Capítulo 16. «Roces inconvenientes»

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Conquistar.

Adaliah pensó en aquello demasiado. Por un momento le pareció increíble, más al siguiente comenzó a tomar sentido. Akhor era una parte importante del equipo de Raniya, un dios poderoso que podía saber lo suficiente, y dar buena información también.

De pronto, entonces, comenzó a sopesar las posibilidades de conquistarlo. Había bromeado respecto al hecho de la atracción y todo lo que tenía que ver con ella, entonces, cuando vió aquello como una posibilidad real, su mente no pudo darlo por hecho.

La hora de lo entrenamientos llegó. Cada quien tenía que mejorar sus métodos de batalla ante la inminente batalla, y las primeras lecciones serían dadas por los mentores especialmente a cada uno de sus campeones. Adaliah tenía que pasar más tiempo con Akhor, y eso hizo que se sintiera incómoda, intranquila, y un tanto nerviosa.

No podía evitar mirarlo y pensar en lo que tenía que hacer. A momentos le daba risa, a otros miedo, y cuando no pensaba en eso dedicaba su tiempo en observar a los demás para tratar de distraer sus pensamientos.

Skrain y Suzzet luchaban de forma un tanto brusca, pero, más que nada, movida. Parecía que realmente estaban en un campo de batalla. Él usaba el aire para mandarla por todos lados, mientras que ella parecía tener un dominio de la magia del todo magnífico. Parecía que podía hacer de todo. A veces reían, a veces reñían, nunca parecían detenerse.

Por su parte, Ranik y Varia eran polos opuestos. Mientras que él era más de usar su elemento y la espalda para defenderse, ella era más de luchar cuerpo a cuerpo, limitándose a usar sus habilidades unas pocas veces, más bien yendo de un lado al otro con una velocidad increíble.

Connor llamó su atención entonces. Él reía y reía mientras se entrenaba con Olemus, ambos tenían estilos de lucha burdos y rudos, más lo que le llamó la atención de ellos es que Alannah, que no estaba lejos, los miraba atentamente, un aire serio en su rostro. Parecía sufrir mientras luchaba, estaba algo perdida, no se veía como ella misma.

—Deja de concentrarte en los demás y concéntrate en tí misma —la regañó Akhor, con ojos entornados—. Hubiera podido derribarte en cualquier momento de nuestra pelea, más he sido caritativo porque no me pareció lo suficientemente divertido.

—Divertido, ¿Eh? —Adaliah concentró sus ojos en él, y eso hizo que su respiración se ralentizara—, parece que el rey del hielo está perdiendo sus propiedades frías frente a mí. ¿Tanto te gusto?

Peleaban con palos de madera. Akhor comenzó a intensificar sus movimientos, yendo de un lado al otro con extrema rapidez, buscando impactar en alguna parte de su cuerpo. Adaliah se guió de sus instintos para intentar detener los golpes, porque, aunque tenía buenos sentidos, no podía saber lo que haría Akhor al momento siguiente.

Él la miraba fijamente. Ni siquiera esperaba a que respondiera, simplemente impactaba contra ella una y otra vez, todas en direcciones distintas. Adaliah apretó los labios, ya estaba comenzando a retroceder, el sudor cayendo de su frente. Entonces, cuando menos lo esperó, él dió un paso hacia atrás, alejándose de ella, y recibiendo un golpe, fuerte, en sus brazos. Eso no lo hizo ni trastabillar, porque lo esperaba. Acto seguido, él fue a dar otro paso hacia atrás, uno que la descolocó, luego volvió hacia adelante y lanzó un golpe fuerte, hacia sus piernas, que Adaliah no pudo detener.

Se dobló en dos, cayendo de rodillas al suelo. Para reafirmar su punto, él le dijo, al oído:

—En cualquier momento.

Lanzó otro golpe. Adaliah alzó su palo de madera para detenerlo, y lo hizo, más él fue rápido y cambió el destino del siguiente, que fue directo a su espalda. Ella soltó un gemido de dolor, e, incrédula, bajó la cabeza. Akhor nunca había sido tan grosero o brusco, no era una cosa que lo caracterizara.

—¡¿Cómo te atreves?! —Skrain, con un tono furioso e inquebrantable, avanzó hacia ellos, sus mejillas sonrojadas y los ojos fijos en Akhor, casi saliéndose de sus órbitas. Connor y Ranik lo siguieron, todos parecían furiosos, ofendidos, como si los hubieran golpeado a ellos—. Se supone que debes de enseñarle, más no de esta manera. Adaliah —su voz parecía tranquila mientras decía esto, tranquilamente relajante— ¿Estás bien?

Le extendió su mano. Ella, que ya estaba bastante avergonzada de qué todos pusieran su atención en ella, asintió.

—Yo sé como le enseño y le reprendo, no tienes que meterte en esto, pequeño Skrain.

—Pero...

—Fue culpa mía, es cierto —dijo Adaliah, esquiva—. Resolveremos esto entre nosotros, pueden seguir entrenando.

A Adaliah ya no le gustaba ser el centro de atención. No quería sentirse como Amaris, que se ganaba la compasión de todos, o Piperina, la que se enorgullecía de sus logros. El tiempo de enorgullecerse había terminado. Antes era una heredera, poderosa, fuerte, más en aquel momento después de tanto sufrir, lo había perdido todo.

—Ven, Adaliah —dijo Akhor una vez que Skrain se hubo alejado. Ella lo miró a los ojos, aceptó su mano a regañadientes, más no dijo nada, solo se sacudió las piernas del polvo y tierra.

—No entiendo porque te tomas las cosas tan enserio —fue lo primero que Adaliah dijo, unos segundos después, ya cansada de fingir que su forma brusca de actuar no le había ofendido—, ¿Qué ganas tú gastando todo este tiempo en mí? Entiendo que Raniya tiene un plan, y todas esas cosas, pero...

—Dioses, Adaliah, deja de pensar —insistió él. Se miraban fijamente, dos ojos prácticamente igual de claros concentrados, intensos, fuertes. La atracción siempre había estado ahí, y era en eso en lo que Adaliah no dejaba de pensar. No quería que Akhor lo supiera, y solo de pensar en eso fortaleció sus defensas, formó un muro de hielo en su mente para que nadie, absolutamente nadie, se enterara de sus dudas. No entendía porque nunca, nunca, le había gustado alguien realmente, pero, de repente, se sentía atraída por dos tipos totalmente diferentes.

—Yo... —suspiró—. Sí, lo haré.

Dejar de pensar no sería sencillo, mucho menos con las nuevas palabras que había en su mente, más, por un momento, pensó que, si realmente quería conseguir lo que Eadvin le había propuesto, conquistar a Akhor, tendría que hacerlo de manera auténtica, viéndose como ella misma, de manera que él no sospechara.

Ambos volvieron a sus posiciones. Él comenzó a golpear, rápido, y Adaliah, por primera vez en todo el día, estuvo preparada para recibirlo. Un golpe, otro, izquierda, derecha, hielo. El hielo fue directamente a sus pies, buscando descolocarla, más Adaliah lo evitó dando un giro hacia la derecha y guiando al hielo en su propio beneficio. Akhor sonrió. Ella estaba apunto de responder cuando él la detuvo, diciendo:

—Hemos terminado. Es momento de que te enseñe algo más importante que luchar.

Adaliah frunció el ceño y miró detrás de ella, tratando de decidir que es lo que Raniya pensaría de aquello. Entonces la vió, firme, bella, y poderosa, observándola directamente desde el balcón real, aquel que daba vista a todos los jardines del palacio, en el último nivel del mismo.

—Ve —dijo ella. No es como que Adaliah pudiera escucharlo, porque estaba bastante lejos, más pudo leerle los labios, los conocía bien porque, a pesar de todo, seguían siendo los de su hermana.

Murmullos de SkrainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora