— Tú no entiendes lo que yo siento por él. — le estampo a Chaewon aquella revista que ahora circulaba por toda la universidad.
Chaewon y yo compartimos habitación en la residencia del campus y con el tiempo nos hicimos buenas amigas por eso jamás esperé que me hiciera esto.
Ella participa en una de las revistas de la universidad y yo en mis ratos libres soy un intento de escritora. ¿En qué momento se me ocurrió que fue buena idea contarle que escribía? Y no cualquier cosa, mis relatos inspirados en mi muso, Kim Namjoon. Tampoco fue buena idea haber usado su nombre en las historias. Evidentemente no deseaba que nadie se enterase, había sido un secreto. Hasta hoy.
Chaewon siempre ha dicho que le encanta como escribo y que es una pena que nadie más aparte de ella lo lea, además de instarme continuamente a confesar lo que siento a Namjoon.
Ahora, sin consultarme, ha decidido que era el momento de avanzar en una relación en la que no deseo meterme porque no estoy preparada y estoy casi segura que no desea corresponderme. Aún así, ha publicado uno de mis relatos —justamente en el que más me abro a la hora de expresar mis sentimientos por él— en la revista de la universidad y a estas horas todo el campus incluido Namjoon saben de mis pensamientos más íntimos, cosas que jamás habría querido revelar.
— Sí lo entiendo. Además la gente está respondiendo favorablemente, les encanta lo que escribes. — intenta convencerme Chaewon.
— Era mi privacidad Chaewon, te lo enseñé porque confiaba en ti pero ahora ya veo que no eres de fiar. — digo sintiendo una mezcla de rabia y de tristeza, más de lo último porque había sido traicionada por alguien que quería.
— Yo solo quería ayudarte. Hacerte ver lo buena escritora que eres y darte el empujón que necesitas para por fin estar con Namjoon. En ningún momento he querido hacerte daño. — dijo con un tono de voz apagado, empezando a ser consciente de su error.
— Pero es mi decisión publicar o no lo que escribo y es mi decisión también decirle o no a Namjoon lo que siento. — me empiezo a sentir agobiada en cuanto me doy cuenta que la gente se me ha quedado mirando. — Solo les has dado más motivos para mofarse. — sin dejarle responder me marcho de allí, conteniendo las ganas de enfrentarme a todas aquellas personas que murmuraban.
Namjoon y yo frecuentemente éramos tachados como los "cerebritos repelentes" del campus, ya que obteníamos las mejores calificaciones. Sí ya tenía poca seguridad antes, ahora me sentía totalmente expuesta, como sí me hubieran arrancado la coraza con la que me protegía.
Jamás he sido de expresar mis sentimientos por lo que encuentro una vía de escape en la escritura. Tampoco me había enamorado nunca hasta que conocí a un joven doctorando cuando obtuve una beca de colaboración en su departamento. Manteníamos una relación de amistad, más académica que otra cosa ya que ambos teníamos asignado al mismo catedrático.
Ahora debería estar en el despacho pero no me atrevo a enfrentarme a Namjoon por lo que voy hasta la residencia y subo a la azotea con el objetivo de encontrar algo de paz.
Para subir hay que hacerlo a pie atravesando un angosto pasillo y luego subir por una escalera de caracol mucho más estrecha y bastante destartalada, por lo que nadie sube a la azotea.
Mientras los demás se montan sus fiestas en sus habitaciones yo busco la soledad. La mayoría no sabe estar solo. Para mí la soledad es mi mejor amiga, la única que nunca hace daño, salvo porque es en ese silencio que trae consigo cuando se avivan mis pensamientos más funestos y los cuales no me molesto en encerrar, quizás sea porque me gusta torturarme con axiomas dolorosos.
Al caer la noche, ya con los ojos rojos de llorar, a la soledad se une un querido amigo, pero indeseado en este momento cuando aún no me siento preparada para enfrentar lo inevitable sin hacerle daño.
— ¿Cómo sabías dónde estaba? — pregunto a Namjoon sin mirarle.
— Al igual que tú, yo también necesito del cielo nocturno. — es entonces cuando lo miro confusa y me doy cuenta que señala la azotea del edificio parejo a este. — La luz de la luna y el silencio, nada reconforta más que eso.
— ¿A qué has venido? — formulo con un tono más duro de lo que realmente quería.
— ¿Es obvio no? La historia...
— La historia se publicó sin mi consentimiento. Es mejor que te olvides de lo que has leído, todo es producto de mi imaginación, pura ficción que jamás debió ser verbalizada.
— ¿Quieres decir que nada de lo que has escrito es cierto?
— Así es. — miento como una cobarde.
— Sabía que no podía ser cierto, por más que me hayan insistido, estaba claro que no podías amar a alguien tan feo como yo.
— ¿Me estás vacilando?— pregunto sin dar crédito a lo que dice.
— Estoy hablando en serio. — observo su rostro y puedo apreciar lo cristalizados que se encuentran, por mi puta culpa lo voy a hacer llorar. — No sabes la de veces que he pensando en mí como un monstruo, alguien torpe y poco agraciado que jamás ha sabido encajar. Cuando he leído aquello me ha hecho pensar que quizás esté equivocado, que alguien podía verme de una forma tan hermosa me ha ilusionado, pero ya veo que al fin y al cabo eso es lo que es, una ilusión. — antes de darse la vuelta, me da una sonrisa, de esas tristes que se dan aún cuando tienes ganas de morir.
«¿No te vas a retractar?».
— Todos tenemos una fortaleza dentro de nosotros, donde habita nuestra parte más íntima. — me animo a pronunciar, sacando valor donde no hay. — Lo de hoy ha sido como si destruyeran mi fortaleza, mis sentimientos expuestos a la vista, cosas que no me atrevo a pronunciar en voz alta. No quería hacerte daño, pero mentir era el último escudo que me quedaba. Joder, tú me dices que eres un monstruo, cuando has sido tú el que me ha hecho sentir cosas aún cuando creía que estaba muerta por dentro. —consigo que vuelva hacía mí, vislumbrando algo de esperanza en sus cristalizados ojos. — Nunca he sido alguien que deje que alguien vea a través de ella, porque sabía que acabaría por sufrir, aún así encontré en la escritura un refugio para lo que siento pero ese refugio ha sido desmantelado, pero lo que había allí era todo cierto. Te quiero, aunque haya querido evitarlo, no puedo escapar de ello. Ahora me doy cuenta que la vergüenza o que sufra no importan, lo que no puedo soportar es tu dolor, ojalá pudiera convencerte de lo hermoso que eres por dentro y por fuera para mí.
— Sí pensabas que iba a sentir vergüenza o rechazo estás muy equivocada, jamás nadie me ha hecho sentir tan especial. Yo prometo dejar de verme como un monstruo mientras yo siga siendo tu Erató. — me ofrece una mano para levantarme del suelo.
— ¿Quieres ser mi musa? — ambos sonreímos por primera vez sin tristeza en toda la noche.
— Quizás eso nos ayude a aprender a vernos con los ojos del otro. — me abraza y yo simplemente me deshago en sus brazos, sabiendo que aunque aún no estoy en paz conmigo misma, ya no me importa desmoronarme sabiendo que él estará allí para recomponerme así como yo lo haré con él.