que no era capaz... De perdonarme. 

—Está bien. Como tú lo digas. Ya sé que no merezco nada, pero necesito irme. 

Las lágrimas como un océano protestaban por salir. 

—De mí no obtendrás más nunca nada. Nos destrozaste, Julianne. Vete y no vuelvas. 

—Por... por favor. 

—Vete ya. 

Lo miré por última vez, tantísimos sentimientos encontrados, el mismo sentimiento de culpa que me ha atormentado durante estos últimos diez meses, sentir la responsabilidad de ese día, el recuerdo... La imagen no abandona mi mente y a la vez  me nubla la razón. 

Lo que queda de mi alma se estruja y me siento vacía, sola... De nuevo.

Pero es cierto que desde ese día ha persistido el mismo sentimiento de soledad, me lo merezco, lo sé, pero se siente tan... extraño luego de que todo fuese tan normal. 

 Salí de aquella habitacíon que había sido testigo de el principio del final. 

 Supe en este mismo instante, mientras cruzaba la puerta y me topaba de frente con un viento de mil demonios, que tengo que idear un plan, conseguir lo necesario e irme... lejos... lo más pronto posible. 

Sólo tengo cinco mil dólares, eso para mucho me alcanza para el boleto de avión y un lugar donde quedarme. 

Buscaba una inspiracíon o una señal que me hiciera conocer el destino de mi futuro. 

Polos Opuestos [Pablo Alborán]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora