Capítulo 24. «Camuflaje histórico»

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Varia se sintió bastante contrariada después de escuchar la respuesta de Ranik. Quería pasar más tiempo con él, necesitaba vencer a Astras. Aún así, también sentía que, si dejaba que sus emociones siguieran floreciendo como lo habían hecho hasta aquel momento, las cosas realmente no irían muy bien para ninguno de los dos cuando llegara el momento del final, la verdadera guerra.

Ranik la miró fijamente, sus ojos, esos pozos azules que le decían todo de él, estaban esperando a escuchar su plan. Ella se acercó, poniendo sus manos alrededor de su cabeza. Con un gesto y una mirada fija le pidió permiso para entrar a su mente, gesto que él aceptó cerrando los ojos e inclinando la frente hacia ella. Le tomó las manos, las apretó, y entonces bajó sus muros, dejándola entrar.

—Estoy buscando a una pareja que podamos suplantar —explicó ella. Cómo si dar una excusa pudiera minimizar el hecho de que estaba derrumbando todas y cada una de sus barreras. Los pensamientos de Ranik eran difíciles de asimilar, porque él, como individuo, era muchas cosas a la vez. Había oscuridad, vida, muerte, pasión, todo revuelto y enmascarado— Deja de... —gimió, porque su mente estaba, hasta cierto punto, absorbiendo la de ella—, hacer eso que estás haciendo.

—No sé que es lo que dices que estoy haciendo —musitó Ranik con tono tranquilo. Resultaba irónico que por fuera se le viera tan tranquilo y por dentro sus emociones fueran tan grandes y vivas como un torbellino. Sus pensamientos, también, eran eufóricos y cambiantes. Su mente estaba cerca de ser tan compleja como la de un mismo dios.

Varia conocía esa sensación. Sabía cómo se sentía la mente de un dios. Notar que la mente de Ranik se acercaba más a eso que la suya en ciertos puntos provocó una punzada en su corazón.

Por un tiempo le había gustado ser la diosa del verano. Podía hacer mucho cuando su tiempo llegaba, ayudar y ser fuente de provecho para muchos de sus antiguos creyentes. Entonces, cuando muchas ciudades crecieron gracias a ella, y el provecho llenó tanto a las primeras generaciones del Reino Sol y del Reino Luna, la olvidaron. Concentraron su poder en el Sol, en la Luna. Olvidaron tan pronto como la riqueza les llegó, así que Varia pasó a ser fácil, descartable e inútil.

—Pudiste haber seguido haciendo cosas por altruismo —musitó Ranik con un tono tranquilo pero medianamente preocupado. Varia se había distraído, dejándolo entrar en su mente y ver sus pensamientos antes que siquiera ver los de él. Enojada, buscó rápidamente en su mente, más no podía, estaba demasiado revuelta. No teniendo más opción que cooperar, musitó:

—Lo siento, pero no puedo encontrar lo que busco sino te concentras en ello. Busca. Encuentra a una pareja medianamente importante pero, al mismo tiempo, invisible.

Ranik suspiró. Su mente era buena enfocándose en una cosa en específico. Las instrucciones de Varia fueron bastante certeras, así que pronto dieron con una pareja útil para su misión. La pareja de Casia y Arminides Houndlight.

Arminides era hermano mayor del primo de Elina, el hermano del recipiente del cuerpo de Astras. Aún así, a pesar de ser tan cercano a aquel que se había terminando convirtiendo en su mayor enemigo, era inútil. En realidad nadie de la familia de Elina tenía tantas aspiraciones como la misma Elina. Además, era un hombre gordo, flatulento, y con una esposa pequeña y débil que no se daba a destacar entre las más hermosas mujeres del Reino Sol. La esposa siempre estaba enferma, recostada, odiando bailar, debatir, o hacer cualquier cosa aparte de comer.

—Ahora entiendo porqué —dijo Varia después de haber salido de la mente de Ranik, con voz queda—, tú mente, tú poder, todo está tan fuera de control.

—No hablemos de eso —contestó Ranik. Bajó la mirada y se separó de ella, huyendo de una suposición que él mismo ya había hecho hace mucho tiempo—. No servirá, no ahora.

Murmullos de SkrainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora