XVII: Celebración

631 129 12
                                    

La noche había caído en Gangbuk, y la oscuridad y el invierno no parecían ser problema alguno. En cada esquina había una antorcha y en cada calle colgaban lámparas tradicionales con velas dentro.

Toda la aldea vestía sus trajes tradicionales, reían, bailaban, comían y bebían a la luz de la enorme luna roja, como si estuviesen burlándose de ella.

Jeonghan había dejado a un lado su capa roja como el vino para ponerse un Hanbok rojo oscuro, de mangas blancas. Se había peinado su cabello castaño y lucía increíble, listo para sanar algunas heridas.

Salió de su casa rumbo a la plaza de la aldea, habían mesas con bebidas, frutas y una bandeja sosteniendo la cabeza de un cerdo con una manzana roja en la boca.

Habían improvisado una tarima a partir de unos pocos tablones compactos, encima de esta, aldeanos golpeaban tambores, soplaban las flautas y una chica sentada en el suelo, tocaba el Gayageum al ritmo de la música.

Nadie cantaba, sólo se escuchaban los sonidos de entusiasmo de los músicos y la gente frente a ellos. Bailaban frenéticos, solos o en pareja.

También habían unos cuantos disfraces, de lobos y algunos cerditos. Las voces rebotaban por la plaza y hacían parecer como si hubiesen cientos de personas más allí.

Jeonghan rodeó la multitud y caminó hacia donde parecían estar los amigos de Jisoo. Algunos de los disfrazados se inclinaban hacia él y elevaban sus manos para asustarle.

—¿Estás bien? —le preguntó Seokmin cuando le vio acercarse con incomodidad.

—Sí... —Jeonghan miró hacia atrás y confirmó que los molestos disfrazados no vinieran detrás. Luego volvió hacia el frente.

—¿Ya viste quién baila con tu mejor amigo? —cuestionó Jihoon a Jeonghan y le señaló hacia la tarima, donde los aldeanos bailaban.

Jeonghan buscó entre las cabezas, a aquella cabellera negra. La encontró vistiendo un Hanbok gris y bailando con Jookyung, una señorita de Hanbok rosa, labios rojos y cabello suelto.

Ella movía sus caderas para Seungcheol, el pelinegro se mantenía neutro pero le seguía el ritmo a la perfección.

Jeonghan sintió que su sangre hervía... Sentía como si Seungcheol le estuviera castigando por lo del matrimonio con Sowon, cuando eso ni siquiera había sido cosa suya.

—Quién diría que el ladrón cara de psicópata, bailaría hoy con una de las mas lindas de la aldea —Jihoon ladeó la cabeza.

—Ella está arruinando su reputación al bailar con Seungcheol —comentó Soonyoung.

Jeonghan vio que las llamas de la hoguera había crecido. Se elevaban alto y proyectaban sombras alargadas que bailaban por el suelo.

Justo en ese momento, pasó por allí una señora sosteniendo una bandeja con bebidas. El castaño alargó la mano, tomó una copa, llevó la cabeza hacia atrás y vaciando todo su contenido en la boca, tragó sintiendo cómo le quemaba la garganta.

Levantó la cabeza y se alejó del grupo de amigos para acercarse a la fuente de agua en medio de la plaza, donde había un grupito de chicas sentadas. 

—¿Alguna gusta bailar conmigo? —preguntó con tono frío, colocando una mano tras su espalda y extendiendo la otra. Tres chicas se pusieron de pie, pero sólo una fue más rápida y tomó la mano de Jeonghan.

Se acercaron al fuego y comenzaron a bailar junto a las demás personas. La chica de cabello lacio era sonriente y atrevida, mientras que el castaño sólo se preocupaba por posicionarse donde Seungcheol pudiese verles.

Dos pasos al frente, un paso atrás, tres pasos al frente y ahora Jeonghan la tenía demasiado cerca, cara a cara, cuerpo a cuerpo.

Ninguno de los dos se detenía a pensar hacia donde girar o cómo moverse. La chica se puso de espaldas a Jeonghan, elevó sus manos y él se encargó de buscarlas en el aire y agarrarlas. Jeonghan se sumergió por un minuto en el baile y no notó cómo Seungcheol le miraba.

Aunque el baile de Jeonghan y Seungcheol eran distintos y sus cuerpos diferentes, ambos se entregaban a la misma danza: la danza de los celos, tan antigua como el ser humano.

Jeonghan observó a Seungcheol, que lo observaba a él, y ambos fingieron no hacerlo. La energía fluía entre ellos, transportada por unas líneas invisibles que juraban no encontrarse jamas.

Cuando los músicos se detuvieron para cambiar de ritmo, los bailarines terminaron su danza y se tomaron un descanso.

Jookyung se despidió de Seungcheol con un beso en la mejilla. Mientras tanto, la chica frente a Jeonghan le miró fijamente como si esperase que este culminara con un beso. 

—Nos vemos más tarde, Jeonghan —sonrió rindiéndose y se fue.

El nombrado buscó a Seungcheol con la mirada, y a lo lejos le vio introducirse solitario a un callejón que quedaba tras el mercado de la aldea, el cual se encontraba vacío. Jeonghan corrió tras él y le vio entrar a un cobertizo de madera, donde guardaban mercancía del mercado.

Seungcheol aguardaba por Jeonghan recostado en la pared, con los ojos salvajes y peligrosos. Él sabía que el castaño vendría tras él.

—Bailas bien —fue lo que dijo Jeonghan cuando cruzó la puerta, con su rostro perfecto y labios rojizos naturales —Haríamos buena pareja de baile, pero tu prefieres bailar con las zorras de la aldea.

—¿Qué es lo que te pasa? —cuestionó Seuncheol frunciendo el ceño —Sabes que no podríamos bailar. Tú eres un prometido y yo... sólo el hijo ladrón de la aldea, aún.

—No soy ningún prometido —aclaró Jeonghan —No me voy a casar.

—¿Bromeas? Han Soo no te permitiría tomar esa decisión —Seungcheol bufó viendo hacia otro lado.

El cobertizo estaba iluminado apenas por un viejo candelabro que colgaba del techo, y tenía el suelo cubierto de paja amarilla, casi marrón.

—Seungcheol, renuncié a mi matrimonio por tí —Jeonghan se acercó un poco más —Pero dime, ¿por qué estas tan indiferente conmigo?

Seungcheol le miró fijamente y en silencio. Después habló:

—No te quiero meter en problemas, Han. Yo no soy bueno para tí.

—¿Y qué es bueno para mí, según tú? —Jeonghan entrelazó sus brazos.

—Cuando tu hermano falleció, esa misma tarde me acerqué a dar mis respetos, pero tu madre me advirtió que me alejara.

—¿Qué? —el castaño parpadeó seguido.

—Ella dijo que si de verdad te amaba, entonces debía dejarte en paz. Y no sabes cuánto me ha dolido tener que mantenerme lejos de tí, cuando no te vi durante tantos años —Seungcheol levantó la mirada y Jeonghan pudo notar el dolor en sus ojos.

—Pensé que no habías ido  —Jeonghan se acercó aún más —Mi madre no me dijo nada.

—Esa es la cosa... Ella me quiere lejos de ti. Aunque tu matrimonio se haya cancelado, no nos permitirán estar juntos nunca.

狼 red cape boy › jeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora