El silencio reinaba en el despacho de Dumbledore. Incluso aquellos extravagantes artefactos en movimiento sobre el escritorio parecían haber dejado de girar sobre sí mismos.
-¿S-su… su hermana?
-Si, Severus. La hermana de Giselle ha muerto.
El director miraba por la pequeña ventana de su despacho, que daba justo al frente del Lago Negro. Allí no había nadie. Todo se encontraba desierto aquella noche. La noche en que el profesor Snape supo el porqué de la profunda tristeza que emanaba de su alumna.
Albus se giró hacia el hombre, que rompiendo su semblante serio, se permitió tener una mirada vacía durante unos instantes, solo unos instantes…
-Pero… ¿Cómo? En el Profeta estaba claro que todos los magos y brujas habían salido con vida del ataque.
-Bueno, Severus… Eso no es del todo mentira, puesto que aún no sabemos si la pequeña Julie ha muerto o no. Pero a este paso… -suspirando, el anciano se coloqué mejor sus gafas de media luna sobre su nariz y se colocó justo al frente del jefe de la casa de Slytherin.-… tendremos que hacernos a la idea. Es imposible que después de este tiempo siga viva.
El pocionista observo a Dumbledore, delante de él. ¿Cómo podía estar aquel viejo tan tranquilo? O mejor dicho, ¿cómo podía estar el mínimamente alterado en su interior?
-Pero la estarán buscando, ¿no?
-Sí, bueno, desde que oficialmente la niña hubo desaparecido, empezó una búsqueda con los aurores del ministerio. Si la muchacha está desaparecida, será obra de los mortifagos, y si está muerta y no encontramos el cadáver, ellos lo tendrán. Aunque todo esto ya es en vano… Obviamente la chiquilla ya no está entre nosotros, Severus.
El mismo silencio de hace unos minutos cubrió a los dos hombres. Una suave brisa azotó la ventana, que tiempo después se hizo más fuerte. Últimamente el tiempo estaba empeorando.
El profesor Snape se dio la vuelta bruscamente y caminó hacia la puerta. No podía estar allí, ese viejo lo incomodaba a la vez que lo interesaba, pero no eran momentos para ponerse a pensar a la liguera. La hermana pequeña de Giselle Grenui, la alumna que seguramente está durmiendo en su dormitorio en estos instantes, está muerta. Y entonces algo pasó por la cabeza de Snape justo antes de agarrar el pomo de la puerta para salir de ese despacho.
-¿Severus?
El profesor de pociones no dijo nada, solo se giró y miró hacia Dumbledore, directamente a los ojos azules y opacos que poseía en anciano mago.
-Director, ¿cómo murieron los padres de Giselle?
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Hacía frío, era de noche, estaba descalza y una ropa nada abrigada cubría mi cuerpo que, a mi parecer, lucía algo insano. Suspiré y miré al cielo, donde las estrellas, parecían haberse escondido aquella noche. Una suave brisa hizo que mi falda se moviera y un escalofrío recorrió mis piernas a su causa. Volví a suspirar, y el viento volvió a soplar con esa molesta brisa helada a pesar de acabar de finalizar el verano.
Al salir de la habitación del profesor Snape no había dudado en salir a los jardines, necesitaba estar en algún lugar abierto.
Fui caminando hasta la orilla del Lago Negro y me senté allí, colocando la punta de los dedos de mis pies en el agua, que obviamente, estaba incluso más fría que la brisa que aún se oía entre los árboles.
Fue entonces cuando la vi. Una extraña luz desde el bosque prohibido parecía estar llamándome, incluso podría apostar todas mis posesiones a que una suave voz pronunciaba mi nombre desde la frontera del Bosque Prohibido.