CAPITULO 5

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Cuando la vi sentada en el sofá, con un vaso  de jugo de naranja a medio terminar en sus manos, sentí unos escalofríos que me recorrían de pies a cabeza, logrando que mi piel se erizara. En ese momento pude entender eso que llaman destino, ella definitivamente tiene que estar en el.

Hablar con ella me resultó muy agradable. Siendo realmente sincera, es una chica interesante, y me demostró que puede ser una excelente persona. De esas que el resto de la población dice que son muy difíciles de encontrar, o que ya no se encuentran. Pues créanme que sí.

También era fácil de notar lo molesta que estaba con la vida y, por supuesto, no es para menos. Debe ser muy difícil llevar un cierto tipo de vida, para que luego todo eso cambie de golpe, y de una manera horrible. 

Pero más allá de cada rastro de enojo, y malestar, Dulce se mostró muy alegre.

Definitivamente, el tiempo que pasé hablando con Dulce, fue el mejor momento de la fiesta de Rene.

Pero, en verdad, todo en ella puede llamar la atención de cualquiera, su voz, su cabello, su sonrisa, ¡y ni hablar de su cuerpo!, de tan solo recordarla desnuda me siento... caliente. 

¡Oh, carajo!. No pude fingir que bebía cerveza, y lo hice de verdad. Eres un desastre, Anahí, te encuentras pensando en idioteces. 

-¿En que piensas?- la pregunta de Mariana me quita de mis pensamientos. Ya había salido de la ducha.

-En Dulce- tan pronto como respondo, ensancho los ojos. No planeaba que mis pensamientos salieran en voz alta.

-¡Amo a las dos juntas!- grito Mariana recostándose en el sofá.

-Amiga, no veas cosas dónde no las hay. Somos de mundos diferentes, y mi mundo no es precisamente un cuento de hadas. 

-¡Oh!, vamos Any, ni siquiera a Rene le importa que seas puta. Si le importara jamás nos hubiera llevado a ver a Dulce. 

-Claro que le importa- le digo mirándola a los ojos- Es solo que él cree que soy de ayuda para su hermana, nada más.

Luego de la fiesta, Mariana y yo nos fuimos directo al bar de Valeria. Ella había planeado unas citas para esta noche, y para mi mala suerte no podía hacerme la de la vista gorda, estaba advertida y no quería hacer enfurecer a Valeria. 

Tomamos un taxi unos minutos después. Debíamos estar en ese maldito bar cuanto antes si queríamos evitar problemas y ya era baste tarde. 

Apenas bajamos, entramos por la puerta trasera del lugar que teníamos como trabajo. El olor a alcohol, cigarro, y perfume  golpeó mi rostro. Mis compañeras iban y venían arreglándose de la forma más reveladora posible y colocándose zapatillas espantosamente altas. 

Mariana, y yo saludamos a las chicas y nos dirigimos a uno de los tocadores de atrás para vestirnos, o más bien desnudarnos. Me coloqué ropa interior de encaje rosado y un vestido demasiado corto para mi gusto, un retazo de mi ropa interior quedando a la vista.

Coloqué el peor instrumento de tortura jamás inventado en mis pies, tacones de dieciséis centímetros. 

Alisé mi cabello, las puntas rozando mi cintura, y me maquille, delineador, mascara de pestañas, un poco de rubor rosado y labios carmesí. 

Esta era yo, esta era la imagen de una prostituta.

-Deslumbrante como siempre, Anahí- gire la cabeza al escuchar esa voz. No había forma de escapar de ella, Valeria.

-Valeria- respondí intentando mantener un tono neutral, y seguir con mi maquillaje.

-Preciosa, debo hablarte del cliente de esta noche- ella posó su mano en mi cabeza y me acaricio suavemente- Debes tratarlo bien- abrí la boca para decir algo, pero me interrumpió levantando un dedo- Más bien, no quiero problemas como la ocasión anterior. Sé que es difícil para ti ser dócil algunas veces- su mano viajo de mi cabello a mi rostro para acariciarme, pero inmediatamente aleje mi rostro- Ya sabes las consecuencias. 

La Dama Y La ProstitutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora