Cαpítulo 8 (1/2)

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No sé que titulo ponerle pero sera tremendamente increíble cuando se me ocurra por que obviamente soy super genial, mucho mas genial que el imbécil de Marshall.

«No soporto verlos de espaldas a la verdad, sordos y ciegos a cualquier cosa mínimamente real.»
Libba Bray

   Si hablar de Marshall nos referimos, habían tres grupos de personas en este mundo

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   Si hablar de Marshall nos referimos, habían tres grupos de personas en este mundo. 

   Primero, estaban las personas que anhelaban fervientemente despertar con el aliento de dicho semental sobre tu cuello, mientras que sus ojos azules te desnudan con la mirada pero a la vez te miraba con amor y ternura, para después susurrarte en el oído un "buenos días" con su voz gruesa y profunda de recién levantado.

   Luego, las afortunadas que se habían podido acostar con Marshall logrando cumplir con uno de sus mas grandes sueños húmedos, aunque sin duda ver la fría mirada indiferente del rubio pidiéndote que te marches sin hacer mucho ruido ni bien despertasen no era lo que muchas esperaban.

   Y por ultimo, estaba yo... el que pateaba a Marshall en el estomago al verlo muy cerca de mi, por no decir demasiado.

—Uhh...—quejo falto de aire—, ¿pero que carajos te pasa?

—¿Pero que carajos te pasa a ti? ¿y por que carajos estas tan cerca? carajo ya quítate.

   Aquella mañana había despertado por un ligero cosquilleo en el cuello y el extraño sentimiento de tener el peso de una mirada sobre mi, creí que no se trataba nada más que mi imaginación; pero al abrir los ojos vi el rostro a pocos centímetros del mío, por lo que como un reflejo inmediato, le atiné una patada.

   O sea, claro, no había cosa más normal que observar detenidamente a tu hermanastro dormir.

   Y luego yo soy el enfermo.

—¿Que mierda hacías? Responde.

—Okay, perdón. Sé que fue algo raro.— ¿Algo? Había sido MUY raro.— Nunca había visto un omega macho en persona, solo quise ver más de cerca.

Mi rostro permaneció serio y sin inmutarse, aunque por dentro ya había soltado un millón de groserías dirigidas hacia el hijo de puta oxigenado. En definitiva Marshall era muy imbécil para inventar una buena escusa. Solté una ligera risa nasal cuando la incomodidad del silencio se hizo insoportable, y ante de que el contrario pudiera abrir su boca me cubrí hasta la cabeza con la manta y me di la vuelta; ya predecía las palabras que iban a salir de la boca del alfa oxigenado y yo no estaba dispuesto a obedecerlo.

—Tienes que regresar a la escuela.

Y esas eran justamente las palabras que con mucho amor le pedía a Marshall que de las metiera por el orto.

No lo voy hacer, no lo voy hacer y no lo voy hacer, repetí en mi cabeza como un mantra mientra que mis ojos permanecían fuertemente cerrados como si de algún modo eso funcionase para taponear mis oídos y no escuchar su voz llamando mi nombre repetidas veces mientras me sacudía.

¡¿Que mierda con el puto amor?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora