-Capítulo 3-

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Había pasado casi un mes desde que regresó a Marley, sin embargo, todo le seguía pareciendo extraño; las calles, la gente, los ruidos, los olores, .... Mientras paseaba por esas calles tenia reminiscencias de un pasado ya lejano. Le venían imágenes fugaces de su niñez, pequeños destellos de una vida perdida. Reiner sentía que cada recuerdo que evocaba se extraviaba en el fondo de su ser para no ser hallado nunca más. Hubiera deseado encontrar el camino para recuperarlos y hacer que duraran una eternidad. Sintió una gran tristeza. Pero luego pensó que, si olvidaba sus recuerdos de la infancia, quizás seria capaz de olvidar los últimos cinco años.

Caminaba por el centro de la ciudad, en medio del paseo principal que como era de costumbre a esa hora de la mañana, estaba lleno de gente. Con la mano derecha sujetaba un pequeño cesto de mimbre. En su interior transportaba unas pocas verduras y frutas que su madre le había pedido que comprara en el mercado. No es que le hiciera mucha ilusión ir a comprar, pero al menos salía de su habitación y mantenía la cabeza ocupada en otros asuntos. Recién había comprado todo lo que su madre le había pedido y se disponía a volver a su casa, cuando al girar la esquina los vio.




-Mira- dijo Pieck- es Reiner.

Porco miro entre la multitud intentando divisar al joven.

-Ahí a lo lejos, junto a toda a esa gente, justo al girar la esquina. No mires directamente- le dijo en voz baja.

Acto seguido Porco miró de reojo y vio a Reiner caminar con la cabeza bajada dirección hacía ellos. Había bastante gente en la calle, ¿los habría visto? Y aunque lo hubiera hecho, ¿querría hablar con ellos?

- ¿Qué hacemos Pieck? - preguntó Porco- ¿Deberíamos acercarnos y saludarlo?

- Creo que eso es mejor que lo decida él mismo- respondió la joven.

Justo en ese instante Reiner alteró su trayectoria y giró a mano derecha, hacía una de las calles continuas al paseo principal. Pieck y Porco observaron como el joven desapareció por completo de su vista. Sabían que por esa calle que acaba de tomar no se iba a su casa.

- Tal y como esperaba. No quiere vernos – dijo Pieck apenada.

Porco se quedó contemplando la calle en la que Reiner giró. Entonces se perdió en sus pensamientos. ¿Por qué tenia que ser así? Pensaba. ¿Es que acaso no podía enfrentar las cosas como un hombre? Además, ¿Qué le habían hecho ellos para que los ignorase de esa manera? Definitivamente, quería hablar con él a solas. Una conversación de verdad, cara a cara.

- Oye, Porco, oye, eh, ¿me escuchas? - Pieck estaba delante de Porco haciendo gestos con la mano.

Porco volvió en si y la miró.

-Disculpa, no estaba prestando atención- respondió.

-Ya veo- empezó Pieck- siempre distraído cuando se trata de Reiner ¿no? – dijo con una leve picardía.

- No va por ahí el asunto- contestó Porco rápidamente y así evitar cualquier malentendido- Lo que te dije el otro día acerca de Reiner y como me sentía al respecto no era del todo cierto. Es decir- se intentó explicar- no es que mintiera sabes, pero creo que aún tengo que pensarlo todo con calma, con más calma todavía.

- Entonces, ¿no quieres que averigüe lo que tú ya sabes? - preguntó confundida la joven.

-Si, si quiero – respondió inmediatamente- sí, pero no. Ósea, quiero que lo averigües, pero aún no. Necesito tiempo. O quizás no. No sé qué quiero. Y tampoco sé por qué te dije eso, la vedad. Bueno haz lo que quieras. ¡Ahhg! ¿¡por qué es todo tan lioso!? – exclamó frustrado.

Pieck se quedó más confundida que antes

- Entonces, ¿le preguntó o no?



Reiner entró en su casa y dejo la cesta encima de la mesa de la cocina. Su cabeza empezó a funcionar de nuevo. Seguro que sus compañeros pensaban que era patético por haber huido de esa manera. Él no tenia ganas de verlos. Tampoco sabía que hablarles. Seguramente se hubieran parado a saludarle y esperarían algún tipo de conversación que él no les podía dar. Además, tenia que ser justamente Porco, y junto a Pieck. Por alguna razón le molestaba el dúo de estos dos. ¿Por qué siempre iban juntos? Pensaba ¿Y esa complicidad qué tienen? ¿Acaso eran pareja o algo? De todas formas, eso no tenia nada que ver con él. Sin embargo, no dejaba de darle vueltas. Quizás en el fondo deseaba tener esa complicidad con alguien también.

Se estiró en su cama y empezó a pensar en eso de la complicidad. Se acordó de Annie, Bertholdt y Marcel. La primera siempre fue más fría con él, pero no podía negar el gran afecto que le tenía. Habían sido compañeros en todo momento y a pesar de que las cosas fueran mal, siempre intentaron permanecer unidos. La cosa no fue como planearon, el resto ya es historia. Recordó a Marcel, el joven que lo envió a la isla para proteger a su hermano, y que luego se sacrificó para salvarlo a él. Cuantas veces había deseado haber muerto a manos de ese titán en vez de su compañero. Ya no se acordaba, eran demasiadas. Sentía que estaba en deuda con Marcel. A causa de su incompetencia le había arrebatado todo, incluso su personalidad. Quería enmendar y redimir su culpa. Sabía perfectamente con quien tenía que hablar, pero ¿estaría él dispuesto a escucharle? Aunque no quisiera atender a lo que le fuera a decir, se prometió a si mismo y a Marcel que haría lo que él no pudo hacer: proteger a su hermano pequeño.

Siguió dándole vueltas a la complicidad y tal como se esperaba los recuerdos de los cadetes de la promoción 104 vinieron a su mente. Reiner sabía que no hizo bien en querer entablar amistad con ellos, no porque fuera un pecado, sino porque sabía que se acabaría encariñando de ellos. Todos eran particulares a su manera.

Sasha, quien era capaz de oponerse a cualquier autoridad con el fin de conseguir un poco de comida. Luego estaba Connie, cómplice inseparable de la chica patata, así la llamaban, recordó. Poco después Jean, tras cansarse de perseguir a Mikasa, se unió al dúo. Se acordó también de esas dos: Christa e Ymir; la segunda había resultado ser el titán que devoró a Marcel, y en cuanto a la primera, tuvo cierto interés amoroso en ella. Sin embargo, desistió al darse cuenta de que Christa e Ymir mantenían una relación de pareja que ellas siempre negaban a pesar de lo obvio que era. Desistió por eso y por otro motivo. A parte de ellas, ahí estaban, el famoso trío inseparable: Armin, Eren y Mikasa. El primero demasiado astuto, la segunda demasiado fuerte y el tercero se proclamó como su némesis. Resultó un gran incordio que ese joven gritón fuera el portador del titán fundador.

Antes de la gran revelación, tuvieron una gran amistad y a Reiner le dolió saber que debía pelar contra él. Le dolía más de lo que a veces quería admitir. Ellos realmente, ¿Qué tuvieron? Nunca hablaron sobre lo que pasó y ahora ya era tarde para pedir explicaciones de nada. Todo empezó de forma natural, no se sintieron incomodos en ningún momento y tampoco necesitaban definir nada. Seguían siendo compañeros y amigos, nadie diría lo contario. Pero lo que pasaba por las noches decía lo contrario.

En ese entonces, Reiner se acordó de aquella primera noche... 

Redención     [Galirei, PorcoxReiner]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora