Cuándo una persona se casa con otra, disponiéndose a compartir su vida tiempo y en ocasiones responsabilidad es inevitable, pero siempre, siempre se espera que dure para siempre.
Habían pasado ya cinco meses desde que el ahora dueño de una empresa poderosa y reconocida de whisky escosés y demás bebidas se había atrevido a ir a un prostíbulo gay, según el, a descubrir porque el tener a una mujer desnuda frente a él le disgustaba.
Y lo descubrió. Descubrió a Stuart, él chico que cumplía su fantasía más anhelada, ser el mismo.
Y Jane, su esposa también.
Ese tipo de cosas no duraría para siempre, sobre todo cuando no se sabe mentir. Dónde una cosa lleva a la otra y las mentiras salen a flote.
No sé atrevió a confrontarlo cuándo lo vió entrar a un prostíbulo, y esperó a que saliera. Quedando plantada porque en toda la noche no se había aparecido en la acera.
Intentó calmarse, tomar algo de agua y reconocer que tal vez buscaba a ese tipo de mujeres porque ella se la pasaba trabajando y al estar él también ocupado buscaba algo de diversión pasajera, que era "normal"
Pero cuando se enteró por un descuido de su esposo al dejar su celular en el sillón abierto en una conversación fue que su enojo fue tal, que tuvo que salir de la lujosa casa en la que vivía y fue a encerrarse en su camioneta último modelo a llorar.
«!¿Por qué un hombre?!» Pensaba después de haber llorado como nunca, masajenadose la cien en un intento de analizar que hacer.
Ella lo amaba, quedó encantada por aquel semblante que demostraba, su caballerosidad y sobre todo su presencia.
La misma que había desapareció hacía cinco meses.
La misma que él tipo aquel que veía todas las noches estaba disfrutando.
Había pasado ya una semana de su terrible descubrimiento, analizando a su esposo como si de su presa se tratase. Sentada de frente a él en el comedor, tomando el café de las mañanas.
La única hora real que compartían en todo su día a día.
—¿Dormiste bien, cariño? —Preguntaba como siempre lo hacía, porque desde que se casaron se había hecho una costumbre dormir separados.
Pero no al lado de otra persona.
—Si, de hecho me fue muy bien. Las cosas han mejorado mucho
—Ya me lo imagino
Él, tomó su maletín y despidiéndose de ella con un beso en la cabeza se largó.
No sabia si confrontarlo, callarse o simplemente llevarse sus cosas e irse de ahí.
No lo sabía.
...
—Tengo lo que me pediste Noodz
La nipona había recibido una constante alza en cuanto a clientes se trataba, bastantes nuevos llegaban directamente con Paula u otra chica que se encontrara al exterior del local para que todo, entre comillas, fuera bastante discreto.
Y lo era, hasta ahora. Pero estaba totalmente confundida en cuanto a qué tipo de clientes tenía.