La princesa Disney.
«La humildad y la sumisión solo conducirá al fortalecimiento y la preservación del cautiverio.»
Józef Pilsudski.
Emilia.
Suspiré profundamente, alcé mi muñeca a la altura de mi rostro para poder ver la hora que marcaba las manijas en mi reloj de pulsera. Volví a colocar mi rostro sobre las palmas de mis manos mientras mis piernas hacían de plataforma para mis codos.
Ya había pasado casi una hora desde que Laurent, mi mejor amiga, había desaparecido, rompiendo su promesa de no dejarme sola en aquel lugar. Llevaba esperándola cincuenta minutos sentada en aquel sofá blanco, al lado de una pareja que... digamos que no tenían miedo de mostrarse afecto en público.
—¡Un carajo los demás! Hazme tuya, ahora— Exclamó la chica rubia, dando a resaltar desde lejos lo ebria que estaba. Y sin más descaradamente se hizo el cabello hacia adelante, dándole paso al chico para que le bajara el cierre de su vestido, planeando quitarse el vestido negro realmente apretado que llevaba.
¡Bien! Yo me largo.
Me levanté de allí, a lo que está pareja aprovecho para ocupar todo el sofá entero. Yo solo trataba de mantener mi vista al frente y salir de allí.
Cuando por fin podía ver la libertad fui sujetada del brazo, para luego ser jalada. Al voltear para saber de quién se trataba, arqueé una ceja para resaltar mi molestía. Era Laurent.
—Por fin te acuerdas de mi.— Le reproché intentando mostrarme lo más seca posible.
—¡Lo siento!— Dijo sujetando ahora con ambas manos mi brazo y flexionando sus rodillas por unos segundos para luego volver a elevarse, como si de un brinco se tratase. Odiaba que hiciera eso conmigo, sabía que no podía negarme a su sonrisa de encías. Era de un corazón muy blando, debo admitirlo. —Te juro que iba al baño, mi maquillaje se había corrido de tanto bailar.— Explicó mientras se enderezaba y movía sus manos en círculos mientras estaba formando una pistola con su dedos mientras estos estaban unidos desde las llenas de sus dedos. —¡Luego me lo encontré!— Dijo emocionada pegándome el brazo como si de un tambor se tratara. —Y me llevo a su cuarto y...
Me sonrojé inmediatamente. —Si, si ¡Si! Ya sé, hueles a él a distancia— La interrumpí. Sinceramente ella era una persona que describía muy a detalle sus encuentros sexuales, cosa que cree que era necesario que estuviera enterada por ser su mejor amiga ¡¿Pero en que mundo vive?!
—¿En serio?— Preguntó entusiasta, alzando su brazo a la altura de su nariz intentando oler algo que obviamente no sentiría por su condición de beta.
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¡¿Que mierda con el puto amor?!
Novela Juvenil¿Acaso es posible enamorarse de la persona que más has odiado en toda tu vida? -Pffr, eso es imposible. Ante los ojos de Broken, Marshall es un mujeriego más, un bastardo arrogante, un hijo de papi, un chico que, si no fuera alfa, juraría que se l...