eight

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Los días se hicieron semanas y las semanas se hicieron meses cumpliendo así dos meses desde que NamJoon vive en el cielo, un lugar al que nunca pensó ir y terminó viviendo ahí más de lo esperado, según su padre iba a ser por un corto periodo de tiempo, pero a la velocidad que iba con su plan, tranquilamente podría estar allí por un año, o hasta más. En este tiempo aprendió muchas cosas de Celine y el lugar en el que habitaba, el cielo no es tan perfecto como muchos dicen que es, hasta podría decir que hay peores pecadores que en el mismo infierno, así como también no es un lugar tan malo como los demonios creían, sí habían muchísimas diferencias a niveles abismales, más que nada para los de su raza que están acostumbrados a ser mucho más liberales, NamJoon debía confesar que aun estando hace más de un mes allí, todavía no terminaba de acostumbrarse, era como sentir una cadena rodeándolo que no le daba la libertad para hacer o decir lo que quisiera.

Lucifer y su hijo hablaron por última vez hace unos días, NamJoon volvió a preguntar por los ex- ángeles hermanos y su padre le comentó que estaba en la tierra cuidandolos, aunque el menor no sabía de qué forma los cuidaba, y a decir verdad, tampoco era algo realmente relevante, solo tenía mucha curiosidad por cómo habían surgido las cosas, de que no era suficiente con que sufrieran en el cielo sino también en la tierra, que, según muchos, la tierra también podía ser como un infierno debido a la humanidad, corrupción y problemas económicos. A fin de cuentas, todo lugar es un infierno en algún momento.

NamJoon se dió cuenta que sentía algo por Celine, muy mínimo, pero lo sentía, ella también comenzó a sentir cosas por NamJoon pero los dos tenían tanto miedo al rechazo que preferían no decirlo, porque sí, el hijo de Lucifer pasó de ser un demonio despiadado que no le importaban los sentimientos ajenos a ser un tierno ángel cuidando hasta de la más mínima florcita que encontraba.

Cambios bruscos.

Aunque él mismo decía que solo sentía una atracción, tal vez para un simple noviazgo de algunos meses pero no para llegar a extremos de casarse y formar una familia. Él nunca se vió a sí mismo comprometido hasta tal nivel, la idea de hijos, una única mujer, una casa y eso, se le hacía tan pero tan lejana que de solo pensarlo se reía, no podía imaginarse en el papel de padre y marido perfecto cuando siempre iba a encontrarse defectos. NamJoon era un jodido egocéntrico, siempre decía que era el mejor de todos en todos los aspectos, pero cuando se lo agarraba en un mal momento, era capaz de confesar que en el fondo, muy en el fondo, se sentía un inútil para el mundo que no tenía ningún objetivo en la vida. Lo extraño en todo esto no era aquella inseguridad oculta en NamJoon, sino que, por primera vez en la vida, se dio cuenta de que era capaz de arriesgarse, de hacer el esfuerzo en ser ese marido perfecto para Celine. No iba a confesarlo en voz alta porque se sentía un tonto cursi que hacía todo por la mujer que, sin darse cuenta, le movía el cielo y tierra, pero él estaba dispuesto a hacer aquello que tanto lo atemorizaba solo por la rubia.

Ahora mismo estaban los dos en la habitación de la chica, NamJoon entró a escondidas de Dios e hicieron una pijamada, aunque Celine no aguantó más de las doce de la noche y cayó rendida en el mundo de los sueños. Jamás iba a confesar que la apreció mientras dormía, que contó sus lunares y trazó una línea imaginaria por ellos, formando una especie de constelación que solo ella tendría en todo el mundo. Ya era de día y el chico veía la habitación mientras su amiga aún dormía plácidamente a su costado, le parecía pacífico que ni siquiera roncaba o se movía mucho, habrá contado las veces que se movió durante toda la noche y no superaba las diez.

Su habitación era grande, los colores estaban en una paleta de perla, plateado, dorado, blanco, y en muy pocas cosas, rosado, pero uno tan pálido que era casi imperceptible. Su cama era gigante y en las cuatro esquinas tenía unos gruesos y altos palos de madera pintada de blanco que sostenían una pequeña cortina transparente con brillos bastante delicada, por un instante pensó que podía servir para cubrirla de la luz solar mientras dormía, pero la tela era tan fina que no cumplía aquella función, así que llegó a la conclusión de que solo era por decoración. Como todo cuarto, contenía un armario donde guardaba sus atuendos y zapatos, también tenía un escritorio con libros sobre el, muchos libros, algunos estaban con marca páginas, y a su costado había un estuche con lápices de colores, por lo visto Celine era fanática del estudio y la lectura.

Liar| knj.✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora