La Boda De Leyma

308 4 0
                                    

-Que triste será tu final. Te metiste donde no te invitaron, te pasaste de tus límites, y no te lo voy a permitir.

No le temo al hedor de tu muerte, porque a eso he venido, y me he de asegurar, que ninguna rosa tonta, ni siquiera negra, se pose en tu tumba.

Cuando el odio y el olvido te corrompan, ojalá no se te olviden tus rencores, para que se conviertan en penas, junto a las larvas que te acompañen. Yo rezaré desde lo más profundo de mi alma, para ser el demonio que te atormente en el infierno, hasta que tus palabras las cumplas bajo tierra.

Asqueroso cuervo, ¡aparta tus ojos de mí! Prefiero la horca, que entregarme a tu cuerpo. ¡No te sientas tan confiado por tenerme entre tus garras! ¡Ni tan complacido por verme encadenada! Yo soy más que tú de rata; Una hiena que pretende arrancar el corazón con el que vives, ¡he venido a vengarme! Ya no soy una princesa, en la simpleza, vivo sin castillo, ¿a dónde te llevaste mi reino contigo? ¡Devuelve esa corona! ¡Mal nacido, hijo de ramera!

Eso le grité, y le di una patada en sus criadillas, entonces él se retorció de dolor, solo por un momento perdió su grandeza, pero luego, se me encimó y empezó a estrangularme, yo trataba de despegarme sus mugrosas manos de encima.

-Sé que me iré al infierno, claro que me encantaría -me dijo, apretando mi cuello con más fuerza-, pero,¿por qué no te adelantas y llegas antes que yo?

-Mátame... cobarde, si eres hombre -yo murmuraba con palabras ahogadas, y le escupí la cara,con un el poco aire que me quedaba, era muy doloroso, como un flechazo.

-Sería majestuoso, pero muerta, no me servirías de mucho. Además, no sabes lo hermosa que te ves, cercada por roedores y mugre, dentro del calabozo, ahí estarás, hasta que te decidas a unir nuestras familias una vez más o para el resto de tus días, si lo has de preferir -rozó su impúdica lengua sobre mi curtido rostro, sentí un asco morboso, que me hizo desear enseguida la muerte, pero el muy imbécil, alejándome de mi ambición, me lanzó con fuerza al suelo; sin más, me lastimó lo suficiente el bastardo.

Sus guardias vinieron a atender su llamado en ese momento, ordenó que volvieran a encerrarme en aquella prisión miserable, tan oscura, tan negra, como un sacerdote y su sotana. Húmeda, como los palpables recuerdos aún vivos de mi hermana.

Aquel día de su boda, que hermosa se veía, entre rosas blancas y delicados manteles, entrando al campanario de la mano de mi padre; tan radiante como la sombra de lo que siempre ansió, ser como yo.

Siempre he florecido como la flor que nadie quiere arrancar, con la que nadie quisiera tropezar; astuta, terca como mula y salvaje como bestia. Nunca me importó, ni me importará nunca, lo que me espere para enfrentarme en mi camino, pues me defenderé.

Pero ella siempre fue muy débil, muy tonta y pretenciosa, mira que terminar casada con un cuervo enemigo de nuestra sangre, y que luego este fuese capaz de echarnos lejos de nuestras propias tierras, como si fuéramos perros que nada merecieran.

No me interesa lo que hizo, porque nunca la quise, yo no tengo porque querer a nadie; sólo fui a esa ceremonia por curiosidad, para ver con mis ojos la traición, para conocer de cerca que era la falsedad, lo bien que se debía sentir, como ese ardiente beso que se dieron, intercambiando dialectos, mordiéndose los labios con furia, después de un ilusorio acepto. Como si nadie los mirara, como si fuera un misterio, la mentira que los quemaba.

Jamás fue significativa mi corta edad para entender este ejemplar de cosas, a mis once años; siempre pensé que mientras más joven te das cuenta de la maleza que eres, más tiempo tendrás para disfrutar de ello y crecer o menguar. Es una lástima que tampoco tiempo le perdurara la alegría, por inútil, no soportó el peso de la culpa.

No concebí remordimiento alguno, al verme tan sometida, quizás sólo era el castigo del cielo para que yo pagara mis faltas, y ese no era un buen momento para juicios divinos, tenía que acabar con ese imbécil y quitarle todo el poder que tenía o mejor dicho, el poder que él creía tener. Estaba convencida de que mentía de algún modo, a lo mejor mi poca fuerza no fuera suficiente, pero algo de lo que todavía no tengo conocimiento, me protegía.

Larkin Rower, rey de Ürubel, en el lenguaje de los Yaleddos, conocida también como Layai, que significa la ciudad de oro. Población de guerreros fuertes que batallaron miles de pugnas, que trajeron victoria a su reino y, que conquistaban damiselas después de rescatarlas de un peligro, para luego casarse con ellas. Se han desvanecido los restos de aquella gesta, que llenaba de gloria las polvorientas calles doradas. La culpa caía sobre mi padre, Leyan. Decían los miembros del consejo, y él por obligación, tuvo que abdicar a favor de Leyma, éramos dos hermanas y ella tenía que ser la mayor.

A partir de ahí, se adornó el reino por las risas de rancios indecentes, que se enriquecieron cobrando impuestos y esclavizando al resto que se les oponían. Donde el hombre común era victorioso, y los héroes sólo dementes que caían, que morían y que luchaban por un bien que jamás llegaría a existir.

Como me moría de ganas por profanar su tumba, y vengarme por perforar con su recuerdo mi debilidad. Estando allí, encerrada, con ganas de deshilachar cada puntada ajena, ¿de que me servía todo esto a mí? ¡De nada! ¡Solo era un puñado de arena! Historia pasada y muerta, y me estaba hartando. Seguro que sí, el sepulcro de ella debe ocultar algún secreto.

 Como Anillo Al DedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora