—Es un giro bastante increíble que la pareja más opuesta, la de Varia y Ranik, terminara ganando esta contienda —fue lo que dijo Raniya aquella temprana mañana, después de que la pareja anunciara su descubrimiento. Estaban reunidos en la terraza comedor del palacio, la parte más alta, dónde incluso el mismo edificio se cubría de nubes, y no se veía en el ambiente nada aparte de eso—. Entonces, ¿Qué volcán es semejante al volcán de Dragis, Varia?
—El volcán de Osfos, oculto en las profundidades del mar —respondió—. Cumple con todas las características, es el más grande de Erydas, y sabemos que nos llevará directamente a las profundidades del Inframundo, a las cuevas de Asfos.
—Inteligente, tengo que admitir, buscar en un pasado que no todos conocen, es cierto, en un mundo que ni siquiera es el nuestro —esto lo dijo seriamente, en sus ojos se veía una mirada vacía, con rastros del pasado. Sin embargo, se recompuso, y lo siguiente que dijo, entonces, tomó un tono juguetón—. ¿Y quién dará su más grande don a favor de nuestra causa?
—¿Nuestro más grande don? —preguntó Connor, incrédulo. Ella explicó:
—Algo que añoren mucho, que sea eso mismo, un don. Preciado no solo porque sea grande, sino porque los convierte en algo grande. Dafaé renunció a sus dones musicales para permitirnos entrar al Inframundo.
Todos concentraron su mirada en ella. Dafaé estaba seria, imperturbable, con ojos cálidos que, también, demostraban aunque sea un poco de emoción.
—Todos tenemos dones —fue Suzzet la siguiente que habló, con cejas arqueadas, y un ceño pensativo—. Somos poderosos en muchos sentidos. ¿Podemos dejar alguna parte de nuestro poder? Uno de aquellos muchos dones que vienen con él...
—No —respondió Varia, y su seriedad marcó un silencio largo y fuerte en la conversación—. Tiene que ser un don terrenal. La energía es algo distinto a lo que conocemos, nos viene de por sí, y es por eso que se manifiesta en la magia universal, en los elementos. Es un don, más no es uno que se gane, uno que importe mucho al que lo tenga. Un don que traiga tanto armonía como tristeza, un don mortal. Eso es lo que tienen que dar.
—Un don, ¿Cómo el mío, que cambio de forma? —preguntó. La mirada de Raniya se iluminó, mientras que sus labios, que en algún momento fueron dulces, pero que ya eran todo veneno, dijeron lo siguiente:
—Sí, un don como ese, que creían que era mío, no lo era. Yo les potenciaba la habilidad de convertirse en lobos, más nunca fui la que los hacía cambiar de forma. Entonces, ¿Lo darás a favor de nuestra causa?
—¡No! —exclamó Suzzet, con mirada intranquila y una expresión algo furibunda. Todos la miraron interrogantes, más ella logró tranquilizarse, para luego decir_: Quiero decir, debemos barajar las posibilidades, el poder de Connor es demasiado valioso, y, si nos vamos a enfrentar a los elfos oscuros, no creo que valga la pena entregarlo.
—Dejaré que lo piensen, entonces —fue lo último que dijo Raniya, acompañado de—: Nos vemos mañana, saldremos temprano.
Los demás dioses también se marcharon. Todos excepto Skrain, que parecía ser parte especial del grupo y no tener sus tareas como los demás. Entonces, fue Ranik el que habló:
—Es raro saber que tenemos más dones aparte de los que nos hicieron creer que eran por la Luna, o por el Sol. Entonces, ¿La música, la belleza, todo es nuestro?
—No —explicó Suzzet—. Es solo que todos los que tendrán un poder o habilidad son talentosos de por sí, y hay cosas afines, como la música, que se les da a los que tienen dones que se relacionan con el elemento del agua.
—Puedo dar mi don con la música —dijo Alannah. Su voz fue un murmullo, apenas imperceptible, desprovista de toda aquella confianza que le había dado tono en un principio—. No lo necesito, nunca volveré a vivir, mucho menos lo quiero ya.
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Murmullos de Skrain
FantasyLa guerra entre dioses y humanos está en su punto más alto. Las tropas se preparan, los reinos enemigos se unen para defenderse de un poder al que apenas pueden entender. Zedric vive en un reino dividido. Algunos prefieren elegir a un nuevo y pode...