—Bienvenida a Tèrsha, señorita Elenya —pronunció aquel sujeto, que desde que salimos de Ürubel, no se apartaba de mí.
Nos bajamos de la carroza, justo en frente de un palacio; parecía hecho de diamantes puros, tomando como base el cielo. Aun con el sol medio apagado, resplandecía ante mis ojos de miel como fuego ardiente y abrazador.
Un hermoso jardín, con una elegante entrada, al rededor habían grandes antorchas encendidas, dibujando aquel camino.
—Hemos llegado —dijo.
Me quedé en silencio, observando aquel lugar y a aquellos personajes, que por alguna razón, no me eran desconocidos.
Tenían el cabello blanco cayendo hasta la cintura, cejas oscuras y algo gruesas. Eran altos y de tez clara... de hecho, si podía notar mi parecido a ellos. Bueno, algunos tenían la piel ligeramente morena.
—Ellos no son Yaleddos puros —explicó, interrumpiendo mis pensamientos—. Es lo que le sucede a los hijos de aquellas mujeres que procrean con hombres de otras razas, varía el color de la piel.
—Ah. Y para vivir aquí, debo dejar de ser mala o, ¿puedo ser una tirana muy cruel? Es que todo se ve tan... como si fuera el mismo habitad de los dioses.
—Debe purificarse y dejar sus viejas costumbres a un lado.
Seamos presurosos, el anochecer se acerca.Al entrar al castillo, hizo que los sirvientes me llevaran a una habitación preparada para mí, y me explicó que ya era algo tarde y que debíamos descansar de la larga travesía.
Subí a mi recámara, después de bañarme y vestirme, bajé a cenar. Estaba allí, sentada sola, contemplando raros platillos tan bien elaborados, tan solo con hojas y plantas. Cuando estuve satisfecha, regresé a mi habitación y dormí hasta el día siguiente.
Al amanecer, abrí mis ojos ante el aposento tan delicado y lleno de hermosas flores blancas.
No era natural en mí apreciar aquellas cosas, pero debía empezar a acostumbrarme. Era poder lo que quería y ahí estaba. Frente a mí, un gran imperio que aguardaba ansioso por cumplir mis ordenes.
Me puse un lujoso vestido blanco, decorado con pequeñas perlas, cada una similar a un arco-iris de oro; ajustado arriba, transparente en las mangas, y una falda suelta y tan larga, que debí subirla un poco, agarrándola con las manos para poner caminar. De pronto, Romina llegó a avisarme que aquel señor me aguardaba en la sala real.
Bajé las enormes escaleras y me dirigí a donde él esperó, abrí la puerta. A su lado, otros diez más, traían vestimentas claras, y eran jóvenes muy atractivos.
—Buen día señora Elenya, ¿qué tal ha amanecido?
—Buen día señor... aun no se su nombre.
—Perdón por no haberme presentado apropiadamente. Mi nombre es... Danor, soy el sacerdote, y eh... su consejero.
—Será un honor que trabajes para mí. ¿Y ellos están aquí por algún motivo? Dígamelo de inmediato, estoy ansiosa por ejercer.
—Todos estamos muy ansiosos. Hemos venido a hablarle de eso, señorita. ¿Recuerda que ayer le dije que debe purificarse y dejar sus costumbres?
—Sí.
—Pues, verá usted señora...
—Usted que me llama señorita y señora, no le entiendo, mejor dígame cuál es el asunto.
—Bien. Es que ese es el... lo que quiero decir es eso, señorita y señora, por eso aun no puede empezar a cumplir con sus funciones, porque ese es un pequeño inconveniente.
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Como Anillo Al Dedo
FantasiaAdvertencia: Esta novela contiene sexo, violencia y temática adulta, recomendada para mayores de 17 años. (Se recomienda discreción) Autora: Iris Álvarez Santiago De Los Caballeros; República Dominicana Febreo; 2015 copyright © 2015 all rights re...