—Entonces ¿te marchas hoy cariño? —Preguntó nuevamente Amelia mientras se vestía para ir al King's. Se mostraba nerviosa, ligeramente malhumorada. Yo asentí, evitando sus continuos vistazos.
—¿A qué hora?
—No lo sé. Tomaré el tren de esta noche, supongo.
Se dirigió al baño, pero regresó al instante con una carita inocente.
—¿No quieres que te acompañe? —preguntó con tristeza. —Podría decirle a Ana que te acompañaré para que ella se haga cargo de todo, ya que la cosa está muy tranquila por ahí.
Nos miramos como si nos hubieran derrotado fuerzas invisibles.
—Te prometo que en unos días estaré de vuelta. En cuanto arregle todo lo referente a mi trabajo. —Dije con una voz nerviosa y ella lentamente se sentó a mi lado en la cama y se dejó caer, apoyando la cabeza sobre mis piernas.
—No te vayas. —susurró con ojos angustiosos.
Durante algunos minutos le acaricié el cabello en completo silencio; después, Amelia terminó de arreglarse y se fue no sin antes de darme un beso que me arrancó el alma, un beso de despedida, quizás ya no la vería, mi vida va dirigida por un camino de no retorno. Preparé la maleta repasando con lágrimas en los ojos todos los momentos vividos con Amelia, momentos en lo que he sido más feliz que nunca en mi vida. Encendí el portátil para comprar el voleto de tren hacia Bostón y el móvil para llamar a mi casa; esta vez fue mi madre quien respondió, al otro lado del teléfono.
—Estoy tan avergonzada Luisa—me respondió molesta. —Ya no sé qué decirles a los padres de Sebastián.
—Vuelvo esta noche, mamá , podremos hablar tranquilamente cuando esté en casa.
—¿Crees que puedes comportarte como te dé la gana? ya no eres una adolecente y te casas en unos días —gritó. —¿Crees que lo que has hecho no tendrá consecuencias?
—Mamá, de verdad, ya te he dicho que hablaremos cuando llegue. —Desde luego que vamos a hablar —amenazó. —No te imaginas cuánto.
—Entonces, hasta la noche —me despedí.
—Sí —Terminó ella. Fruncí el ceño.
Definitivamente mi madre era irritante cuando quería, y yo en este momento no estaba nada receptiva ante sus regaños. Al colgar me di cuenta de que aquella conversación, lejos de calmarme, me había provocado una inquietante sensación. Sabía que no era el momento de flaquear así que marqué el número de Sebastián y esperé a que me devolviese la llamada, como siempre que estaba ocupado.
—¿Hoy no tienes ningún impedimento para volver? —Soltó sarcástico.
—Sólo quería avisarte de mi llegada —aclaré. —Es simple cortesía, no el reporte de actividades de alguno de tus becarios.
—Muy bien, estupendo. Estamos de enhorabuena; Luisita Gómez, por fin se digna a regresar a casa.
—No quiero discutir Sebastián
—¿A no? —exclamó. —Vamos, a ver si ahora te atreves a hacerte la víctima conmigo.
De repente comprendí que, a pesar de las formas, llevaba parte de razón. La infiel, la culpable de todo aquel desastre era yo, y Sebastián tan sólo formaba parte de los daños colaterales.
—Lo siento —me disculpé impulsivamente. —De verdad que lo siento. Nunca he querido herirte.
—Yo tampoco quiero discutir —dijo en un tono resignado. —Pero esta situación me ha alterado mucho. Ya sabes que no me gusta perder el control y estos días me has hecho perder hasta los estribos. La gente habla, cuenta cosas, especula a mí alrededor y no soporto ser el centro de los rumores.
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10 días para A
FanfictionLuisita es una chica con una excelente carrera, con un gran futuro ya planeado, pero con ciertos miedos que sin darse cuenta, conocerá a esa persona que cambiará por completo su vida en 10 días.