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Después de dejar a Win en la empresa, fui al autódromo dónde me esperaban mi tío, y todo mi equipo de mecánicos.

—¡Oye cambia esa cara! —exclamó mi tío mientras caminabamos al auto.

—Lo siento, es que de verdad no quiero irme —suspire—. No ahora tío.

Hijo tú eras quién quería convertirse en piloto de formula uno, ahora tienes que cumplir con tus compromisos —afirmó serio—. Si no lo haces los sponsors te dejarán.

—Lo sé, lo sé —respondí resignado—, pero no hay alguna forma de que vaya solo uno o dos días antes de la carrera.

—Bright.

—Lo sé, lo sé, no la hay.

—Señor Vachirawit, el auto está listo —afirmó mi jefe de mecánicos entregándome el casco.

—Esta bien, voy.

Me coloqué el casco y subí al auto, era uno de los tantos que había estado probando desde ya hacía un mes, ninguno me había convencido durante ese tiempo, ninguno era tan rápido como mi auto anterior, pero después del choque quedo destruido, y como todavía investigaban que paso no podían entregarmelo.

Comencé a conducir y después de unos segundos pude escuchar a mi tío hablando con mí jefe de mecánicos desde el comunicador.

—Señor Kik cuando piensa decirle al señor Vachirawit que han estado saboteando todos los autos que condujo.

—No lo sé, aún no estoy seguro de decírselo.

—Pero...

—Solo sigamos con el mismo plan, siempre probaremos el auto antes que el, entiendes.

—Esta bien señor.

—Olvidaron el micrófono encendido tío —informe por el comunicador.

—Bright escucha —me pidió, pero entonces apague el comunicador.

Terminé la vuelta y baje del auto furioso, mi tío nunca me había mentido, ni ocultado algo como eso, no podía creer que lo había estado haciendo.

—¡Escucha hijo! —exclamó acercándose a mi.

—No tío, no puedo creer esto —afirme molesto—. Han estado saboteando cada uno de los autos que conducí y no estaba enterado.

—Lo siento Bright es que...

—¿Qué tío?¿Qué? —pronuncié interrumpiendolo—. Son mis autos, ¿cómo pudiste ocultarme eso?

—Tienes razón hijo, lo siento.

—Ya es tarde para disculparte, solo dime si saben algo de eso ya.

—Nada hijo, más tarde iré a hacer la denuncia, pero ni siquiera sabemos cómo se enteran de cuál es tu auto.

—¡Maldición! —grité molesto—. ¡Maldición!

Calmese señor Vachirawit, realmente es difícil saber eso —afirmó entonces mi jefe de mecánicos—. Recuerde que usted no es el único corredor que hace las pruebas aquí, vienen miles de personas todos los días.

—Tiene razón, lo siento, es que no puedo creerlo, de verdad —afirme molesto.

Tranquilizate hijo, dejémoslo en manos de la policía mientras tanto —sugirió mi tío tranquilo—. Es mejor que te concéntres en las carreras que se acercan.

Secreto2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora