Redención [Galirei, PorcoxReiner]

-Capítulo 9. Final-

Holaa a todas y todos! Finalmente esta historia llega a su final. Seguro que muchos esperabais más capítulos y más succesos, pero ha llegado un momento en que siento que la historia me bloquea, por eso he decidio ponerle punto y final en un capítulo un poco diferente. 

Quizás esta historia no ha sido lo que esperabaís que fuera, pero lo importante es como la habeís vivido. He intentando que el final sea lo más concluyente posible, espero que os guste y que almenos cumpla vuestras expectativas. 

Seguramente vuelva a escribir algo de Gallirei, aun no estoy segura, pero creo que sera de aquí bastante tiempo y en formato one-shot. De este modo, nos leeremos pronto. Aunque siempre podeis reeler esta historia y regalarme algun que otro comentario. 

Gracias por leer esta historia! Nos vemos pronto! 

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Tras aquella primera noche no dejaron de encontrarse. Se veían dos veces por semana, a veces incluso más, siempre en la habitación de Porco; así no tenían que dar muchas explicaciones. Ambos se buscaban mutuamente. No tenían por qué acordar un día ni una hora, simplemente sus caminos se acababan cruzando de una manera u otra. En esa habitación dejaban ir todos sus pensamientos, tan solo existían ellos dos y nada más. En medio de la guerra que estaba por estallar, los dos jóvenes habían encontrado la manera de evadirse de la situación a través del placer y la lujuria. Al principio tan solo era eso, una forma de evasión, pero poco a poco todo fue cambiando.

Ante el miedo de ser descubiertos, Porco solía echar a Reiner de la habitación en mitad de la noche, antes de que los primeros centinelas iniciaran su ronda. A las dos semanas dejó de hacerlo. Sucedió una noche, dormían abrazados tras varias rondas apasionadas. Reiner entreabrió los ojos en busca del reloj que ya marcaba su hora de partida. Lentamente se recolocó para levantarse de la cama, pero pronto fue sorprendido por el brazo de Porco aferrándose a su cuerpo. "No te vayas" le dijo en un susurro que se perdía entre los suaves vientos de la noche. Reiner creyó haber escuchado mal, se volteó hacía Porco y este sin soltarse de él volvió a susurrar: "quédate conmigo, por favor". Atónito por sus palabras, Reiner, asintió en silencio y volvió a acostarse en la cama, correspondiendo al abrazo de Porco. Sin saber cómo, los dos jóvenes empezaron a amanecer junto al sol entre refunfuños y caricias.

A pesar de sus intentos de no ser descubiertos, su relación se convirtió en su secreto a voces. Sus miradas de complicidad les delataban allá donde fueran. Nadie les preguntaba al respecto pues sabían de antemano que ni ellos mismos podrían responder sobre la naturaleza de su relación. En las reuniones de guerreros el ambiente cambió, aquella antigua tensión afilada ya no existía. Todos se dieron cuenta, no dijeron nada, pero se alegraron por ellos dos.

Reiner y Porco eran demasiado orgullosos para hablar de su relación, pero hay sentimientos que no se expresan con palabras, algunas que dicen más cosas cuando callan. Preferían dejarse llevar por toda aquella avalancha de sensaciones, la vida de los guerreros era corta, intensa y dolorosa, no vale la pena detenerse para hablar del amor si este solo causa más dolor. Pero estaba claro que ambos, irremediablemente, se estaban enamorando. Ellos eran así ¿Qué podían hacer si enamoraban de la altura y no pensaron en la caída? ¿Pero como podían no gustarse? Se complementaban el uno al otro, no como una media naranja sino como el día y la noche.

Llegó un momento en que dejaron de tener sexo y empezaron a hacer el amor. Abandonaron las fuertes estocadas para fundirse en infinitos besos mientras sus manos se entrelazaban en el lento vaivén de caderas de Porco. No podían evitar juntar sus frentes al hacer amor, necesitaban sentirse el uno al otro. Cuando terminaban ambos esbozaban una tierna sonrisa y se besaban dulcemente para después quedarse sumidos en el dulce sueño de Morfeo. A veces se quedaban con las ganas de decirse aquellas palabras que se dicen los enamorados, pero no eran capaces. Pero, ¿Acaso no era obvio lo que sentían? Las palabras sobraban cuando se trataba de ellos dos.