Cinco: Planes.

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Después del miércoles mi tranquila y rutinaria vida se fue por un tubo, ahora no había minuto alguno en el que Itachi dejará de aparecer en cualquier lugar al que iba, ya sea en la biblioteca pública lo encontraba, en mi universidad lo encontraba, incluso en el cibercafé al que iba a hacer mis reportes con tranquilidad ya estaba siendo abordado por él.

Lo que era sumamente exasperante lo peor es que ni siquiera podía fingir que no me conocía, cada vez que por "casualidad" me topaba con él iba directo a saludarme ¿lo más incómodo? Tenía el descaro de llamarme ~mi dulce y querida esposa~, patrañas.

Necesitaba con urgencia deshacerme de él o de otra forma no saldría de la boca de mis compañeros por un largo tiempo, aunque realmente eso era lo de menos, la verdad ahora mis recursos eran cada vez más limitados, Itachi ya había anunciado nuestro compromiso y aunque toda la ciudad sabía que sería durante un año únicamente tenían la manía de acosar a uno que es completamente inocente.

Solo quería llevar una vida tranquila, terminar mi universidad, buscar un digno trabajo y ayudar a las personas que lo necesitaban, ¿era mucho pedir? Solté un suspiro de frustración, mientras cargaba conmigo las bolsas de compras, había salido de mi departamento a comprar comida para abastecer mi alacena.

En el transcurso de mi trayecto fuí abordada por un grupo de periodistas que me preguntaron insistentemente sobre Uchiha Itachi, entré esas preguntas estaba "¿cómo lo hace? ¿Es tan cariñoso como dicen? ¿Y qué tal su cuerpo desnudo? Apuesto a que es un manjar." Todo tipo de comentarios hasta los mas personales se atrevieron a preguntar, claro a mi me fue difícil responder, si tan solo supieran que me caía mal el tan apuesto Itachi seguro me atacarían y me tacharían por loca.

Llegando frente a mi casa me quedé pasmada al ver el horrible escenario que se encontraba pintado en las paredes de mi departamento, empecé mentalmente a contar para controlar mi creciente ira.

1... 2... 3... 4... 5... 6...

Bien Sakura, no es tan malo, solo son unas palabras dirigidas hacía tu persona con tal vez "mucho cariño", okey no hay que exagerar, no pasa nada, solo puedes pintar las paredes de su color original y listo, como nuevo, suena fácil verdad, no vayas a explotar, no vayas a explotar, no vayas a explotar, ten paciencia, paciencia...

—¡¿Pero quién carajos se atrevió a crear tal infamia en mi propiedad?! ¡Esto es inaudito!— exclamé furiosa sin poder contenerme, dejé caer mis bolsas de compras al suelo y con mi misma actitud enojada me dirigí a la recepción, esto no se quedaría así.

Como iba a dejar pasar las palabras tan groseras que me habían escrito por toda la pared con pintura negra, llamándome zorra, aprovechada, poca cosa, había algunas tan horribles que prefería no mencionarlas.

Llegué al dichoso lugar donde se encontraba el supuesto seguridad que se encargaba de vigilar el edificio, quien casualmente se encontraba dormido.

—¡Hey tú! ¡Maldita sanguijuela! ¡Te atreves a dormir en horarios de trabajo! ¡Acaso no es tu responsabilidad vigilar el edificio! ¡Te estoy hablando pedazo de mierda!— grité y milagrosamente se despertó en la última oración.

—Ah, es usted señora Haruno.— su vocabulario adormilado me hizo enojar y más la forma en que me llamó.

—¡Es señorita! ¡Señorita Haruno! ¡Que para viejos contigo es suficiente!— exclamé cruzándome de brazos indignada.

—Si, si lo que sea, ¿qué quiere? ¿Qué no ve que es mi horario de siesta?— su imprudencia me estaba agobiando tanto que sentí un TIC en mi ojo derecho.

—¡Tú pedazo de... de...! ¡Ag! ¡Maldita sea! ¡¿Qué tu trabajo no es cuidar el edificio?! ¡Gracias a tu bendita siesta, mi departamento a sido atacado por vandalismo!— reclamé furiosa tomándolo por las ropas de su uniforme con fuerza.

Un Año Para Enamorarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora