16: Dile la verdad

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Dependencia.

Nunca, ni en mi perra vida, creí que sería capaz de hacer algo como eso. Y al parecer tampoco lo esperaban de mí, pues Roswell no dejaba de observarme como si hubiera visto la misma muerte en persona.

Ambos no éramos capaces de decir alguna palabra.

—Sé que esto es algo extraño de asimilar, pero no imposible. Se han reportado varios casos de dependencia por parte de Omegas a sus Alfas—empezó a explicar con tranquilidad el médico de género, pero su mirada se oscureció—. Dime, Señor Breslin, ¿Hay una posibilidad de que vuelva a estar con ese Alfa?

Miré fijamente a los ojos de Ros, ambos sabíamos que era imposible.

—No—negué, volviendo al médico.

Este se mostró titubeante, a la vez, algo molesto. Escribió en la carpeta unas cosas antes de volver a mí.

—Lamento decirle esto, pero ciertamente tenemos un problema.

Deseé morir en ese mismo instante. No podía creer que esto acabara de esta forma, menos cuando volví a alejar a Aage de mi lado.

—¿A qué se refiere? —preguntó Ros, preocupado—¿Qué pasará con él?

—Bueno... —arrastró sus palabras, como si lo que fuera a decir fuera difícil de comunicar—. Es complicado cuando un Omega genera dependencia a un Alfa, usualmente son a sus parejas y llegan a estabilizarse, pero en el caso de Jeremy...

Estaba solo, ese era el problema.

—Pero solo fueron cinco meses que estuve con él, ¿cómo? ¿Cómo es posible? —pregunté inquieto. Mis manos habían comenzado a temblar.

—Es imposible de determinar—respondió finalmente—. De la misma forma que uno se enamora, un Omega puede ir generando una obsesión con el Alfa que sea de su gusto y agrado, más cuando este ha estado en constante soledad.

—No he estado solo—reclamé—¿Qué hay de todos con los que compartí cama? Es imposible, yo...

—Claude.

Me detuve, me estaba moviendo exaltado hasta que la voz de Ros me llamó. Su rostro parecía afligido, sin saber qué hacer ante mi caso y ese fue la peor expresión que me pudieron haberme dado.

Mi corazón iba a explotar por la angustia, y, lo peor de todo, era que tenía que informarme de esto con el gemelo del que causó mi mal.

Roswell mordió su labio, para luego mirarme sin dudar.

—Claude, no es lo mismo compartir una cama que compartir con alguien que diste todo.

Quería llorar, ahora era ese momento que de verdad deseaba estar solo. Pero, al parecer, el médico de género aun no había acabado conmigo.

—Ya no podemos hacer nada contra eso, señor Breslin. Ahora mismo, lo mejor será determinar qué tan grave es su caso—habló, volviéndose a Ros, luego a mí.

—¿Y si lo es? —murmuré.

—Si sigue así, su Omega no será capaz de seguir soportando su soledad. No habrá ningún acto médico que pueda interferir, por lo que... —guardó silencio, tragando con dificultad—. Señor Breslin, si usted no consigue estar con ese Alfa o calmar a su Omega, lo más probable es que este termine matándolo.

El Doctor Lee notó mi quiebre, por lo que anunció que me dejaría por un momento con Ros para que pudiera asimilar mejor mi situación. Pronto volvería a preguntarme nuevas cosas y confirmar el diagnostico.

Pero yo, ya no daba para más.

Roswell se volvió a sentar a mi lado luego de dar vueltas por la habitación, llevando sus manos a su cabello, jalándolo suavemente. En cambio, me mantuve en silencio en mi lugar, sin ser capaz ni de alzar la vista.

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