Capítulo 17. «Siempre fue él»

111 25 4
                                    

Ranik estaba cansado de sufrir. Sufrir en sueños, sufrir en vida. Sufrir por extrañar a Amaris, sufrir por no saber lo que seguía.

Guerra, devastación, sufrimiento, es cierto que todo parecía estar a la vuelta de la esquina.

Sin embargo, la actitud de Raniya hacía las cosas distintas. Se burlaba de todo, parecía un tanto ajena al mundo que la rodeaba, parecía tener motivaciones, pero al mismo tiempo no le importaban, y la dualidad de esto lo confundía.

Tal vez aquel mismo sufrimiento había puesto a Ranik en un estado de ánimo tan penitente que ni siquiera se había dado cuenta del sufrimiento de los demás. Y es que, entre todos, el ánimo de Varia era tan cambiante, tan flexible, que ni él mismo, que había estado tanto tiempo a su lado, podía leerlo. Aún así, aquel día, después de decidir que ya no sufriría tanto por algo tan complicado, empezó a notar la diferencia en su comportamiento.

Raniya les había dado una nueva misión. Iban a ir por los elfos, sí, pero necesitaban encontrar una entrada secreta, buscar entre los mitos y leyendas hasta encontrar una manera oculta de entrar al Inframundo, de llegar a él sin ser descubiertos por Cara, aquella nueva diosa que mantenía al mundo mortal e inmortal separados, y que en algún tiempo fue una aliada, pero de la que ya nadie sabía nada.

Ahí es donde el asunto se complicó. Todos fueron a la biblioteca, buscando, mientras que Raniya reía y jugaba con su corte. Varia no parecía muy feliz. No hablaba tanto como solía hacer siempre, tenía una mirada vaga y de vez en cuando balbuceaba cosas inentendibles. Parecía estar en cualquier lugar excepto ahí, con Ranik, buscando. Este se inclinó, mirándola fijamente, notando que la penitencia también hacía bellos los rasgos alargados y finos de Varia. Incluso sus labios, fruncidos, tenían cierto aire atractivo aún cuando no sonreía.

Varia se percató de que Ranik la estaba observando. No estaba acostumbrada a eso, a qué él la mirara a ella y no ella a él. Sus ojos, esos ojos celestes y flotantes, del color del agua en su estado más tranquilo, se concentraron en ella con una curiosidad palpable. Ella era la diosa del amor, veía y entendía las emociones de cada ser que la rodeaba. Aún así, le costaba mucho entenderlo completamente a él, porque sus emociones no eran tan terrenales, (las que su poder podía ver, a las que estaba ligado), sino que eran mucho más trascendentales, de esas que hacían que Ranik tuviera una consciencia plena de sí mismo hasta tal punto que ya ni siquiera se preocupaba por su estado físico o mental, sino por el de los demás. Se preocupaba por Amaris, por Connor, por sus amigos, por todos aquellos que habían sido en algún momento importantes para él.

—Di lo que piensas y deja de mirarme —dijo ella cuando ya no pudo contenerse. Mirarlo, así, era demasiado. Ranik siempre había sido atractivo a sus ojos, pero el mismo hecho de que él no sintiera lo mismo que ella, que ni siquiera la notara, ayudaba bastante.

—No pareces especialmente feliz hoy —fue lo que él dijo. Varia sonrió, y él se dedicó a preguntar—: ¿Estás bien?

—Ranik, que parezca que estoy feliz no quiere decir que lo esté. Que no tenga los ánimos para mantenerme bien ante los ojos de los demás tampoco debería de importarte mucho. Sigue buscando.

—Yo... —él se quedó callado, por un segundo, sin saber exactamente qué decir. Nunca la había visto así, con esa actitud, tan seria. Sus ojos ya no tenían nada de amarillento o aquel color cercano al anaranjado, se veían completamente castaños. Mirarla, así, lo dejó incluso atontado.

—Estoy cansada de estar aquí. Si quieres saber algo de mí —se levantó, aquel cuerpo delgado, largo, y esbelto quedó en toda su amplitud frente a él, parecía flotar—, entonces búscame en mi piso.

—No, Varia, por favor —pidió él—. Tienes milenios de vida más que la mía. Debes de saber más de lo que crees, y en algún lugar de todo ese conocimiento está lo que buscamos.

Murmullos de SkrainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora