El Hermano Concedido

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Un secreto que nunca confirmé; porque solo era un deseo fugaz, que luego de un par de días se desapareció. Se acumuldo a las noches que ya llevaba allí, y no importaba para mí envejecer en ese lugar, porque dicen, que si logras vivir un día más que tu enemigo, ya venciste; Se veía demasiado fácil para una persona como yo. Necesitaba salir cuanto antes y arrancarle la cabeza junto con toda su gloria, si fuera necesaria... la pregunta era cómo iba a hacerlo.

La noción del paso de las tardes, se había perdido entre la oscuridad que me arropaba; en ese momento, lo único que tenía en mente era eso; pero la seguridad estaba al acecho, nadie era tan tonto para entrar o salir a la celda, y arriesgarse a ser visto. Desobedecer una orden se pagaba con la vida. Solo podía enfrentarme a él, cuando enviaba a sus horrendos hombres por mí. A través del pasillo angosto de piedra, al final de las puertas carcomidas, tan ancho como las caderas de su madre.

Nada cambiaba de lugar, era la rutina lo que más me enloquecía y me puso más furiosa de lo normal. Hasta que un día, Ethelfred se apareció de la nada. Traspasó los enormes barrotes, corrió hacia mí, y empezó a hablarme:

—¿Estás bien? Dime si te ha hecho daño —me dijo él, tratando de levantarme del suelo.

—¿Qué diablos haces aquí? ¿Estás demente? El cuervo es capaz de sacarte los ojos y ponértelos de chalina. Regresa a casa de inmediato.

—¿Cuervo? Si te refieres a Lord Larkin, no te preocupes por nada, él mismo me permitió venir aquí.

—Has perdido la razón, te prohíbo que intervengas en mis asuntos, ¿qué fuiste capaz de decirle?

—Le dije que somos hermanos. Por mi apariencia, no va a pensar que soy el típico joven hermoso que salva una princesa. Solo vine a traerte algunos vestidos, y algo de comida hogareña. Le dije que voy a convencerte para que te cases con él, porque es lo mejor para todos. Deberías seguirle el juego, piénsalo, será divertido... y luego, ¡boom! Lo apuñalas por la espalda. Elenya, tienes alrededor de sesenta días en esta situación, ¿crees que voy a abandonarte aquí? No me importa lo que ese detestable hombre pueda hacer, yo voy a sacarte de este lugar, no había aparecido porque no tenía ningún plan, pero ahora te juro...

—Si crees que voy a agradecerte por esto, estás equivocado. Ve a casa, ahora; y no permitas que mi madre, mi padre o cualquier idiota que se le ocurra semejante estupidez, ni se encuentren en mi camino. Que nadie se entrometa en esto, ¿estás escuchándome? —le grité lo más fuerte que pude, me puse de pie y lo eché de aquel lugar. En ese mismo instante, uno de los guardias que vigilaban, empujó la puerta principal, luego abrió la celda con una enorme llave rancia, y le gruñó aún más fuerte que yo, que ya era tiempo suficiente. Así que solo me miró, y se fue. Fui tan cruel con él, que pensé que jamás volvería por aquel lugar, así que sonreí.

De nuevo quedé sumergida en una completa negrura, rodeada de un musgoso silencio, infiltrado por las voces de las gotas que salían del desagüe, y de las ratas con hambre, que allí tenían su hogar. Una noche más en pena, en la que casi no pude dormir, por estar alucinando, con una batalla hasta morir. En pie, en lucha, en muerte. Era una pesadilla que amaba. Yo era una loba, con colmillos muy afilados. Aullaba y atraía más de los míos. Fieras grises que devoraban su carne, y bebían su sangre, mientras yo trituraba sus huesos.

Al amanecer, despertaba con ganas de hacerlo realidad, esa es la peor parte de los sueños. Ni bien había salido el sol, cuando escuché, todavía con los ojos medio pegados, cuando la puerta se abrió.

Una amarga voz burlesca, me desafió, y pidió que me levantara, porque el rey deseaba volver a ver mi rostro. Otro cobarde más, que cree que por llevar puesta una pesada armadura que impide ver parte alguna de su cuerpo, yo le tendré miedo.

Me escoltó hasta el trono de su amo, a plena luz del amanecer. Algo no encajaba dentro de lo que de él ya conocía, o a lo que yo ya me había hecho costumbre. Al llegar allí, La puerta estaba clausurada por dentro, parecía que estaba en alguna asamblea o juicio, así que tuve que esperar.

Me entretuve escuchando las voces acusatorias, dentro de aquella habitación se hablaba de herejía, brujería, hechicería. Alguien estaba en graves problemas, pero ese no era mi asunto, en el recorrido hasta aquella habitación, yo había premeditado mi propio desagravio en su contra.







 Como Anillo Al DedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora