XIII: Decidido

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Sowon llevó a Jeonghan casi corriendo. Al llegar a la casa, la chica se asomó por la ventana y exclamó con voz dulce:

—Oh, parece que no hay nadie.

—Eso parece —dijo Jeonghan casi inaudible. Vio hacia todos lados pero no encontró a nadie.

Hacía frío, así que invitó a Sowon a entrar mientras esperaban que los adultos regresaran. Se retiraron las zapatillas en la entrada y Sowon tomó asiento en el sillón, mientras que el castaño buscaba una cajetilla de fósforos para encender las velas.

—¿Sabes a dónde fueron? —Jeonghan tomó la iniciativa para hablar.

Se sentó en el suelo, dando la espalda a Sowon y empezó a encender velas blancas para exterminar el frío de la casa.

—Supongo que salieron a conocer la aldea —Sowon contestó suavemente.

Hubo un silencio que permaneció suspendido en el aire durante un buen tiempo. Sowon estaba muy callada, Jeonghan aún no lograba descifrar su actitud.

Le preocupaba estar allí, solo, con ella. Le preocupaba darse la vuelta y encararle, pero aún así tuvo que hacerlo y cuando volteó notó que Sowon ya no tenía su abrigo.

—¿Por qué no te sientas conmigo y esperamos a que regresen? —invitó, palmeando el espacio disponible a su lado.

Jeonghan se sentó allí, en completo silencio, sintiendo como incluso el aire se volvía molesto y le hacía querer salir corriendo de allí.

—¿Has estado con una chica, Jeonghan? —el nombrado abrió los ojos de par en par. Parecía que la chica tímida y dulce que había conocido, había cambiado repentinamente.

—¿Qué?

—Puedo ser la primera... —Sowon utilizó tono meloso —Al fin y al cabo, seré tu esposa.

—Sowon...

La pelinegra empezó a desatar el corset de su vestido.

—No tienes que...

Dejó caer los hombros de este, dejando a la vista su perfecto cuerpo delgado. Jeonghan simplemente no pudo mirar más y se levantó.

—Por favor, vístete —Jeonghan le dio la espalda indignado.

—¿No te gusta? —Sowon obedeció y se volvió a vestir.

—No es eso, Sowon —el chico se dio la vuelta y se frotó la nuca con desespero —Eres hermosa, de verdad. Mi hermano Jisoo hubiera quedado encantado contigo, pero yo no puedo.

—¿Te gusta otra chica?

—¡No! —suspiró para calmarse —Y ese es el problema. No me gusta ninguna chica que haya visto. Si me caso contigo, estarás sometida a eternos años de sufrimiento e indiferencia.

—Pero tú me gustas, Jeonghan —Sowon se levantó y trató de acercarse, ahora más modestamente —Desde que te vi en la acampada.

—Pero tú a mí no —escupió Jeonghan —Además, en este momento no tengo cabeza para nada, mi hermano acaba de morir.

Jeonghan suspiró para calmarse y le dijo:

—No puedo casarme contigo, lo siento.

Sowon hizo sus manos puño y frunció su entrecejo.

—Bien —respondió entre dientes.

Tomó su abrigo blanco, se acercó a la puerta para calzarse y abrió la misma de mala gana.

—Sowon... —el castaño le siguió hasta afuera —Espera...

—¡¿Qué?! —la pelinegra se dio la vuelta haciéndole frenar.

Jeonghan bufó. Sacó del bolsillo de su pantalón aquella cadenita dorada, tomó las manos de Sowon, las juntó y luego la dejó allí.

—Dásela a alguien que la merezca. Y cuando ellos regresen, diles que salí a buscar algo.

Jeonghan se puso la capota de su capa roja como el vino, para darse vuelta y dejar a Sowon atrás.

Nunca debió haber conocido a aquella chica, fue una perdida de tiempo que lo alejaba de las cosas que realmente deseaba y debía hacer.

Jeonghan salió de la aldea. Él sabía hacia dónde se dirigían los hombres: allá donde el Lobo tenía su madriguera. Había visto huesos que conducían al monte Bukhan.

Corrió en las afueras de la aldea alcanzando al último hombre, pero se mantuvo sigiloso y aislado.

Jeonghan escuchó y vigiló desde la distancia. Aquellos hombres lucían como una manda de animales salvajes. 

Se percató de que su padre llegaba a la altura del padre de Mingyu, en la parte delantera del grupo. Tenían un aspecto airado y valiente.

—¿Un trago? —ofreció Jung Gi al señor Kim, este levantó la mano en señal de rechazo. Jung Gi encogió el hombro y dio un buen trago.

Jeonghan nunca había visto tanto compañerismo entre los dos. ¿Quién diría que el hombre más rico y el borracho de la aldea encontrarían un lugar común?

Las mejillas de Jeonghan se sonrojaron. Captó el movimiento de unos ojos negros, ahora no era momento de distracciones.

Vio que Seungcheol y Mingyu caminaban hoscos a cada lado de la multitud, y a la par: ninguno quería quedarse atrás respecto al otro.

Eran cautelosos, precavidos y sólo se atrevían a mirarse cuando tenían la seguridad de que los ojos del otro se dirigían a otra parte.

Con rápidos movimientos para mantener el ritmo, Jeonghan alzó la vista al cielo y detalló la luna llena color carmesí.

No podía soportar otra perdida más aquella noche.
 
El castaño empezó a reconocer el camino por donde iban cruzando los hombres.

La carretera destapada, el suelo empolvado, aquella casa solitaria y el pino que adoraba trepar cuando era pequeño. De alguna manera, habían llegado a la casa de la abuela.

Jeonghan esperó a que los hombres estuvieran lo suficientemente lejos como para no verle, y se escabulló por la puerta trasera hasta quedar dentro de casa.

Se aseguró de cerrar las ventanas y puertas, menos la principal por si la abuela regresaba pronto. Jeonghan encendió unas cuantas velas y robó uno de los panecillos de avena que la abuela tenía sobre la mesa del comedor.

Se sentía como en casa, a pesar de estar lejos de la aldea y muy cerca al bosque oscuro.

Aquello no le impidió tomar una manta de lana de oveja y tumbarse en el sofá de la abuela para descansar un poco, mientras la anciana regresaba.

 

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siento que este cap es relleno jakskja

espero que ustedes no lo vean así y que al menos les esté gustando la adaptación.

gracias por leer :)

狼 red cape boy › jeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora