P.O.V. Severus
Esa noche, justo en la que iba a hablar con Dumbledore sobre lo sucedido en el Mundial de Quidditch, me había topado con la muchacha que descansaba sobre mi hombro.
<<Es increíble, es cómo si me persiguiera… Qué desesperante…>>.
Recordaba bien la nota que le había entregado a Grenui, en el momento ates de que partiera a Francia, y bueno, ¿estaba orgulloso de ello? La verdad, orgulloso no es la palabra, pero me sentí más liberado.
Bien sabía yo que el beso que le di meses atrás fue un error y que con el peligro que se estaba formando era mejor olvidarse de eso y seguir cómo profesor y alumna, como si nada hubiera cambiado.
Llegué al cuarto que custodiaba mi dormitorio y con un leve zarandeo al cuadro la anciana mujer pintada en él, despertó.
-¿Contraseña? -preguntó con cansancio.
-Caeruleus Serpens.
El cuadro se rodó hacia un lado dejando ver lo poco que la oscuridad, típica de mi habitación, dejaba ver.
Entré aún con Grenui sobre mi hombro y con sorprendente delicadeza la tumbé sobre la cama de doseles negros en la que más que dormir, solía desvelarme.
Eché una mirada a la cara de la joven: pálida, sudorosa y con el seño fruncido a la vez que de entre sus labios se escurría un leve jadeo.
Estaba teniendo una pesadilla.
Algo dentro de mí se oprimió durante unos segundos, pero fueron los segundos más extraños que he tenido en mucho tiempo. Era una opresión en el pecho, y al mirar como Grenui empezaba a balbucear asustada, aún en sueños, esa opresión se hizo más intensa.
No estaba acostumbrado a ver a alguien más con pesadillas, solía ser yo quien las tenía y no oduraban más de diez minutos, porque luego me pasaba toda la noche sin dormir.
Me senté en la cama, aún algo alejado de mi alumna, y con algo de pesadez la arropé con las sábanas, haciendo que los balbuceos cesarán, pero sin dejar atrás a los jadeos que de vez en cuanto sonaban en la habitación.
Miré su rostro de piel caramelo, su cabello color chocolate y fue entonces que deseé que abriera los ojos solo los segundos necesarios para poder admirar su mirada color pistacho, brillante y esperanzada.
Pero esa mirada pícara que la caracterizaba, esa noche había desaparecido. La había visto en la cena, sin animos, y no había probado bocado. Su piel antes morena se veía más pálida y las ojeras de sus ojos desvelaban las noches sin sueño que probablemente había tenido, y razón por la que casi se desmaya en medio del pasillo. Menos más que había pasado por ese camino y la había visto, si no estoy seguro que se hubiera quedado durmiendo allí hasta veta a saber tú cuando.
Sé que me miento al decir que solo es mi alumna, porque nunca ha sido así. Si no, nunca le hubiera contado las cosas que le conté y tampoco me hubiera descontrolado tanto como para besarla aquella noche… Pero es solo eso, Grenui hace que me descontrole. Son tan desesperantes las cosas que hace, cómo si no supiera que las cosas cómo sus movimientos, su habladuría, ¡todo! ¡Atrae hasta alumnos de cursos superiores! Merlín, las conversaciones de los chicos de séptimo sobre los mejores culos de Hogwarts hacen que me entren arcadas, pero lo que hace que de verdad quiera vomitar, es el escuchar el nombre de Grenui salir de sus bocas al hablar de eso. ¡Mierda de hormonas adolescente! Cómo si no tuvieran nada mejor que hacer…
Por eso Grenui hace que me descontrole, es tan desesperante el ver cómo no se da cuenta de las miradas que le echan, de las cosas que hablan cada vez que pasa al lado de algún chico, ¡es exagerado para una chiquilla de su edad, crear tales pensamientos! Eso es lo que me pasa con ella, la desesperación por la ingenuidad que tiene ante las algunas cosas. No es nada más, nada más…
Gruñí ante mis pensamientos y me levanté. Necesitaba ir a ver al director y exigirle que me contara todo sobre el ataque del Mundial. No dejaría que esta chiquilla me desconcentre de nuevo.
P.O.V. Giselle
Mis ojos aún estaban sumergidos en la oscuridad cuando aquel gruñido resonó en mis oídos.
Intenté moverme pero mi cuerpo estaba demasiado cansado y pesado cómo para levantarse, al igual que mis parpados.
El gruñido se volvió a repetir y luego un sonido totalmente distinto y que no pude distinguir hizo que mi cuerpo temblara.
Conseguí atraer el brazo a mi cara y me restregué los ojos mientras bostezaba, parpadeando hasta darme cuenta de que me encontraba en una cama demasiado amplia como para ser la mía.
Abrí con cansancio uno de mis ojos y observé la amplia habitación de tonalidades oscuras que me rodeaba. Un nudo se formó en mi estomago y los nervios recorrieron mi cuerpo. ¿Dónde demonios estaba?
Con mis brazos impulsé mi cuerpo y pude ver como la claridad de las velas que iluminaban el dormitorio desde el techo, resplandecían más de lo que deberían ante mis ojos recién despertados.
Fue entonces que me di cuenta de que aquel lugar frío, oscuro y de paredes de piedra solo podía pertenecer a las mazmorras, y teniendo en cuenta que ningún alumno tiene este tipo de habitación, solo saco una única y terrible conclusión: Me encuentro en el dormitorio de mi profesor de pociones, Severus Snape.
La rapidez con la que me levanté de la cama fue casi la misma con la que mi cuerpo se estrelló contra en helado suelo típico de las mazmorras, al tropezarme con una alfombra que de seguro recibiría mi odio para toda su vida, la cual no duraría mucho si me vuelvo a tropezar con ella. <<¿Enserio estoy planeando la muerte de una alfombra? Soy patética… Espera, ¿qué hago yo aquí?>>.
No me molesté ni en levantarme al recordar lo sucedido. Había hablado con Blaise, me había sincerado y me había desmayado. Supongo que Sev… Supongo que el profesor Snape fue el que me agarró y me llevó hasta… bueno, hasta su habitación.
Un extraño sentimiento de incomodidad me invadió. Era la primera vez que estaba aquí, y la verdad, añadir un sentimiento más a la lista que estaba creando desde todo lo sucedido en verano, no creo que fuese sano.
Me senté sobre la alfombra verde esmeralda que a pesar de haber hecho que me tropezara, era muy suave.
Quise sonreír ante la situación de estar en el dormitorio de Severus Snape y que él me hubiera tenido que traer hasta aquí de aquella forma. Porque si mal no recuerdo, y si mis ojos borrosos no me jugaro una mala pasada, creo que recordaría cómo me alzo para luego ponerme sobre su hombro. Recuerdo la incomodidad de mi cuerpo, pero ese olor tan único que desprendía su túnica, hizo que incluso con el sueño más pesado, mi cuerpo se estremeciera.
Pero aquello daba igual, porque no serviría de nada tener esos sentimientos si jamás los podría expresar. Porque él me lo había dejado bastante claro con aquella estúpida nota… “Olvídalo. Nada ha pasado entre nosotros. Jamás.”
Sé que nunca me olvidaré de aquellas palabras. ¿Lo superaría? Estoy segura de que sí. Solo fue un rechazo, y mi vida no se detiene por eso, se detiene por otras cosas.
Se detiene por la incomprensión de la gente, la desaparición y posible muerte de mi hermana, el hueco que se hace más grande en mi corazón… Todo hace que la expectativa de una vida feliz este cada vez más lejos. ¿El rechazo de Severus no podría sumarse a esta lista? Si , si que podría. Pero no quiero. No quiero que un mal de amores me derrumbe, porque no merece la pena. Snape lo dejó claro, ¿no? M escribió diciendo que lo olvidara, que hiciera cómo si nada hubiera pasado entre nosotros, y eso haré.
Me había enamorado de Severus Snape, si. Pero si pude enamorarme de él una vez, ¿qué me impide desenamorarme ahora?