🌻Muerte🌞

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Pov. Gulf

La noche continuaba tranquila, como cualquier otra velada entre amigos cercanos. La conversación fluía entre risas y bromas, y la atmósfera relajada hacía que el tiempo pasara rápido. Los invitados se retiraban poco a poco conforme la noche avanzaba, hasta que solo quedábamos nosotros, los padres de Mew, Mild y Mark. Los demás se habían ido, pero ellos, que vivían en las afueras, decidieron quedarse a pasar la noche en nuestra casa.

Recuerdo que el vino tintineaba en mi copa mientras conversábamos sobre el futuro. Era una charla recurrente.

Hace tres años, Mild y Mark nos habían confesado sus planes de formar una familia, pero hasta ahora no habían dado el paso.

Decidí traer el tema nuevamente a la mesa, en parte porque me intrigaba y, en parte, porque la conversación parecía perderse en temas banales.

-Entonces... ¿cuándo piensan dar el siguiente paso? -pregunté, rompiendo el silencio momentáneo. Les sonreí, intentando sonar casual, pero la verdad es que mi curiosidad siempre me ganaba.

Mild, siempre tan reservado, se sonrojó un poco, bajando la mirada hacia su copa antes de responder.

-Todavía... no lo sé -dijo con una leve sonrisa -La verdad es que me siento más cómodo cuidando a nuestra gata que a un niño. Es un gran compromiso...

Me reí suavemente, aunque en el fondo comprendía sus dudas. Criar a un hijo no era algo que se tomara a la ligera, lo sabíamos muy bien.

-Pero se están haciendo mayores, Mild -comencé a decir, dispuesto a continuar con la charla, pero mis palabras quedaron atrapadas en el aire cuando un grito desgarrador resonó desde otra parte de la casa.

-¡Ahhh!

El grito era inconfundible. Era Solo. El mundo se detuvo por un segundo, y mi corazón se aceleró en un latido desbocado. Sin pensarlo dos veces, solté mi copa y salí corriendo hacia el sonido. La voz de mi hijo me retumbaba en la cabeza. Algo no estaba bien. Lo sabía.

-¿Qué fue eso? -preguntó Mew, con una mezcla de pánico en su voz, pero apenas lo escuché mientras corría.

El pasillo parecía más largo de lo habitual, como si el tiempo se estirara cruelmente. El sonido de los pasos detrás de mí me indicaba que los demás venían, pero no importaba. Solo pensaba en Solo. Finalmente, llegué a la sala donde se encontraba, y la escena ante mí me arrancó el alma de cuajo.

Solo yacía en el suelo, su pequeño cuerpo rodeado de un charco de sangre. La bicicleta que Mew le había comprado recientemente estaba tirada a su lado, y por la posición en la que estaba, supe que había caído de una altura considerable. Tal vez había intentado hacer alguna pirueta o simplemente perdió el equilibrio. Pero ya no importaba el cómo, sino el qué. Mi hijo, mi pequeño Solo, estaba inerte.

-¡No! ¡Dios, no! -grité, pero apenas reconocí mi propia voz. Sentí mis piernas perder fuerza, y de alguna manera, Mild estaba allí, sosteniéndome, evitando que cayera junto al cuerpo de Solo.

Mis manos temblaban. Quería tocarlo, levantarlo, pero el miedo me paralizaba. Las lágrimas brotaban sin control, empañando mi visión, y solo podía repetir una y otra vez en mi mente: "Esto no puede estar pasando".

-¡Mi hijo! -grité, intentando liberarme del firme agarre de Mild. Pero él no me soltaba, y eso solo incrementaba mi desesperación
-¡Mild, suéltame! ¡Es mi hijo! ¡Por favor!

Mew llegó poco después, su rostro una máscara de angustia. Nos miramos, pero no había palabras que pudieran describir el dolor que ambos sentíamos en ese momento. Solo había desesperación. Mark lo detuvo antes de que pudiera acercarse demasiado, intentando mantener la calma, aunque su voz temblaba.

Un angel llora (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora