Una gran multitud observaba como las puertas del gueto de Liberio se abrían lentamente. Había un gran silencio. Del otro lado entraron tres guerreros, dos hombres corpulentos y una diminuta mujer. Los guerreros se detuvieron en la entrada. Sus miradas buscaban rostros conocidos. La gente empezó a murmurar rompiendo ese silencio absoluto. Tan solo regresó un guerrero de los cuatro que mandaron a esa misión hace cinco años; ese era el rumor que recorría entre la multitud. Los otros dos que le acompañaban fueron enviados el año anterior y por sus grandes destrezas todo el mundo asumía su retorno. Sin embargo, el chico rubio acaparó toda la atención. Sin saber la historia, la multitud empezó a culparle y a maldecirlo. El joven finjo no escuchar los ecos de los murmuros. Agacho la cabeza y empezó a avanzar entre la multitud.
-Reiner- una voz cálida lo llamó. El joven levantó la mirada lentamente y encontró el rostro de su madre. Sus miradas se leyeron mutuamente. Ella se dio cuenta del infierno que mostraban sus ojos, su instinto de madre protectora salió y se abalanzó para abrazarle en un largo y reparador abrazo. Se separaron de ese abrazo y sin decirse nada más caminaron hacía lo que pronto volvería ser el hogar de una familia. Ese silencio duró varios días.
El tiempo pasaba lentamente, de forma pausada y sin nada que alterara su transcurso. Eso fue algo que Reiner agradeció. Recluido en su cuarto y en su propia mente, dejaba que los días pasaran sin más. Deseaba que su mente se detuviera e hiciera silencio de una vez, tan solo lo deseaba. Tantos años viviendo sin descanso, sin tiempo a pensar y menos a actuar con claridad. La fatídica sucesión de hechos había desencadenado desastre tras desastre. Y tras estos, decisiones precipitadas y perdidas irrecuperables. Entre ellas, la muerte de dos de sus compañeros guerreros y la captura de otra de ellos. Más que compañeros, amigos con los que luchó codo a codo, con los que fue capaz de afrontar ese infierno al que su país le condenó con doce años. Han pasado cinco años y la culpa de todos estos sucesos le punza el pecho con una presión que a menudo le impide respirar. No hay noche en la que no recuerde segundo a segundo todo lo sucedido. Conciliar el sueño se volvió algo lejano y desconocido; algo que en algún momento de su vida pudo realizar con facilidad. Cuando por un golpe de suerte conseguía dormir, apenas un par de horas, esas memorias se negaban a abandonarlo. Y así, poco a poco, se volvió un esclavo de su propio pasado. Era como estar encadenado una gran bola que cada día debía arrastrar. Unas cadenas cuya llave no podía ser encontrada y posiblemente nunca lo seria.
Cada día, su madre le dejaba la comida en la mesa de la cocina, esperando que quizás ese día pudiera recoger el plato vacío. Se sentía aliviada de que por lo menos salía de su cuarto. Seguramente su alivio seria mayor si viera que su hijo es capaz de dar más de tres bocados a esa comida que preparaba con todo el cariño y la esperanza del mundo. Ya no sabía qué hacer. Su hijo se iba apagando, ya solo quedaban unas pequeñas llamas de lo que un día fue una gran hoguera. En un principio no se preocupó mucho, al fin y al cabo, Reiner es portador de uno de los nueve titanes: el titan acorazado, un titan con una gran resistencia, capaz de soportar cualquier ataque. Sin embargo, ahora pensaba que el titán de su hijo, el escudo de la nación, parecía una mala ironía. Ella era su única familia, su padre les había abandonado al saber que eran eldianos. La mujer pensó que si se convertían en marleyanos honorarios podría recuperar su familia. Por esa razón hizo que su hijo se convirtiera en guerrero. Su plan no funcionó. La culpa le corroía por dentro. Si tan solo no hubiera alistado a Reiner en el programa de guerreros, pensaba, ahora podría reconocer el rostro de su hijo al mirarlo.
Entonces llegó esa carta. Se citaba a Reiner a una reunión con los demás guerreros de Marley. Dudó en asistir. Sabía perfectamente a quien se encontraría allí y no le quedaban fuerzas para dar una mínima explicación. Dejaría que la culpa dibujada en su rostro hablara por él. No quería que eso fuera así, le hubiera gustado ser capaz de pronunciar una disculpa ante todos y, sobre todo, ante él. Pero de repente se encontró en medio de esa habitación. Su rostro impregnado de culpa y tristeza era observado por sus compañeros. Notó como Galliard le fulminaba con la mirada. Reiner no fue capaz de mírale a los ojos. Definitivamente Galliard era el vivo reflejo de su difunto hermano, tan solo su cabello rubio lo diferenciaba de él. Los remordimientos y la culpa lo arroyaron.
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Redención [Galirei, PorcoxReiner]
FanfictionLa historia toma lugar justo después de que Reiner vuelva de la isla de Paradís tras perder la batalla por la recuperación del titán fundador. Se reconstruyen los hechos de lo que podria haber sido su regreso y su reencuentro con Porco Galliard...