23: Daño y cura

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Lloré como nunca en mi vida cuando Aage Dorrance se marchó. Me quedé en mi salón recostando en el sofá hasta que me quedé dormido después de quedarme sin voz con el cual gritar.

A la mañana siguiente desperté antes de que el sol se hiciera presente.

Estaba derrotado.

Caminé a mi baño en silencio, quitándome la roba para poder darme una ducha en busca de despejar mi mente ante el agua tibia. Me tomé mi tiempo para asearme, pero fue en el momento cuando dirigí mis manos a mi vientre mi mente se activó ante su estado vacío.

Había un pequeño ser creciendo aquí.

Me vientre claramente era plano, si no hubiera ido al hospital ni cuenta me habría dado de que estaba en estado y seguiría en un mundo vacío entre mi mente y la realidad.

Debía dejar de estar así.

Terminé por limpiarme y salí de la ducha, fijándome en el espejo frente a mí, observando mi deplorable aspecto débil debido a mi descuido ante mis emociones. Pero ahora ya no era solo yo, había algo más.

Volví a colocar mis manos sobre mi vientre y fruncí mi ceño, determinado.

—Escúchame bien, sé que en estos momentos te odio y que intenté deshacerme de ti, pero asumiré mi error—empecé a decir con voz dura y segura—. De ahora en adelante prometo cuidarme, luchar por ti y darte una buena vida. Serás mi luz y te amaré por siempre.

Incluso, te amaré aún más que al hombre que dejé ir por ti.

—No te echaré la culpa de nada, no te preocupes. Desde hoy, seremos solo nosotros dos—finalicé, totalmente convencido de lo que había dicho.

No quería seguir amargándome la vida con cosas del pasado, iba a partir una nueva vida. Así que junté todas mis fuerzas físicas y mentales para superar esta etapa y procedí a la siguiente etapa.

Debía ser feliz después de todo.

Retomé mi trabajo con ganas, como si nada hubiese ocurrido. Empecé a cuidarme, me procuraba en alimentarme como correspondía para recuperar masa corporal y hacer simples ejercicios para sobrellevar mi embarazo. No creo que fuera difícil el acostumbrarme a la nueva rutina, pero mis amigos merecían oír la historia.

Tenía que contarles sobre mi estado.

Los nervios me comían el estómago cuando abrí mi boca.

—¿Cómo que estás embarazado? —preguntó Luke, casi sin voz.

—Han pasado tantas cosas, Luke. Ya no tengo ni idea por donde partir—admití.

El pelirrojo se mostró incrédulo al inicio, pero su expresión no tardó en volverse en una más relajada y comprensiva tras un suspiro. Pude notar como tenía tantas cosas que decir por la forma en que fruncía sus labios, pero se limitó a sonreír con ligereza.

—No voy a juzgarte—fue lo primero que dijo—, te apoyaré en todo y no me podrás detener.

—¿Puedo intentarlo? —bromeé con calma, provocando una sonrisa más sincera.

—Ni te atrevas, con Gen y Vero seremos las mejores tías que tendrá tu pequeño—señaló orgulloso mientras se cruzaba de brazos sobre su pecho—. Y sí, estoy exigiendo mi autoridad como mejor amigo para ser el padrino.

Me reí. Agradecía mentalmente que lo haya invitado a mi departamento al tener tal privacidad después de tanto, más cuando él se acercó y me abrazó de forma amistosa.

—Pensaré bien si dejarte como padrino—murmuré.

—Eso espero—respondió alejándose levemente para observarme a los ojos: —. Ay, amigo mío. Se supone que tú eres el mayor entre nosotros y me haces tomar el papel de madre.

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