CAPITULO 7

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Eran las 7:30 am. No me sentía cansada en absoluto, pero sentía mi cuerpo de plomo, había dormido únicamente tres horas, pero eso no era lo que generaba mis ganas de desaparecer.  

Estaba sola sobre la enorme cama, anoche después de acostarme con María Celeste tomé un baño en el cual me maldecí una y otra vez, no podía creer que había traicionado a Dulce. Aunque en realidad así no fue porque ella y yo realmente no somos nada, ¿pero por qué siento este remordimiento carcomiendo cada parte de mi cuerpo?. Quizás porque descubrí que su hermana es una basura y yo la seguí.

Por lo que podía ver en la habitación, había una enorme fotografía de ella en una de las paredes, lo que me indica que, esta habitación no es solo una habitación de hotel, si no quizás la habitación de noches fogosas y reuniones causales de María Celeste. 

No sabía en dónde estaba mi ropa, y me coloqué lo que tenía más cerca, una bata roja colgando de la puerta de un closet negro. 

Escucho un ruido, y acto seguido veo a la chica entrar a la habitación luciendo sin maquillaje y totalmente diferente a la mujer seductora de anoche. Sin todo ese disfraz de mujer sexy, y refinada podía simplemente confundirla fácilmente con Dulce. 

-¿Dónde está mi ropa?- le pregunté sintiéndome molesta de verla tan tranquila. 

-Vaya, la princesa durmiente despertó- dijo divertida mirándome sonriente. 

María Celeste, me miraba de arriba hacía abajo mordiendo su labio.

-¿Dónde está?- insistí nuevamente con un poco más de enojo, cubriéndome con mis brazos, me sentía realmente incomoda con su mirada en mi cuerpo, esta bata apenas y me cubría.

-La levante del suelo y la acomode en un lugar de la habitación.

-No te pedí que lo hicieras.

-No accedí a que usaras mi bata- miré hacía otro lado dándome por vencida, y ella soltó una risa que me hizo querer matarla. Se acercó a mi hasta que estuvo a centímetros de mi rostro- Aunque te queda hermosa- me sostuvo la mirada, segura de si misma. Trague grueso, tenía que repetirme constantemente que ella no es Dulce, y que no puedo seguirle el juego.

-Debo irme- dije al fin con un hilo de voz.

-¿Cómo?- preguntó frunciendo el ceño- No irás a ningún lado.

-La noche terminó, durante el día no, María, tengo muchas cosas que hacer...

-Te quedas- me interrumpió- ¡Oh!, te prometo estar cada noche en el bar... fielmente. 

-¿De verdad harías algo así?- no fue necesario una respuesta, me bastaba con verla a los ojos- Eres más inteligente que eso, soy prostituta María Celeste, sabes muy bien que yo...

-Deja de hablar tanto Anahí, tú también eres más inteligente que eso... ¡deberías dejar toda esa mierda ya!- me gritó haciéndome abrir los ojos ante su tono- Eres jodidamente hermosa, ¿si sabes que Dulce te ama?- asiento mirándola a los ojos- Ok, tú me gustas, ¿lo sabes cierto?- volteo los ojos y trato de zafarme de su agarre- Somos millonarias, tenemos una corporación de hoteles, tenemos antros por todas partes, cariño... podrías tener todo nuestro dinero si quisieras, podrías escoger una de las dos... y toda esta mierda se acaba. Eres preciosa, y no solo has dejado flechada a mi hermana, digo... no estoy enamorada de ti, pero me estás haciendo explotar la cabeza. 

Y sin decir una palabra más se aproxima a mi, y me besa rápidamente en los labios.

-Aléjate de mi- la empujé y me limpié su beso- Es muy mi problema si dejó o no mi trabajo. Créeme que de hacerlo no sería por ti, claramente. 

La Dama Y La ProstitutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora