Labios compartidos

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Alma:
Ella es la dama perfecta,
es una mujer de gran belleza,
una belleza que solo es superada
por las hermosas ideas de su cabeza.

Posee una lindura sin igual,
aunque por eso ella no quiere destacar.
Quiere brillar por su destreza,
por su inteligencia y su naturaleza.
Está cansada de solo miren su corteza,
e ignoren lo que piensa.

Mirlo:
Dejeme hablarle de mi dama, de aquella que en mis fantasías más espirituales pude conocer.
Ella es resplandeciente en todo su ser.
Posee la habilidad de aquellas ninfas que atraían a los perdidos directo a su manantial.

Le encanta que la mire, siente como la poseo cuando la recorro solo con mis ojos.

Ella mi amigo, ella es única.

Alma:
Veo que tú también tienes una musa, amigo mío.
Pero por muy resplandeciente que sea,
jamás igualará a mi mujer, que sólo a mí me desea.
Yo soy único para ella, y para mí no hay otra igual.
No hay amor ni pasión que se pueda comparar
a la nuestra historia singular.

Mirlo:
No quiero poner a competir,
ni pretendo mentir.
Dígame, ¿su mujer es sensual en la cama?
¿Tiene esa potencia que tiene mi dama?

Porqué ella es dinamita
cuando de íntimidad se trata.
Me eleva al cielo
y me baja al infierno
cuando de amar(te) se cansa.

Yo suelo mostrar esa oscuridad que ella desea y que no le dan en casa.
Ella es una gata, ella es mi diabla.

Alma:
Mi mujer es más sensual que la suya, caballero,
le gusta que la agarre del pelo,
le gusta hacerlo en la cama, contra el muro y el suelo.

Cuando abre las piernas de sus fluidos bebo,
su sexo me da ese elixir que tanto deseo,
que vuelve joven hasta el poeta más viejo.

Ella se mueve como potra en celo,
rompe la cama,
rompe el piso
y rompe el suelo.

Se entrega sin medidas
y me araña la espalda,
gime y se muerde los labios
cuando azoto sus nalgas.

Me pide más... Y más... Y más...
Me grita con la boca bien abierta
y con los ojos tornados en blanco.
No paro hasta que ella se corra primero,
porque como un buen caballero
aguanto y me la banco,
hasta que ella quede con la mente en blanco.

Mirlo:
Ella es el origen del sexo,
esa profetiza que encontró a su dios
quien cada noche la poseyó,
incluso aunque en su cama no esté yo.

Pues su imaginación es tan inmensa,
que con el cuerpo de otro
aun así, ella no se contenta.

Me necesita, me desea.
Por eso llama cada noche
sin que nadie se dé cuenta.

Y aunque haya un anillo en su dedo
de su cuerpo yo soy su dueño,
aunque con un alma tenga sexo
yo soy quien le quita el sueño.

Ella es su dama...
mi musa y mi sumisa.

Alma:
¿De qué estás hablando amigo mío?
si mi dama no la compartimos.
O acaso... ¿hay algo que yo no sepa?

¿Es que acaso tú también conoces
los 4 lunares que ella esconde?
¿La dama que usted pone de cuclillas
también tiene una cicatriz en la rodilla?
¿Tiene los mismos grandes ojos
y esa larga cabellera?

¿Acaso afirmas
que no es sólo mía
sino de cualquiera?





✒ 𝕻𝖔𝖊𝖙𝖆 𝘼𝖑𝖒𝖆 𝕽𝖔𝖙𝖆 & 𝕷𝖆 𝖏𝖆𝖚𝖑𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝕸𝖎𝖗𝖑𝖔

Poemas de un Alma RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora