CAPÍTULO V

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Una antorcha alumbra la vereda del verde infierno, donde el libertinaje está a punto de evaporarse dentro de los pulmones de Caín.

- ¡Rólate a la verga pues! –dijo Judas a su hermano.
- ¡Chito calzó chitón culón! ¡No me andes chingando que yo si te rompo el hocico! – pues contestó Caín.
- Par de pecadores. Es lo único que se la llevan haciendo todo el jodido día. A veces me avergüenzo de su tóxica compañía. –recalcó Jesús.
- Date –dijo Caín al pasarle el gallo a Judas, soltando una enorme bocanada hacia la cara de Jesús.
- Imbécil. Ya ando bien horneado. –dijo Jesús, al gargajear por los aires. – ¿y a qué puta hora se aparecen los demonios?
- Ahorita a las 4:20. Espérate un ratito. –contestó Caín.
- ¿Y cómo las veremos sin que nos vean? –preguntó nuevamente Jesús.
- El brujo Madrid dice que nomás se aparecen si nos escondemos en aquéllos matorrales. De otra manera se sienten incómodas. –mencionó Judas.
- No mames. ¿Los demonios incómodos?
- Si. Dice que se pierde cierto nivel de morbo.
- Pero se supone que saben que los están viendo ¿qué no?
- Sí, pero no es lo mismo. –contestó Judas- Es más entretenido cuando se sabe que el consentimiento de la víctima es ofendido, negando el permiso a su agresor, de presenciar a ésta con sus declaraciones morales. El brujo Madrid nos explicó que hay que aderezar de malicia nuestros encuentros carnales, con dichos seres sobrenaturales. Se adquiere un sabor picante, al parecer, al gusto de los placeres prohibidos.

Así que caminaron un poco más hacia donde los matorrales. De entre las hojas salió una pequeña serpiente que observaba a las criaturas acercarse. Judas la miró con detenimiento cuando vio que unas ramas parecían ancharse con las sombras.

- Miren…–dijo Judas-…una pequeña amiguita nos hace compañía.

Acercándose a ella, le tiraba unos besos cariñosos como normalmente a un cachorro se dedicarían. Mirándola fijamente pegó un salto directo a los ojos de Judas, y entonces éste más astuto, la sujetó del cuello.

- No hay porqué sentir amenaza alguna pequeña amiguita de la naturaleza. Dichosos somos al encontrarnos con criaturas de tu especie, pues solo es en éstos momentos que se demuestra si hemos sido hechos el uno para el otro. ¿Si vivimos en el mismo planeta, por qué sencillamente no podemos llevarnos bien?

Jesús no podía creer lo que veía. Un simple humano convivir con una serpiente después de haber estado a punto de devorarle la existencia.

- ¿Pero qué carajos te pasa Judas? –replicó Jesús- ¿te acurrucas con la muerte después de presenciar su daga ante tus ojos con tu nombre grabado en su sable? ¡Mátala!
- Ay mi querido amigo…–contestó Caín con leve conciencia- ¿dónde queda la empatía con el mundo animal? Hay mucho que puedes aprender si te juntaras más seguido con nosotros.
- ¿A qué te refieres, baboso? ¿Sentir empatía por algo o alguien que está a punto de acabar con mi vida? Primeramente sin titubear la mando al otro mundo, pues las amenazas tienen un precio, que se pagan con la muerte. –contestó Jesús.
- Ay Jesús, verdaderamente nosotros sentimos lástima por ti. –contestó Judas.

Entonces Caín sacó un porrito del bolsillo de su camisola y lo acercó hacia los colmillos de la serpiente. Judas extrajo unas gotas de veneno de sus colmillos para verterlo en el cigarrillo. Y con la otra mano, Caín sacó el encendedor para secar la humedad del papel pasando la llamarada con cuidado de no quemarlo.

- ¡Ustedes sí que están locos!…-dijo Jesús con una seriedad que amortiguaba su vergüenza-… ¡Raros y Locos!

Ellos solo se reían.

El Colmillo de un SantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora