De pronto Nueva York apareció en el horizonte, la perspectiva mágica de la ciudad siempre me hipnotizaba hasta hacerme sentir diminuta, casi insignificante. Descendí del vagón, mirando a un lado ya otro del andén en busca de un rostro conocido hasta que la divisé, a lo lejos, el saludo de mi prima María, sonriente y vivaracha agitando los brazos en el aire. Tenía el pelo largo, gafas de pasta color chocolate cubriendo sus bonitos ojos café oscuros
Su aspecto de bibliotecaria en una gran biblioteca de la ciudad era totalmente opuesto al que presentaba fuera del trabajo; docenas de trenzas por el pelo, estilo hippie, infinidad de pulseras en las muñecas, vestidos cortos muy coloridos y botas de tacón.
- ¡Increíble sis! —Gritó. - ¿Sigue Boston en su sitio?
Nos abrazamos intensamente, con un cariño que había permanecido intacto con el tiempo.
- Han pasado casi dos años —exclamé. - Estás muuuy bien, le dije guiñandole un ojo .
- Tú estás guapísima rubia, quien te viera y quién te ve; más ¿elegante? ¡Dios mío, nos estamos haciendo tan mayores!
- Lástima que no pueda quedarme mucho —expliqué con voz un poco melancólica. - Tengo que volver el viernes por la tarde o, apurando, el sábado temprano. Esa noche tengo la despedida de soltera.
Abrió mucho los ojos llena de curiosidad.
- ¿Será una reunión de mujeres excitadas, necesitadas de sexo, deseosas por sentirse bien alcohol, señores con músculos por todo el cuerpo y mucho sudor, o la típica tarde almidonada de té y pastas donde nadie te regala el único aparato que puede que sí necesites con urgencia, claro, al satisfyer me refiero?
Me reí; con María era muy fácil hacerlo constantemente.
- Si lo pintas así, puede que me quede hasta el domingo.
- ¡Perfecto! Por cierto. ¿Qué tal tu costilla, tu romeo, tu príncipe o tu peor es nada? —Hice una mueca que no pude disimular.
- Veo que el entusiasmo fluye a flor de piel, que emoción la tuya sis —advirtió ella con una risilla irónica.
- Después de tantos años de novios, es una cuestión de trámite.
- Claro —asintió. - Un bonito trámite de 50.000 dólares. El señor Fernández y su bufete van a tener que chupar mucha sangre después de ¿cuánto falta para la boda?
- Diez días —contesté, como si fue totalmente ajena a aquella cifra. Cogimos un taxi hasta el apartamento de María en el mismo barrio del Village y, una vez allí, me puso al día sobre su vida amorosa mientras yo deshacía la maleta.
- ¿Qué pasó con Rocío?
- Se marchó a Roma —suspiró. - Quería aprender italiano .
- Llevabais mucho tiempo juntas. —Exclamé sorprendida.
- Bueno, lo nuestro siempre caminó sobre el alambre —confesó ella. - En fin; intenté salir con una compañera de trabajo, pero fue un fiasco. Después tuve una relación medio larga con un estudiante de matemáticas alemana; Algún encuentro esporádico y un par de citas por Internet, pero nada interesante. Bueno, sí —hizo una pausa. -hay algo.
Sus ojos se encendieron como antorchas.
- Me apunté a un gimnasio para tratar de salvar mis fláccidas posaderas de la vida sedentaria y he conocido a la mujer más impresionante de la tierra.
Sonreí tratando de imaginármela.
- ¿Y qué?
-Pues nada sis. La veo cada día en el gimnasio.
- ¿Y ya está?
- Es como un milagro de la naturaleza —exclamó en de modo dramático. - Es tan perfecta que no he conseguido acercarme a menos de cinco metros de ella sin que me fallen las piernas.
- No me lo puedo creer María ¿Tú, incapaz de hablar? Con lo parlante y deshinibida que eres mi ciela —me reí. - Eso sí es extraordinario.
- Pues prepárate, porque he pedido días libres esta semana y vas a escucharme durante muchas horas. —Resoplé recordando en ese preciso momento por qué merecía la pena aquel viaje.
Salimos a comer a un pequeño restaurante de estilo francés, donde nos encontramos con las mejores amigas de María; Ana y Angy. Ana era publicista, tenía novia formal y una larga melena pelirroja, además de muchas pecas en la cara que tardarias años en terminar de contar. Angy era auxiliar de chef en un restaurante japonés de Tribeca, tenía una imagen ligeramente estrafalaria con el pelo cortado a trasquilones, pero resultaba encantadora por su inalterable buen humor. Nos invitaron a acompañarlas a la mesa y, al comienzo de la segunda botella de vino, se notaba que el alcohol iba haciendo algo de efecto por lo que ya podíamos hablar con soltura de prácticamente cualquier cosa.
- Cada tarde, puntual como un reloj, aparece en el tatami de kick-boxing —relataba María sobre su amor platónico. - A veces, también en la sauna.
-¿Por qué no entras a buscarla? —Le pregunté, extrañada.
- ¿Estás loca? ¿Con la pinta que tengo en chándal? Y, además, ¿qué podría decirle? ¿Te hacen unos puñetazos?, no, no, no sis, no.
Todas reímos. Luego esperé unos segundos con la esperanza de que estaba tomando el pelo.
—¿De verdad no has intentado hablar con ella? —Insistí aún incredula, pensando en si realmente será tan impactante como la describen, ¿que tan guapa podría ser? ¿Que tiene ella que tiene de este modo a María?, si Maria es guapísima y podría tener a quién quisiera a sus pies.
Las otras sonrieron más comprensivas.
- Mientras sólo miramos, aún hay esperanza —explicó Angy con resignación.
- Si —comentó María. - Soñar es barato. A veces imagino que tenemos un encuentro salvaje en el vestuario, como en las películas, dónde me desgarra la ropa y terminamos con miles de marcas en el cuerpo.
- Los milagros existen —intervino Ana incrédula. - Pero me da una sensación de que tiene un pasado oscuro. Parece muy seria, no la he visto sonreír nunca y siempre llega y se marcha sola, casi no hablar con nadie.
- Sí, te entiendo —suspiró María con un gracioso rubor en las mejillas. - A mí también me pone que sea tan misteriosa.
Nos reímos otra vez cuando percibimos que la bebida nos había sonrojado a todas.
- Pues yo estoy convencida de que es una persona completamente normal, que aceptaría salir a tomar una copa sin ningún inconveniente —aseguré con determinación. - La clave es mostrarse natural.
Las tres se volvieron hacia mí como si quisieran arrastrarme por el suelo hasta que mi prima, de pronto, pareció inspirada por una ocurrencia genial.
- Tú eres hetero —exclamó, emocionada. - Tú puedes acercarte a ella sin mojar las bragas.
Serás nuestra mensajera natural. Dijeron emocionadas, tu podrás acercarte a ella y comenzar a tantear el terreno sin ningun problema Luisi. Mientras tanto yo, especialmente eufórica, con el alcohol ya en mis venas, envalentonada, aceptaba el desafío.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
¡Hola!
pues aquí el segundo capíto, espero les vaya gustando la historia.

ESTÁS LEYENDO
10 días para A
FanfictionLuisita es una chica con una excelente carrera, con un gran futuro ya planeado, pero con ciertos miedos que sin darse cuenta, conocerá a esa persona que cambiará por completo su vida en 10 días.