Secretos en una plática ajena

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En el centro de una ciudad nebulosa se encontraba una pareja de jóvenes trabajadores hablando después de su jornada laboral.

Eran apenas las cinco de la tarde, pero gracias a la falta de sol y a la neblina que los cubría, bien podrían haber dicho que se encontraban solos en el mundo, andando en un tiempo no especificado.

Ambos tenían un café en la mano y una chamarra de color negro acolchada, muy propia para el tiempo que hacía. Se habían separado de los otros trabajadores, y como era usual, Maribel inicio la conversación de la manera más aleatoria que se le pudo haber ocurrido.

—La bebida es necesaria si no tienes personas en las cuales apoyarte, un buen amigo, una pareja. Creo que incluso los buenos padres entrarían en esa categoría —dijo, una observación acertada para el día.

Se había descubierto que uno de los compañeros de la empresa, se llamaba Héctor, un compañero bastante retraído y usualmente también catalogado como deprimido escondía botellas y una cantimplora llena de Vodka en su último cajón, pero esto había pasado en la sección de Mirabel, Luis no sabía nada al respecto, por lo que su observación no fue algo estrechamente relacionada al tema.

—¿Por qué?, ¿porqué los mantienes? —intentó burlarse, para el los padres, y en especifico los suyos, no eran más que sanguijuelas chupa sangre, humanos egoístas que traían más humanos al mundo simplemente para ser cuidados en tiempos de vejez.

—No exactamente, —aclaró deteniéndose el cruce peatonal— porque te quieren y te escucharán —Mirabel había tenido otra clase de padres, o tal vez los mismos que Luis, solo que con una máscara más resistente.

—Tú no tienes nada de eso —dio a relucir con una sonrisa jocosa, el también conocía a los padres de Mirabel, y en su mala experiencia, ellos eran iguales a los suyos.

—Sí, lo sé —Mirabel se halló contra la espada y la pared, tenía que cambiar de tema—. Yo lo que hago es que cuento todos mis pequeños y raros secreto, y los que son desagradables los guardo a mi sola.

—¿Quieres decirme uno? —canturreo Luis acercándose más de lo debido a Mirabel.

—Mmmmm, no —terminó Mirabel, cruzando por la carretera.

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