Un orfanato era hogar de decenas de chicos que perdieron a sus padres, a otros los abandonaron, y un pequeño porcentaje llego ahí tocando puertas.
Stuart llegó en una noche estruendosa, había demasiada lluvia y los accidentes automovilísticos eran lo esencial en días así. Una intersección bastante peligrosa alertó desde hace años a los vecinos del lugar, llamando a la policía vial de que vigilaran mejor porque en cualquier momento alguien se mataría; vaya sorpresa en medio de la noche se llevaron al escuchar como si un rayo hubiera caído justo afuera de sus casas.
Cuerpos prensados que acabaron mitad máquina, con extremidades que se asomaban por entre las orillas de lo que fue un auto clásico, con la sangre de sus ocupantes escurriendo. Todo junto a un llanto y restos de otro vehículo.
Un pequeño con la cabeza llena de liquido rojo gritaba y lloraba «¡Mis ojos, mis ojos!» las patrullas sonaban a lo lejos y las personas no tardarían en rodear el percance como si se tratara de un espectáculo
La sorpresa de los oficiales al llegar a la escena era a una masa de gente gritando y discutiendo entre sí, como si en vez de haber una pareja prensada en un auto que ya ni parecía uno, alguien se hubiera robado algo.
Nada tenía sentido.
—¡Había un niño! ¡Yo lo escuché y no me vengas con esas Martha!
—¡No digas estupideces! ¡¿Entonces donde está?! ¡¿En mi casa?! ¡Vete a la mierda!
—¡Señoras!
La realidad era que sí, en efecto había un niño, pero al momento de que los esposos de las mujeres en riña fueron a intentar rescatarle no había rastro alguno.
—¡Al que mata a un perro siempre le llamarán mata perros! ¡Vieja sin vergüenza!
Y ahí, empezó la trifulca.
Pero eso no era todo, al intentar rescatar lo poco rescatable de los cuerpos ya inertes de la pareja se encontró una foto familiar.
Peliazul, de tez clara y ojos marrones.
La búsqueda del pequeño duró una semana y media hasta que, por una llamada anónima, se reportó que un niño con apariencia parecida estaba en un orfanato cercano a donde había ocurrido el accidente.
Los oficiales lo dejaron ahí, no hubo investigación alguna y se desapareció todo rastro del huérfano de la intersección veintitrés.
...
—Llama a Stuart, que venga a mi oficina
Escapando a los dieciséis del orfanato junto a una chica que llevaba "caridad" era como había llegado al "Eight Ball". Sudor, dolor y lágrimas de sangre para conseguir el establecimiento junto a su amiga , ofreciendo su cuerpo como carnada para empezar a darle fama al lugar era lo que recordaba cada que acariciaba las paredes del lugar. O ya tan solo de recordar aquel nombre.
"Eight ball" qué ironía.
—¡¿Si va a ser Stuart?!
—¡Claro! El otro cliente era un maldito golpeador de mierda, y este es un pervertido. Habrá que cobrárselo hasta con la más mínima cosa que tenga
—¿Pero no es arriesgarlo de nuevo?
A Noodle, la jefa suprema de aquel prostíbulo, no le gustaba arrastrar y prostituir a su mismo género, odiaba a los malditos pervertidos que abusaban de niños, razón por la que, junto a Stuart había de fundar el mayor imperio de suciedad y limpieza en la estúpida calle en la que estaba instalado el negocio.