Mientras tanto, José yacía en el patio de su casa con una venuda erección, tallando al ardor que palpitaba su prepucio, removiendo la sangre de María que pintada cual carmín, brillando en su pene, removiendo en las verijas lo que impregnaba en cochambre.
–¡Pinchi jabón cagado!
Desparramando de semen por los rosales en arbustos.
–¡A ver si así florecen las hijas de la verga!
Ahora se encontraba en un serio problema, porque sabía que en algún momento se enfrentaría ante la pregunta del millón de pesos, sabiendo que la respuesta no garantizaba el premio de la credibilidad de sus entrevistadores. Él sabía que en algún momento tendría que decir la verdad, pero, ¿cómo evadir las consecuencias, que era lo más importante del momento?
José había tenido control sobre la situación del incendio desde antes de provocar aquella discusión. Él sabía, que María no resistiría en contestarle a una de sus provocaciones y sobre todo si se tratase de un tema íntimo. Y también sabía, que si haría ésa jugada, sería específicamente en el momento en que Jesús anduviera fuera de su alcance, sobre todo, si el siguiente movimiento consistiría en mantener a su hijo, fuera de la escena de los hechos el suficiente tiempo posible como para tener una pequeña charla de Padre a Hijo.
Asi que para estar un paso adelante, José se cambió de ropa, dejando la ensangrentada en las llamas de un encendedor que sacó, arrojándola por la tierra para que se consumiera y se estropeara con el lodo de su patio. Dejando el cuerpo de su esposa petrificado en su habitación. Calentando los motores de la camioneta, mientras pensaba en su hijo:
–...(Ven a mis brazos hijo mío...tengo algo para tí)...
A lo que Jesús presentía la voz de su Padre hablándole para que se viniera. Preocupado por la muerte de Caín y la cólera que desató Judas contra el Brujo Madrid.
Obviamente era algo que no podía ocultar, si llegase ver a la familia reunida con Caín faltante. Se soltaría a llorar una vez que alguien preguntase por su paradero, sobre todo, si se alegase sobre lo ocurrido. Jesús sentía desde su corazón las ganas de llorar, pero tambien lo invadía el miedo sobre 'el qué dirán' respecto a las acciones de sus amistades. Aún muerto el pobre Caín, no lo dejarían descansar debido a los pecados que cometió, y del solo pensar en cómo apedrearían a Judas, le daban ganas hasta de ponerse la soga al cuello.
Era el momento de afrontar las consecuencias. Todos habían caído en la trampa y tenían que salir de ella a como diera lugar, siendo posible hasta alimentarse del otro para satisfacer sus caprichos egoístas, y el único hambriento de todos era José.
En arranque rumbo hacia la pista de la carretera en busca de su hijo. Después de manejar unas millas se topó con un hermoso caballo negro azabache sin jinete que andaba frente a su camino. Desconcertado José, pensó en domar a cual fino corcel y llevarle a su terreno donde podría hacerse cargo de éste. Al bajarse de enmedio de la carretera mismamente la criatura se detenía al paso que continuaba.
–Ooh Bestia errante de caminos altaneros y de lomas turbias, ¡enmudece la música distante que galopan tus herraduras y vuélvete hacia mí como tu único heredero de mi destino!
En contestación, el caballo asintió dándose la vuelta a José, quien ahora parecía ser su amo.
Acercándose éste lentamente dirigiendo su mano hacia el rostro de la bestia, prosiguió:
–
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El Colmillo de un Santo
General FictionUna vez más vuelvo a mostrar el tema de la religión en otros sucesos basados en hechos reales pero cuya desgracia se muestra la dicha de prevalecer en las mentes de los ingenuos en la lucha espiritual entre el bien y el mal, interpretado en elaborad...